Cádiz

Un cobijo con medio siglo de vida

  • La transformación de Los Chinchorros provoca el cierre del Hostal Sur, un referente en Puertatierra

La transformación de una ciudad tiene estas cosas: trae la modernidad y abre nuevas perspectivas en las zonas donde se actúa, pero arrastra, a veces sin muchos miramientos, parte de la historia del lugar. Así ha pasado con el proyecto de transformación de Los Chinchorros, entre el cementerio y la avenida Ana de Viya, que está llamado a cambiar sustancialmente la fisonomía de esta parte de Cádiz, casi anclada en otro siglo, pero que se llevará consigo lugares tan típicos como el Hostal Sur, en la calle Marqués de Cropani, una referencia en el mundo de la hostelería en Puertatierra que ha cerrado sus puertas después de ofrecer sus servicios a los visitantes durante casi 50 años.

A Joaquín Pérez, su último arrendatario, le cuesta hablar de un establecimiento que ha sido su medio de vida y su casa durante más de una década. Empezó a trabajar en él en 1992, gracias al arrendatario de entonces, Agustín Romero, para quien sólo tiene buenas palabras, y lo regentó desde 1996. Habla de su historia intercalando algún suspiro y recordando que en los últimos días ha recibido llamadas de algunos clientes para reservar habitaciones de cara al próximo verano. Pero la respuesta ha tenido que ser negativa.

El hostal, de dos plantas y 16 habitaciones, ha disfrutado siempre de una clientela "muy fiel y extraordinaria", como explica Joaquín Pérez, que aprovechaba a la perfección la cercanía del establecimiento con la playa Victoria y su céntrica situación en una esquina de la Avenida que también cambiará su fisonomía con la nueva edificación proyectada en la zona.

Los meses de verano, de hecho, han sido siempre los más fuertes en el hostal, que también se ocupaba por completo durante Semana Santa o Carnavales, y que trataba de ofrecer un servicio modesto pero de calidad: "Era un hostal bueno, con su limpieza diaria de habitaciones y con buena atención. El único inconveniente, aunque los clientes más fieles lo sabían y no les importaba, es que los servicios, cuatro, estaban fuera de las habitaciones y había que compartirlos".

Era, además, un lugar amplio, con un "bonito patio sevillano" en su interior y una vivienda privada de la que Joaquín Pérez cuenta alguna anécdota: "Un día hubo cinco guiris que entraron en la cocina de la casa y empezaron a cocinar creyendo que era un servicio del hostal".

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