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Historias de Cádiz

El estreno de 'El divino impaciente'

  • La primera representación de la obra de José María Pemán tuvo lugar en el teatro Beatriz de Madrid en septiembre de 1933  l En Cádiz fue puesta en escena en enero de 1934

Lectura de El divino impaciente en el Hotel Atlántico. 1933

Lectura de El divino impaciente en el Hotel Atlántico. 1933 / Archivo

Uno de los grandes acontecimientos de la Segunda República  española ocurrió con motivo del estreno de El Divino Impaciente, de nuestro paisano José María Pemán, en el Teatro Beatriz de Madrid el 25 de septiembre de 1933.   

La República había comenzado su andadura con una desmedida y absurda política antirreligiosa. Apenas un mes después de proclamada tuvo lugar la llamada “quema de los conventos”, cuando ardieron más de cien edificios religiosos por toda España, entre ellos algunos en Cádiz, entre la pasividad de las autoridades republicanas.  En enero de 1932 el Gobierno republicano acordaba la expulsión de los jesuitas y la incautación de sus bienes.  En este ambiente de persecución religiosa y de ataque a los sentimientos católicos de muchísimos españoles, la obra de Pemán, una clara defensa de la Compañía de Jesús y de la tradición cristiana de los españoles, suponía una valiente réplica a la política oficial de la República.

Pemán, sin embargo,  siempre negó el carácter político de  esta obra. En su “Confesión General” señala que la idea partió del padre Rafael Alcocer, un benedictino que se encontraba en Cádiz dando unas conferencias. El pensamiento  inicial era hacer una obra de teatro religioso, sin más pretensiones. En verano de 1933, en un pequeño salón del Hotel Atlántico, José María Pemán daba lectura a  su obra ante varios de sus amigos y el empresario Herrera Oria,  que había llegado expresamente desde Madrid. Todos quedaron impresionados con la versificación y el movimiento dramático de la obra,  coincidiendo en que  algunos pasajes  eran  verdaderamente sublimes y emocionantes. Pese a que Pemán era un autor novel, Herrera Oria aseguró a los presentes que el estreno tendría lugar  en un prestigioso teatro de Madrid y con actores de primera fila.

En efecto, el estreno tuvo lugar el Teatro Beatriz y con Ricardo Calvo, Alfonso Muñoz, Guillermo Marín y otros primeros actores en el escenario. Desde Cádiz marcharon varios amigos del escritor para asistir al estreno, ocupando asientos junto a José Antonio Primo de Rivera, amigo personal del autor. El éxito fue impresionante y la obra, pese a la primera idea de Pemán, pronto se convirtió en un ataque a la República y a la política imperante en España. Torcuato Luca de Tena, en sus “Papeles para la pequeña y gran historia”, describe el ambiente durante esas primeras representaciones de El Divino Impaciente. El público aplaudía largamente los consejos de Ignacio de Loyola a Francisco Javier e interrumpía constantemente la representación con gritos a favor de la Iglesia y en contra de la República.  El delirio llegaba en la escena final cuando Javier, a punto de morir, se dirige a Dios con esta oración:

“Bendice, ahora que se gasta

mi luz a Ignacio de Loyola

cuida a mi gente española.

Y si algún día mi casta

reniega de Ti, y no basta

para aplacar tu poder

en la balanza poner

sus propios merecimientos

¡pon también los sufrimientos

que pasó por Ti, Javier!”

También acudían espectadores para increpar a Pemán y dar gritos en favor de la República, produciéndose enfrentamientos y altercados, provocados, como señala Luca de Tena, por la gran tensión que se vivía entonces en las calles de toda España. La Policía intervino en varias ocasiones para detener a los espectadores de uno u otro signo político que interrumpían la representación. Todo ello contribuyó a que El Divino Impaciente fuera rápidamente conocido en toda España. 

Pemán saluda a los actores tras el estreno de su obra en el Teatro Falla. 1934 Pemán saluda a los actores tras el estreno de su obra en el Teatro Falla. 1934

Pemán saluda a los actores tras el estreno de su obra en el Teatro Falla. 1934

Unos días después de este exitoso estreno, José María Pemán recibió un caluroso homenaje en el Hotel Palace de Madrid organizado por la Sociedad de Autores de España. Entre los asistentes se encontraban Serafín y Joaquín Alvarez Quintero, Carlos Arniches, Honorio Maura, el marqués de Luca de Tena, Pedro Saínz Rodríguez y otros intelectuales madrileños.

En Cádiz, como es natural, el éxito de Pemán fue festejado ampliamente. La Asociación de la Prensa acordó por unanimidad nombrar al escritor su presidente de honor y organizar un almuerzo que se llevó a cabo en la Piscina Municipal, donde hoy se encuentra el solar de la antigua Residencia del Tiempo Libre.

