Fallece a los 85 años el gaditano Ángel Torres Quesada, uno de los padres de la ciencia-ficción española
Con más 150 títulos publicados, fue el autor imprescindible del género para la editorial Bruguera
"La imaginación es un elemento imprescindible para entender este oficio"
Digna de ciencia-ficción era su propia historia. Ángel Torres Quesada, que fallecía a los 85 años en la capital gaditana el pasado día 30, regentó hasta su cierre la pastelería Orcha, en el centro de Cádiz. Nadie hubiera dicho al verlo -como en los tropos clásicos de los superhéroes- que ese mismo hombre que hacía las tartas y ponía los cafés era uno de los escritores tótem de Bruguera, cuando Bruguera nutría lo que se leía en este país.
Torres Quesada (Cádiz, 1940) firmó como él mismo, pero también como A. Thorkent, y como Alex Towers, y como algún otro pseudónimo, las muchas historias que elaboró para el sello barcelonés. La industria pulp del libro exprimía también, como pulpa, a sus autores, que eran los que más vendían con diferencia. Allí estaban, en su catálogo, Lafuente Estefanía, Silver Kane y Corín Tellado. Y también, por supuesto, el pastelero gaditano que se centraría en la publicación de títulos de ciencia-ficción, cuando la ciencia-ficción en este país era tierra incógnita.
Su primer título aparecería, sin embargo, fuera de la editorial, y recogía -escrito a principios de los años sesenta- el espíritu de la época: Un mundo llamado Badoom. En Bruguera, hasta su cierre, sería uno de los autores que cubrirían (como A. Thorkent) la línea de las historias "del espacio". El mismo Torres Quesada calculaba que, únicamente en bolsillo, podría haber escrito unos 130 títulos (en los tiempos, no olvidemos, de galguito y Olivetti): sólo las novelas de El Orden Estelar, la saga que se empeñó en hacer, superan los cincuenta títulos. Torear la censura en aquellos años, escribiendo cosas tan raras, no era -explicaba- muy complicado: "Lo principal era que los protagonistas no podían acabar en la cama si no estaban casados. Y luego, el malo no tenía que ser completamente malo, pero el bueno tenía que ser ejemplar".
"LA LITERATURA ES UN JUEGO"
El "de a duro" no te hacía rico, pero te daba un extra sustancioso: "Quien dice tener vocación de escritor pero que no desea vivir de lo que escribe está mintiendo descaradamente -señalaba-. Yo me considero un escritor de `novelas de a duro', que es lo que valían mis libros al principio, y reconozco que a veces he ganado algún dinero, pero he de decir que no he tenido demasiada suerte con las editoriales. Bruguera, por ejemplo, me dejó a deber 300. 000 pesetas en 1983, que era entonces una cifra bastante importante. La editorial quebró y perdí el dinero para toda la vida".
Torres Quesada siguió escribiendo después de que echara el cierre el reconocible sello del gato negro, tanto en diversas publicaciones como con títulos que lucían más enjundia que la literatura automática de la época del blanco y negro, entre otros, El círculo de piedra, Las grietas del tiempo, Los sicarios de Dios, Sombras en la eternidad (ganadora de la Semana Negra de Gijón), Los vientos del olvido, Las sendas púrpuras, En la ciudad oscura (premio Minotauro 2009), El aliento de la oscuridad o El final del origen.
Aficionado a la historia y a la arqueología, su amor por las historias, en general, y por el género, en particular, comenzó con los tebeos con los que se hacía de pequeño, y con su fascinación por Flash Gordon: "Distraer sería mi propósito principal a la hora de escribir, pero también de leer. Yo mismo no puedo con el tipo de novelas que se recrean demasiado. Para mí, la literatura es un juego, un ejercicio de la imaginación", aseguraba.
Aunque lamentaba estar viviendo la extinción de "la era Gutenberg", tenía claro que el principal alcance de la narrativa era, precisamente, el entretenimiento: "No recuerdo si a Theodore Sturgeon o a Bradbury le comentaron en una ocasión que el 80% de lo que se escribía en ciencia-ficción era una basura. Y claro que lo es, pero como en el resto de la literatura".
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