Una cadena para poner puertas al mar: Cómo cerrar la bahía gaditana desde Puntales a Matagorda

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Plano de las fortificaciones exteriores de la Puerta de Tierra de Cádiz. Ignacio Salas 1743. Archivo General de Simancas.
Plano de las fortificaciones exteriores de la Puerta de Tierra de Cádiz. Ignacio Salas 1743. Archivo General de Simancas.
Hilda Martín - Historiadora y escritora

19 de mayo 2025 - 07:00

Un humanista nacido en Toledo, Cristóbal Rojas, formado como aparejador junto a Herrera en la construcción del Escorial, fue el elegido para fortificar Cádiz tras el saqueo del 30 de junio de 1596.

Tanto el toledano como Spanochi, ingeniero italiano, habían informado ya a la Corte del estado lamentable en el que se encontraban las defensas de la ciudad gaditana. En un principio, se preocupó de efectuar las reparaciones más urgentes, pero pronto, como dejó descrito en su obra, el proyecto de fortificación de la ciudad de Cádiz —considerada la más ambiciosa de la época de Felipe II y Felipe III— puso en marcha elementos y construcciones que perduran en la actualidad. Ejemplo de ello es el Castillo de Santa Catalina de 1598, cuyo empeño continúa, cuando Rojas muere, Ignacio Salas, ingeniero militar.

Ignacio Salas fue cadete durante la Guerra de Sucesión en 1709 en Denia y Alicante, siendo ascendido por los méritos que contrajo en dicha contienda. Promovido a capitán e ingeniero en segunda el 21 de abril de 1711, fue destinado al Ejército de Aragón, y al siguiente año se integró en la Dirección de Ingenieros de Cataluña. Mientras trabajaba en la ciudadela de Barcelona, construyendo la llamada Puerta Nueva de la plaza, fue destinado a Cádiz como ingeniero para elaborar el proyecto de fortificación del Frente de Tierra y otro más general en dicha plaza. Además, se le encomendaron las obras del Arsenal de Marina en La Carraca y del puente de Suazo —proyecto de máxima importancia ya que representaba la única conexión entre Cádiz y la isla de León—.

En 1721, realizó el primer proyecto del Arsenal de la Carraca y en 1722, debido a los grandes problemas que presentaba el calado del río Guadalete en su entrada al Puerto de Santa María —que quedaba seco en la marea baja—, logra un canal satisfactorio para la entrada de las embarcaciones, devolviendo al río su antiguo calado

Designado en 1724 director de las obras de fortificación de Cádiz, realizaría a partir de ese año diversos planos de las fortificaciones de la plaza y de su bahía, con un nuevo proyecto general para ponerlas en estado de defensa: mejora el castillo de Santa Catalina y el fuerte de San Fernando. Asimismo, comenzó la construcción del nuevo muelle de la muralla del Mar en ese mismo año en el puerto de la ciudad, y en 1736 sería nombrado director asesor del Arsenal de La Carraca por el ministro Patiño. Junto a estas obras, lleva a cabo otros proyectos como los planos para el muelle de San Felipe, el proyecto de un lazareto en la Isla de León y en la plaza de Cádiz el proyecto de crear un muelle entre la puerta de Sevilla y el baluarte de la Cruz.

Con fecha de 5 de febrero de 1762, aparece este plano de la ejecución de una obra nueva, dentro de este proyecto de fortificación y defensa de la bahía y que firma como ejecutor de la misma Don Matheo Mullan, constructor de la Real Armada.

Rojas trabaja en la adecuación de las obras necesarias para aumentar dicha defensa por la zona de la bahía gaditana y sobre la urgencia de construir un fuerte en la zona del Puntal. Creía conveniente cimentarlo a base de pilotes y sillería, como ya había expuesto en su tratado Teórica y práctica de fortificación; no obstante, algunos ingenieros militares como Antonelli creyeron más conveniente que se cimentara sobre la escollera mientras que el de Matagorda sí se hiciera sobre pilotes.

En el plano de la zona de Extramuros, es decir, desde las Puertas de Tierra hasta los Castillejos, Salas incluye algunas extensiones importantes de la zona y las relaciona con los dos extremos que considera de mayor importancia para el cierre y defensa del Arsenal de la Carraca, y, por tanto, la protección del saco de la bahía gaditana. Nos habla de las Peñuelas —Santa María del Mar en la actualidad—, los Castillejos —actual fuerte de Cortadura—, el Puntal, Matagorda y FortLuis, haciendo distinción precisa y mención minuciosa de la distancia que se da entre dichas zonas y que en el plano une con pequeños puntos, medidos en Toesa, medida de longitud portuguesa, equivalente a 1,946 metros.

Lo que queda claro, y así lo plasman ambos planos y, por tanto, ambos ingenieros, es que la zona era de una gran importancia para la defensa, como quedará luego demostrado en la batalla de Santa Isabel entre la armada española y la escuadra de Rosilly.

Todas estas ideas, proyectos y trabajos son fruto no solo de la necesidad de comunicación, sino de la obligación extrema por parte de los habitantes de defenderse y de las decisiones políticas de proteger enclaves importantes como la ciudad gaditana.

Mateo Mullan, constructor de la Real Armada, pertenecía al grupo de expertos británicos y de otras naciones contratados por Jorge Juan en 1750. Con hombres como él se pretendía conseguir el remozamiento de la construcción de navíos y la creación de barcos innovadores que llevaran a lo más alto el prestigio de la flota española. Fruto de esta labor, Mullan dirigió la construcción de La Santísima Trinidad, la nave española más grande concebida.

Su plano representa una cadena que su Majestad había aprobado que se pusiera desde Puntales a Matagorda. Dibujado por Ignacio Mullan, es un pequeño manuscrito sobre papel a tinta y colores al agua que apenas mide 19,5 cm x 66 publicado en el arsenal de la Carraca el 5 de febrero de 1762.

Plano de la Cadena entre Puntales y Matagorda. Matheo Mullan, 1762. Archivo General de Simancas.
Plano de la Cadena entre Puntales y Matagorda. Matheo Mullan, 1762. Archivo General de Simancas.

La cadena que iría desde el castillo del Puntal hasta Matagorda llevaría a su vez asidos dos pontones para soportar la artillería, como se aprecia en la imagen. Para su construcción, se necesitaban doce bateas que sostendrían la cadena con los cables principales que servirían para tensarla. Calabrotes de batea a batea con palos que soportarían dichos cables y castañuelas clavadas por la parte de abajo de los palos para hundir los cables en el agua. La distancia total de dicha cadena sería de unas 600 brazas, en la actualidad, unos 1100 metros.

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