Los 350 cubiertos de este almuerzo fueron insuficientes y numerosos admiradores de Pemán quedaron a las puertas de la Piscina. Entre los asistentes figuraban Ramón de Carranza, antiguo alcalde de Cádiz, y sus hijos José León y Ramón, que recibieron un largo aplauso al acceder al comedor. Pemán ocupó la presidencia junto a los directivos Gómez Carrasco, Iglesias, Maján y Pró.  Al agradecer el homenaje el autor gaditano insistió en que El Divino Impaciente era una obra religiosa y nacional y no política y de enfrentamiento entre españoles. Terminada  la comida, Pemán firmó infinidad de autógrafos en la tarjeta con el menú, exigiendo una limosna por cada uno con destino a las Hermanitas de los Pobres. Mariano González, dueño de los populares establecimientos El Telescopio y El Comedor Vasco, entre otros, fue el encargado de elaborar la comida.

La representación de El Divino Impaciente en nuestra ciudad se llevó a cabo finalmente en los primeros días de enero de 1934, en el Gran Teatro Falla. Pemán aceptó la petición de los organizadores gaditanos, deseosos de conocer la ya famosa obra, exigiendo dos requisitos; que fuera representada la obra por los mismos actores que la habían estrenado en el Teatro Beatriz y que los beneficios de su representación fueran destinados al Asilo de Ancianos de San José, en la calle Sacramento, próxima al Teatro Falla.

El 11 de enero tuvo lugar  la primera representación. Los actores, según la crítica especializada, trabajaron de manera extraordinaria arrancando continuos aplausos del público que llenaba a rebosar el Teatro de la plaza de Fragela. Las interrupciones fueron  constantes y al finalizar cada escena el público, puesto en pie, ovacionaba enfervorizado. Terminada la representación, Pemán, junto a los actores, fue obligado a salir repetidamente al escenario para recibir el aplauso unánime como pocas veces se había visto en el Gran Teatro Falla.

El autor, visiblemente emocionado,  dirigió unas palabras desde el escenario manifestando que hasta que no había visto aceptar su obra por el público gaditano no podía considerarla definitivamente aprobada. Insistió, una vez más, en que la obra era simplemente cristiana y abierta a todos y no un drama de enfrentamiento.

Terminada la representación,  Pemán acompañado de numerosos amigos se dirigió andando hacia el Casino Gaditano, seguidos por la Agrupación Musical Gaditana dirigida por el maestro Escobar, interpretando alegres compases.

En el patio del Casino  y para numerosas personas  fue servido el clásico frito gaditano, seguido de chocolate y buñuelos. El doctor Enrique Alcina, bibliotecario de la entidad leyó unas cuartillas ya que el presidente, Nicolás Bonet, estaba enfermo y no había podido asistir. Todos brindaron por Pemán, por Cádiz y por España.

El homenajeado pronunció a continuación otro discurso, recordando que en el Casino Gaditano leyó sus primeros libros, mantuvo las primeras discusiones y dijo, también, las ‘primeras tonterías’. 

Las siguientes representaciones de la obra se llevaron a cabo con todas las localidades del Gran Teatro Falla completamente ocupadas. Habida cuenta la gran petición de entradas y las colas que diariamente se organizaban en las taquillas del Teatro,  la Compañía de actores ofreció una última representación, ya que tenían que regresar a Madrid. En esta última sesión,  la Asociación de la Prensa hizo entrega a Pemán de un artístico diploma con el nombramiento de presidente de honor.

No acabaron aquí los homenajes al autor de El Divino Impaciente.  La Real Academia Hispano Americana y la Academia de Bellas Artes acordaron celebrar sesión conjunta en el salón  de actos de la primera, entonces situado en el Museo Iconográfico de la calle Santa Inés. El acto estuvo presidido por Pelayo Quintero y los secretarios de ambas corporaciones, José Barrasa y José Yélamo, leyeron los acuerdos de ambas instituciones para rendir homenaje a Pemán. Quintero hizo entrega al escritor de una artística placa de plata.

Pemán agradeció el homenaje y  ofreció una disertación sobre el teatro clásico español en relación con El Divino Impaciente. Finalmente el actor  Ricardo Calvo recitó de manera admirable los consejos de Ignacio de Loyola a Francisco Javier del primer acto de la obra recientemente estrenada.

Los actores de la Compañía también quisieron demostrar su gratitud a Pemán y para ello celebraron un almuerzo en el Comedor Vasco, el acreditado restaurante de Mariano González situado en la calle Ancha y que estuvo abierto hasta los años sesenta del pasado siglo. A la comida también asistieron el empresario del Teatro Beatriz de Madrid, Herrera, el famoso decorador Tomás Isern y algunos amigos del escritor gaditano como Melquiades Almagro, José Moreno Ruiz, José Pérez  Díez de Velasco,  Faustino Castaño, Manuel Cerón y otros.  Melquiades Brizuela fue el encargado de elaborar el menú, en el que no pudo faltar el bacalao al ‘pil pil’ especialidad de la casa y cuya calidad era reconocida en toda España.

A ruegos de Isern, que también había decorado los salones de este restaurante, Pemán escribió en la pared los siguientes versos:

“Para el gran artista don Tomás Isern:

No ha más apretada unión

que la unión en el comer.

Vano es que quieran romper

nuestra  unidad de Nación

mientras haya más de mil,

en Cádiz como en Bilbao,

que gusten del bacalao,

las angulas o el ‘pil pil”

Versos dedicados al separatismo de algunas regiones  y que entonces, como hoy , estaban en primer plano de la actualidad y que se mantuvieron en la pared del restaurante  hasta su cierre.

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