"No he conseguido hacer la obra que siempre he querido"
Fernando Benítez Salido 'Nando'. Escultor
FERNANDO Benítez 'Nando' volvería atrás sin pensarlo dos veces. El "vicio" que ha tenido por el arte y la escultura le ha tenido media vida metido en su taller de la calle Enrique de las Marinas esquina con Buenos Aires. Allí fue feliz haciendo lo que más le gustaba, que le llevó a convertirse en toda una institución en la ciudad. Una trayectoria que comenzó desde la pastelería que regentaba, situado justo enfrente.
-Escultor y pastelero. Dicen que en la pastelería de la calle Buenos Aires ya hacía figuras de madera.
-Yo empecé tallando en madera, porque el barro fue después, y exponía las figuras en la pastelería. En esta zona había tiendas de antigüedades y venía gente que le gustaba el arte y las vendía allí, en la misma pastelería. Es que yo no era pastelero, pero mi padre puso una pastelería a cada uno de mis hermanos, éramos siete varones. Pero no era lo mío, sino el barro.
-¿Cómo se tomó su padre que dejara la profesión que le legó para dedicarse a su pasión?
-Bien. Él nos dejó un medio de vida, pero me decía que hiciera lo que quisiera. Aunque la tuve y mantuve con muchos esfuerzos hasta hace más o menos 16 años. Era la pastelería más antigua de Cádiz, de 1786. El obrador estaba más arriba, y allí cocía yo mis figuras de barro, recuerdo. Con 10 ó 12 años ya tallaba monumentos de Cádiz en barras de tiza y me presentaba a concursos.
-¿Se formó en Bellas Artes?
- Un verano, estando en la pastelería, me fui a hacer unos cursos de cerámica en Bellas Artes con José Luis Aragón, un ceramista de Cádiz que residía en Francia. Y ya luego me animé a montar mi taller con horno, porque la cerámica exigía un proceso. Empecé a trabajar con los barros de la tierra, de cuando hicieron el parking de San Antonio, que me duró años. También me lo traían de la última alfarería de cerámica que había junto al cementerio.
-¿Cuándo decidió a abrir su taller?
-Me sentía un poco en la clandestinidad y claro, ya abrí el taller a finales de los 70. Aunque antes tuve una tienda de regalos, un poco más arriba, cerca de San Antonio. También abrí una tienda de ropa que llevaba mi mujer. Una boutique que fue mi ruina. Pero ya fui cerrando locales y me quedé con mi vocación, mi interés, mi vicio. Yo siempre digo que tuve un vicio.
-¿Lo echa de menos?
-Tengo pesadillas todas las noches. Con los encargos, con querer hacer cosas. Tenía un gran ritmo de trabajo, me gustaba, le echaba horas, desde las 8 de la mañana hasta las 11 o 12 de la noche. Fue una lucha, aunque yo era muy feliz. Hacía lo que me gustaba.
-¿Qué hacía en sus inicios artísticos?
-Al principio lo hacía por gusto, no para vivir. De hecho muchas obras no las vendía, porque todo mi afán era hacer colecciones y preparar exposiciones. De las primeras muestras de personajes populares de Cádiz como Vicente 'el largo' y María Bastón. No tenía intereses comerciales inicialmente, hasta que se convirtió en mi medio de vida cuando cerré la pastelería.
-Un icono en su carrera y de Cádiz ha sido 'Los niños del Paraguas', que todos creen tan gaditanos, pero que proceden de la literatura gala..
-Me encargaban con frecuencia esa escultura porque gustaba y disfrutaba haciéndola. Siempre había esa tendencia de buscar un símbolo gaditano que no fuera el Hércules, ni nada parecido. Pablo y Virginia, los niños del Paraguas, lo hice con tanta frecuencia, que a veces ni me apetecía. No voy a decir que todas las casas de Cádiz tienen una, pero casi. Me la pedían de Cádiz y de fuera. Hasta Antonio Gala apareció una vez en su rincón favorito con la escultura.
-¿Le molestaba la reproducción tan comercial de su obra?
-Es que a mí me gustaba mucho modelar, y apretaba el barro y surgía la figura, la veía. Como cuando ves una nube y ves una forma. Me gustaba más hacer cosas nuevas.
-Ha citado a Gala. ¿Han pasado muchos conocidos por su taller?
-Sí. Desde Felipe González y su mujer, Carmen Romero y Alfonso Guerra. Sobre todo venían cuando estaba en la clandestinidad, pues buscaban a artesanos y artistas que se señalaran. Y me buscaban, pero siempre he sido torpe, no he sabido moverme. Sólo me interesaba mi trabajo. Me ofrecieron puestos importantes en Bellas Artes, pero yo decía que no tenía título ninguno. Igual que me ofrecían medallas, una vez me propusieron la del trabajo de Diputación, pero les dije que no tenía chaqueta. Fíjate que yo creo que las medallas sólo sirven para que los políticos se luzcan. Como anécdota contarte que una vez incluso vino Rodrigo Rato con Jesús Mancha buscando Los niños del paraguas, que no me quedaban. Y dijo, "entonces, ¿va la cosa bien?", y dije: Sí, para ustedes. No me dijo ni adiós. Se fue.
