Dominico Pascual Saturio Medina

"Soy capaz de decirle al obispo: Mire, don Rafael, picha"

  • Entrevista. Después de 25 años, el dominico Pascual Saturio Medina se ha hecho plenamente a Cádiz a base de su intensa labor al frente del convento dominico y santuario de la Patrona

LO hemos visto en multitud de ocasiones en el púlpito predicando. En una ocasión lo vimos pregonar la Semana Santa de Cádiz. Siempre habla de su Virgen del Rosario, la Patrona de la ciudad. Pero pocas veces, quizás ninguna, haya abierto el dominico Pascual Saturio Medina su corazón y su boca para destapar la persona que esconde bajo su hábito (aunque él no es muy de vestir hábito), para repasar el pasado que se esconde más allá del día en que llegó al convento de Santo Domingo, allá por el año 1988.

-¿Se siente un gaditano más, después de tantos años aquí?

-De tal manera que ya es muy difícil quitarme de la cabeza y del corazón las cosas de Cádiz. Y te cuento por qué: porque creo que estamos en un momento apasionante y yo me siento comprometido con ese momento, que es el de hacer que la ciudad cambie de orientación y de rumbo.

-¿Cómo se hace eso?

-Si hasta ahora nuestro medio de vida fueron las grandes empresas públicas, el planteamiento de ciudad, de cultura, de servicios, de turismo -que también creo que es el proyecto de nuestras autoridades- yo lo veo con la misma ilusión que la mayoría de los gaditanos y como además estoy convencido de que podemos perfectamente reconducir la ciudad, pues me siento muy alegre y comprometido en esa tarea, la verdad. ¿Que porque ya no estén los Astilleros se tiene que morir Cádiz? No, hombre no. ¡Si nosotros tenemos capacidades para saber hacer muchas cosas y lo hemos demostrado ya de sobra! El año pasado, por ejemplo. ¿Qué tenemos que organizar una regata? Yo ya he visto tres o cuatro y la del año pasado fue admirable. ¿Qué tenemos que organizar los gaditanos, una cumbre de jefes iberoamericanos? Si yo creo que van a repetir otra vez porque se fueron encantados, y eso que no los dejaron salir mucho por Cádiz y conocer y hablar con los gaditanos. ¿Qué tenemos que organizar una procesión magna? Si la de aquel Sábado Santo no fue muy corriente... Todo lo que hemos vivido el año Doce en Cultura, en encuentros, en apertura de la ciudad; eso ha sido lo más admirable que se ha vivido aquí en Cádiz. Tenemos una ciudad con muchas posibilidades y con muchas capacidades para hacer de ella lo que queramos.

-Es especialmente optimista con Cádiz y los gaditanos.

-Efectivamente. Cuando yo vine aquí parece que había la sensación o la percepción de que la Patrona era algo propio del convento y muy vinculada a los dominicos, como si nosotros fuéramos no los depositarios sino los dueños y, como consiguiente, de cuando en cuando dejábamos que paseara por la ciudad y que los gaditanos se acercaran a Ella. Yo creo que hoy sabe la ciudad que la Patrona es de los gaditanos y que nosotros somos depositarios. Pues a partir de este cambio de cómo vivíamos la relación de la ciudad con la Patrona es de donde yo veo lo positivo para Cádiz. Y pienso que no estoy muy equivocado en esta manera positiva de ver las cosas.

-La Virgen del Rosario, precisamente, es uno de tus principales desvelos. ¿Cómo llega un cura de Malagón a tener tanto cariño y tanta preocupación por la Patrona de Cádiz?

-La plataforma más bonita para anunciar a Jesucristo, y lo propio de los dominicos ha sido siempre la predicación, es la Virgen Santísima. Y si además la imagen está adornada con la condición de patrona de una ciudad yo creo que las posibilidades son infinitas. Todavía hoy en cualquier lugar de la Tierra no hay nadie con un poder de convocatoria como el que tiene la Virgen. Es verdad que yo a la Virgen del Rosario le tengo mucho cariño, pero el cariño brota de la gratitud, por dejar que a su lado sea tan feliz.

-Cuando llegó a Cádiz empezó a dar clases en el Alberti. ¿Cómo fue esa etapa de profesor?

