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Historia

El cañonero ‘Cánovas del Castillo’ en la Explosión de Cádiz de 1947

  • Un artículo para recordar la labor de la tripulación cañonero, con el capitán de corbeta Juan Lazaga Azcárate al frente, en los días posteriores a la tragedia que asoló Cádiz

Encabezamiento del informe del cañonero ‘Cánovas del Castillo’ sobre la Explosión de 1947 en Cádiz.

Encabezamiento del informe del cañonero ‘Cánovas del Castillo’ sobre la Explosión de 1947 en Cádiz.

Mucho, muchísimo se ha escrito sobre la trágica Explosión acaecida la noche del 18 de agosto de 1947 en la Base de Defensas Submarinas, recinto hoy ocupado por el Instituto Hidrográfico de la Marina. Sin embargo, queda aún mucho, muchísimo por relatar. Entre las asignaturas pendientes están las vicisitudes de las víctimas y de los héroes anónimos, verdaderos protagonistas de aquella catástrofe.

También se ha escrito mucho sobre la supuesta responsabilidad de la Armada por la negligencia que supuso tener almacenada tan importante cantidad de minas submarinas en una zona urbana. Su carga explosiva era muy inestable con altas temperatura y podía ser objeto de un ataque terrorista. La certeza absoluta de lo que realmente pasó no la tiene nadie y si alguna vez alguien la tuvo se la llevó a la tumba.

Lo que sí es cierto, tal y como acredité en un artículo publicado el 18 de agosto de 2008 en Diario de Cádiz, es que diferentes mandos de la Armada fueron persistentemente avisando, desde al menos cuatro años antes, del grave peligro que existía de una catástrofe.

Cuando aquella noche el cielo se tiñó de rojo, las dotaciones de los buques de guerra atracados en el puerto de Cádiz o fondeados en su bahía, fueron los primeros en reaccionar.

Hoy recordaremos al cañonero ‘Cánovas del Castillo’. Su comandante era el capitán de corbeta Juan Lazaga Azcárate. Se había hecho cargo de su mando el 1 de agosto. Tenía 40 años de edad. Dos días antes había entregado el mando del destructor ‘Huesca’ al también capitán de corbeta Ramón Liaño de Vierna.

El cañonero era un veterano de las Campañas de Marruecos y de la Guerra Civil. Construido por la Sociedad Española de Construcción Naval en Cartagena, fue entregado en 1923 y modernizado en 1937 en los astilleros gaditanos de Matagorda. Tenía casi 80 metros de eslora, unos 10 de manga y un desplazamiento de unas 1.300 toneladas. Su armamento principal eran cuatro cañones Vickers de 101’6 mm. y podía alcanzar casi 15 nudos de velocidad. Según el Estado General de la Armada de 1936, su dotación era de 220 hombres pero el del año 1949 lo rebajaba a 167. Entre ambos años estuvo omitida en dicho anuario naval ese tipo de información.

Fueron muchos, muchísimos los miembros de la Armada que aquella noche dieron anónimamente lo mejor de sí en auxilio de las víctimas. Gracias a la Orden General nº 236, de 23 de agosto de 1947, de la Capitanía General del Departamento Marítimo de Cádiz, mandada por el almirante Rafael Estrada Arnáiz, pudo saberse lo que hizo cada buque y unidad.

Lazaga, en su declaración firmada el 26 de agosto, manifestó que en el momento de la explosión se encontraba en su otro destino (compatibilizaba el mando del cañonero con la jefatura del Detall del Cuartel de Instrucción de Marinería en San Fernando). Solicitó un vehículo a su jefe, capitán de fragata Adolfo Baturone Colombo, y marchó enseguida a Cádiz. Al llegar a San José ya no pudo proseguir en automóvil pues le fue requerido para evacuar heridos graves. Pasada medianoche consiguió llegar al puerto de Cádiz donde estaba atracado su buque.