-¿No tenía entonces inquietudes políticas?
-No. Felipe González me quiso meter en política, y me llamaron en la época de UCD. Felipe me decía que hiciera escultura social. Yo le decía que eso era justo lo que hacía. Personajes de Cádiz, vendedores, mariscadores, trabajadores... No pensaba ilustrar la lucha del obrero contra el poder. Quizás no he sabido darme a valer.
-Cuánta modestia.
-Demasiado.
-Pero si usted ha sido toda una institución. Todos conocían y conocen a Nando en Cádiz.
-Sí, me conocen. Una crítica que me hacían era que me conocían por los negocios. Pero me conocían porque trabajaba mucho. Algunos me decían por la puerta, "jibia, que te vas a morir trabajando". Pero era lo que me gustaba. La gente interpreta que cuando trabajas mucho es que tienes mucho dinero, pero no era así. Me gustaba. Disfrutaba.
-¿Cuál ha sido su obra culmen?
-Me han gustado todos los temas de los niños, pero en realidad no he conseguido hacer la obra que siempre he querido. He hecho cientos, pero no mi obra ideal. No la veo nunca, aunque de todas estoy orgullosa.
-¿Volvería a empezar?
-Claro que sí. Y no haría nada igual. Nada iba a repetir. Mejoraría todo cuanto he hecho. Aunque he disfrutado mucho.
-¿Referentes artísticos?
-Fui yo. Para bien o para mal.
-¿Le han buscado para trabajar fuera como escultor?
-Yo no sé vivir fuera de Cádiz. Me decían que no estaba en el sitio clave, que tenía que estar en Madrid o Barcelona. Pero, ¿para qué? Todo el que está fuera es para juntar dinero y volver. Yo prefería vivir aquí y que la gente de fuera me conociera. Y en parte, lo conseguí. Cuando llegaba el verano venía mucho forastero por aquí.
-También es suyo uno de los iconos del Carnaval. El busto de Paco Alba de la Caleta, que por cierto le robaron. ¿Cómo recuerda aquello?
-Con pena. Se llevaron el trabajo que tenía realizado en mi taller para hacer el de La Caleta. Un señor rompió el cristal y lo robó. Era un fanático del Carnaval. De los muchos. Decía que Paco Alba le habló y le dijo que estaba encerrado allí. Yo lo tenía encima del mostrador mientras lo estaba modelando. Llegaron a pensar que lo hice para darme notoriedad. Por eso cuando vino a decirme que lo había robado, me fui precisamente a Las Palomas para buscar testigos. Entonces se quedó en la trastienda y empezó a contarnos aquella historia, y que le había dado un golpe en la visera de la gorra y empezó a cantar coplas de carnaval y todo. Le di una caja de pasteles. Y al poco se presentó en Diario de Cádiz para contarlo.
-Dicen que no se ha sentido muy bien tratado por el mundo del Carnaval.
-Bueno, tuve mucho vínculo con el Carnaval, hice el Sopa de San Juan de Dios con Manolo Peinado y también carrozas, además de los trofeos del Carnaval. Pero es cierto que no me trataron bien. A veces me hacían encargos como por amor al arte. Pagaban mal, a destiempo. En una de esas, como le debía dinero al Ayuntamiento, cuando me fueron a pagar me embargaron, me dejaron peor que estaba. Josefina Junquera vino a hacerme un encargo y tenía cortada la luz, y me dijo que algo así no podía suceder, que hablaría. Pero no ocurrió nada. Y Teófila me ha llegado a deber cuatro millones de pesetas de los trofeos del Carnaval. Al final me pagaron, pero pasaron hasta cuatro años. La voté varias veces, pero he visto mucha hipocresía. Me trató muy bien el gobernador militar en Cádiz, cuando hicieron el aula de cultura militar. Era un hombre sencillo, me hacía los encargos en la pastelería.
-Ya que habla de política, ¿qué espera de Podemos?
-Estoy ilusionado, aunque lo tienen muy difícil. Me gusta José María González y Teresa Rodríguez, aunque le van a poner zancadillas por todos lados. Yo he votado a Teófila varias veces, pero me han decepcionado.
-Ahora que ve a su hijo en el mismo espacio donde comenzó su carrera, ¿qué siente?
-Si las cosas funcionaran bien estaría más contento. Él está luchando, le ha dado un giro, con un enfoque como galería de arte, pero Cádiz es muy limitado para el mundo del arte.
-¿Qué le dice de artista a artista?
-Nada. Él vale mucho más que yo, tiene mucha juventud. Tiene mucha fuerza en la obra, cuando modela. Tiene muchas cualidades que yo no. Aunque yo tenía mucha paciencia.
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