-La más bonita de mi vida. No era una relación de profesor-alumno, sino que éramos gente que íbamos creciendo al mismo tiempo. Yo conocí todavía el instituto prefabricado y cuando había tantos alumnos que teníamos que ir por la mañana y por la tarde. Yo a aquella gente la tengo como de mi familia, de mi carne y de mi sangre, porque fuimos creciendo juntos. Y lo más gratificante de aquel lugar es encontrarte hoy a hijos que son ya más que sus padres; médicos, ingenieros, informáticos, abogados... cuando sus padres eran de Astilleros o de Aeronáutica. Creo que aquella experiencia ha marcado mucho mi vida como fraile y como sacerdote, porque allí aprendí que se sirve mejor cuando se está en medio, no cuando nos retiramos.

-¿Por qué se acaba entonces?

-Por las circunstancias de la comunidad. Se muere Ildefonso, se muere Fray Domingo, se marcha el padre Vicente, termina su tiempo y se marcha también el padre Paco. Me quedé en el convento solo al frente del proceso de transformación último de la casa y tuve que dejar la enseñanza para dedicarme más al servicio de la comunidad y del santuario. Éramos cinco y en el curso de dos años me quedé yo solo.

-Y se echó sobre sus espaldas el convento de Santo Domingo.

-Fue el capítulo provincial de hace ocho años el que se fió de mí en aquello de señalar esta casa como posible lugar para nuestros mayores y nuestros enfermos. A la ciudad de Cádiz los que no la conocen le ponen un inconveniente, la humedad. Pero aquí no hace humedad ninguna, eso es cosa del coro de Carnaval. Después de confiar en mí, las dificultades para la obra y todo el camino de readaptaciones que hemos tenido que seguir ha sido largo. Mira que lo he pasado mal, pero como nunca pierdo la ilusión yo ya no me acuerdo. Ya pasó. Y qué bonito será el día que otra vez la casa se llene de gente. Además, mi alegría es también que así se garantiza la presencia de los dominicos aquí.

-No habrá sido fácil llevar adelante el convento solo.

-No ha sido fácil, pero ya era terreno conocido. Y además el convento antes y ahora sigue funcionando no sólo por los frailes, sino por un grupo de personas muy fieles a la Patrona que son los que llevan mucha de la tarea adelante con nosotros. El convento funciona por los gaditanos, no por los frailes.

-Suena muy bien eso.

-Fíjate, yo debo ser de los frailes que menos dinero gasta. Yo por ejemplo voy a una ferretería, el hombre no ha ido nunca por el convento, pero de la televisión o de una predicación o de cualquier sitio, si no le suena mi cara le suena la voz y dice enseguida: "usted es el de Santo Domingo". Le digo que necesito un cáncamo o qué se yo. Y cuando termina le pregunto cuánto es el cáncamo. "Nada, para la Patrona nada". Eso es así todo los días en todas partes. Por eso, decía que ha sido una situación muy difícil porque me he encontrado solo; pero abandonado nunca me he sentido, porque los gaditanos siempre han estado conmigo. Que vamos a hacer un triduo, yo llamo al Diario y me lo publican; que le pasa algo a las fachadas, llamo a la Alcalcía o a Urbanismo; que hay que ir a la Policía, que tienes que ir... lo que haga falta.

-Es que usted ha infundido a muchas generaciones el cariño a la Patrona explicando la historia del convento cuando los niños llevan nardos en octubre...

-Quizá una de las lagunas, que no defectos, de los gaditanos es que nos falta el conocimiento de lo que tenemos; quiero decir, lo habitual resulta desconocido. Así que todo lo que sea dar a conocer nuestro patrimonio, nuestra historia, hablar no solo de lo que fuimos sino de lo que somos, me encanta. Lo de octubre con los niños son tres días una hora detrás de otra desde las nueve y media hasta la una y media. ¿Pero no te cansas, Pascual? Pues no solo no me canso, sino que son de los días más bonitos del año para mí.

-¿Y cuando Santo Domingo se convierte en sede de protestas y de encierros?

-Eso es el resultado de una historia que ya viene de atrás. El primer encierro que yo conocí en el convento fue de los trabajadores de Fernández Chacón, que tenía una empresa de construcción. Y cuando la huelga de hambre de basuras también estuvieron allí encerrados, que por cierto nos pintaron el claustro y nos limpiaron los zaguanes y la escalera mayor mientras duró aquello. Vienen a la casa que siempre los ha recibido y tengo que decir que no solamente no han dado ninguna molestia, sino todo lo contrario; nos han ayudado y nos siguen mostrando hoy mucho cariño. El papel de los frailes ha sido siempre ayudarles a llamar en la puerta que se les había cerrado, siquiera para que se les escuche. En el último encierro he visto allí al obispo, al presidente de Diputación, el delegado del Gobierno en Cádiz, el delegado de Trabajo de la Junta de Andalucía, nuestra alcaldesa... Esto demuestra que la Iglesia sigue siendo muchas veces la voz de los que no tienen voz. ¿Dónde van a ir a encerrarse? En otros sitios llaman a la Policía; yo no lo voy a hacer nunca. Yo creo que estamos viviendo en España en relación a la Iglesia una de las etapas más hermosas de la historia contemporánea, porque otra vez ha sido de las pocas puertas que están abiertas para todos los españoles.