Al subir a bordo comprobó que la explosión no había afectado al cañonero ni al personal embarcado, procediendo inmediatamente a alistar la nave para salir al fondeadero que tenía ordenado. A la una y media de la madrugada tenía ya presión para una caldera y comenzó la maniobra de desatraque, pero como no tenía marineros para largar las estachas desde el muelle, éstas lo fueron por unos guardias civiles que estaban allí de servicio fiscal. A pesar de su buena voluntad no estaban habituados a ello y las lanzaron de golpe en vez de hacerlo poco a poco, y “como las máquinas estaban en el balancín, se lió el seno a la hélice”. Ello obligó a detener la maniobra y “tras varios intentos de avante y atrás se consiguió que la estacha escapolase de la hélice”, pudiendo desatracar a las 2.15 horas.

Media hora más tarde se fondeó frente a la ‘Machina’ de Astilleros, alumbrando inmediatamente con el proyector la zona siniestrada que estaba a oscuras. Al amanecer mandó un bote a tierra con un oficial al frente, por si era necesaria ayuda, contestándose negativamente por el jefe de las Defensas Submarinas, capitán de fragata Miguel Ángel García-Agulló Aguado. Para entonces fuerzas de Infantería de Marina, Marinería, Ejército de Tierra y Guardia Civil se afanaban en seguir rescatando supervivientes. Al día siguiente volvieron a iluminar durante toda la noche la zona con su potente proyector. Sobre mediodía del 20 recibió la orden de atracar en el muelle pesquero.

Muy interesante resultó el parte que el 19 de agosto dio a Lazaga el teniente de navío Gabino Aranda Carranza, segundo comandante del cañonero, relativo a lo acaecido en ausencia de aquél. Tenía 26 años de edad y llevaba destinado unos cinco meses.

Tras producirse la explosión, “el Oficial de Guardia ordenó tocar Babor y Estribor de guardia, se alistaron los kinstons y preparó a todo el mundo en estado de alarma”. Se activó una caldera y comunicó la otra. Se mandó un marinero a tierra para avisar telefónicamente al comandante pero resultó infructuoso al no haber enlace. También se envió a un contramaestre a la Comandancia de Marina, cuyo titular era el capitán de navío José Dueñas Ristori, para informarse de lo sucedido, siendo entonces cuando se enteraron. El personal franco de servicio se incorporó casi en su totalidad, excepto unos pocos que se quedaron prestando auxilio donde les sorprendió la catástrofe.

Aranda se presentó a bordo a las 22.20 horas y tras ser informado de donde fue la explosión ordenó preparar un pelotón de socorro bajo su mando, compuesto por 10 marineros armados y 18 sólo dotados de linternas, camillas y herramientas, auxiliándole el contramaestre segundo Miguel Martos Rodríguez, de 33 años de edad. Al llegar a tierra se dirigieron al lugar del siniestro y se pusieron a las órdenes del segundo comandante de Marina, capitán de fragata José Palomino Blázquez, prestando auxilio en el rescate de víctimas.

Pasada medianoche recibió la orden de volver al cañonero, donde ya estaba su comandante. Regresó sólo con 15 marineros, dejando el resto en tierra para seguir auxiliando a las víctimas.

Antes de hacerse a la mar estuvieron atendiendo en la enfermería del buque al alférez de navío Eduardo Velarde Díaz del dragaminas ‘Guadalete’, un marinero del ‘Grupo de Lanchas’ y doce paisanos entre hombres, mujeres y niños.

Respecto a los daños causados a bordo por la onda expansiva se limitaron a la inversión momentánea del tiro de una de las calderas que dejó conmocionado unos minutos al fogonero de guardia, así como la rotura de unos prismáticos y vajilla al caerse.

El ‘Cánovas del Castillo’ causó baja en la Armada en 1959. Lazaga lo hizo al cumplir la edad reglamentaria en 1971, siendo capitán de navío y comandante de Marina de Ceuta. Aranda alcanzó el empleo de vicealmirante y fue jefe de la base naval de Rota y posteriormente del arsenal de La Carraca, pasando a la reserva activa en 1985.

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