-Hablando de la Iglesia, ¿cómo la ve en estos momentos?

-Parecía que había sufrido un parón aquello de la presencia en medio de los hombres del concilio Vaticano II, pero el último cónclave y la elección del Papa Francisco creo que nos ha abierto los ojos a todos y nos ha llamado a recuperar la ilusión por esta manera de ser creyente en medio de los demás.

-Lleva ya 25 años en Cádiz. ¿Es habitual que un dominico esté tanto tiempo en un mismo destino?

-No es muy corriente, la verdad. Los frailes estamos hechos para la itinerancia. Sin embargo, yo no he pedido nunca ni he visto necesario para mí cambiar de lugar, porque he seguido trabajando igual de contento y de bien desde el principio. También, los hermanos en la provincia me han estado diciendo que hasta que salga el proyecto adelante, si yo me encuentro bien -y me encuentro muy bien- siga aquí.

-¿Qué es lo que más le gusta de Cádiz? ¿Lo que más destaca?

-La manera de ser de los gaditanos. Nosotros somos una de las ciudades con menos medios a nuestro alcance para poder sobrevivir. La situación de pobreza de nuestras familias es muy grande, y sin embargo sabemos vivir en medio de las estrecheces con una hombría de bien asombrosa. Y la situación del Cádiz intramuros es alarmante, pero lo de la dignidad del gaditano es aún más significativo. Todo esto lo sujetamos 35.000 personas con pensiones de 600 euros y somos capaces de vivir y de sostener un casco histórico con muchísimas dificultades y con una colección de templos como no hay en ningún sitio. Que es que aquí tenemos una iglesia cada doce metros. ¿Y de qué se mantienen? Pues de las limosnas de los pensionistas que vivimos aquí en el centro. Y yo veo que lo llevamos bien.

-¿Y aquello del 'picha' que tan bien entona?

-Se me ha pegado. Y como es una palabra de refuerzo de lo que se está diciendo, es simpática, libre de ninguna connotación ni doble sentido. No es que sea la seña de identidad de Cádiz, pero no está mal. A mí se me ha pegado y se me escapa en cualquier sitio y delante de cualquiera. Yo soy capaz de hablar con el obispo y decirle, "mire, Don Rafael, picha".

-¿Y vivir lejos de su gente, de su familia, cómo se lleva?

-Dejar la tierra, tus hermanos, tu familia, es siempre lo más costoso. Pero eso entra en el sentido de la pobreza y la obediencia. Nosotros estamos hechos para formar una familia allí donde estemos destinados y creo que aquí en Cádiz tengo hoy en día muchos hermanos y muchas hermanas.

-Hace unos días, precisamente, perdió a su hermano. Habrá sido difícil.

-Ha sido la experiencia más difícil que yo haya vivido. Mi hermano era el más pequeño de los cuatro que somos, con 47 años; estaba bien, sin grandes problemas, con las dificultades propias del tiempo que estamos pasando, con sus hijos de 22 y 20 años. Y además ha sido una muerte inesperada y a destiempo, que es lo que más desconcierta. De todas formas, ayuda mucho a salir de estos golpes tan fuertes que nos da la vida dos cosas: la primera es la certeza de que la muerte no quita la presencia de las personas. Ya mi hermano no está físicamente, pero no va a dejar de estar. Yo llevo 38 años fuera de casa y no veía a mi hermano, pero no lo he olvidado ni un solo día y ahora tampoco lo voy a olvidar. Y la segunda es el compromiso con los que quedan. Hay que estar ahora más pendiente de mi cuñada y más cercano a sus hijos.

-¿Se quedará en Cádiz para siempre?

-Yo eso lo dejo en manos de Dios en primer lugar, y después en manos de los superiores. En el momento en que la continuidad de la presencia de los dominicos en la ciudad quede asegurada, yo tampoco tengo ninguna dificultad para ir a otro sitio. Yo me adapto fácilmente a cualquier lugar, no tengo en eso ningún problema.

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