Cádiz

El botellón desafía a la Ley en el paseo de las murallas de San Carlos

  • Vecinos de la zona denuncian los ruidos provocados por pandillas de jóvenes que se reúnen para beber los fines de semana, situación que también se está produciendo en la Alameda Apodaca

El botellón clandestino existe y desafía a la Ley aprobada en el Parlamento andaluz en octubre del año 2006. La altura de las Murallas de San Carlos, no visibles desde la calle, es aprovechada cada fin de semana por pandillas de jóvenes para realizar a escondidas lo que la Ley prohíbe. Los vecinos del barrio se quejan del ruido que provocan en las noches de los jueves, viernes y sábados perturbando el descanso de los que viven en calles cercanas a las murallas, principalmente en San Germán y Fernando El Católico. A estas molestias se añaden las de los jóvenes que circulan de paso o de vuelta a la zona de ocio de la Punta de San Felipe, único enclave de la ciudad donde se puede hacer botellón, concretamente en el paseo existente sobre los bares y discotecas.

El presidente de la Asociación de Vecinos de San Carlos, Enrique Carril, explica que el problema de las concentraciones de jóvenes bebiendo alcohol en las murallas se ha denunciado al Ayuntamiento “varias veces”. El dirigente vecinal dice que está afectando “sobre todo al descanso de personas mayores” y se queja del “poco caso” que hace la Policía Local, que según Carril “muy pocas veces sube arriba para desalojar”. “Los jóvenes -añade- se ponen al fondo de la muralla, donde no se ven”. Indica además que la cercanía de la Punta provoca que la calle Fernando el Católico, donde se encuentra el colegio de Las Carmelitas, se haya convertido en un lugar “donde se orina mucha gente”.

Una vecina de la calle San Germán se queja del ruido provocado por las pandillas de jóvenes. “La noche del pasado jueves estuvieron hasta las cinco dando la lata. Ya no es sólo los fines de semana, también lo hacen los jueves y en verano era todos los días”, lamenta. Dice esta vecina, que no quiere identificarse, que “se sientan por pandillas”. También tiene palabras para la Policía Local: “Cada vez que llamamos dice que está haciendo un servicio en la Punta”. El ruido tiene diversos matices. “Gritan, corren, a veces cantan, hablan en voz alta. Y beben, claro”, comenta.

Por si no tenían bastante con las noches, los vecinos soportan por las tardes una especie de festival canino. “Vienen veinte o treinta jóvenes con sus perros como si fueran matrimonios que llevan a sus niños a jugar. Hacen fotos a los perros y éstos no paran de ladrar”, apunta la misma vecina. Otro inquilino de un piso en Fernando el Católico afirma que los garajes de la calle “amanecen con un olor increíble” y dice que la causa de que el botellón anide en las murallas radica en que se trata de un lugar “amplio y escondido que sólo se ve desde las viviendas”, precisamente donde vive la gente que no soporta el ruido.

No sólo hay botellón en San Carlos. En la Alameda, según el testimonio de vecinos de la zona, entre el monumento al marqués de Apodaca y la parte más próxima a la esquina con la calle Buenos Aires, se concentran jóvenes que incluso hace varios fines de semana “hicieron una batucada tocando tambores hasta las tantas”, como cuenta un vecino de Calderón de la Barca. Se da la circunstancia, tanto en la Alameda como en San Carlos, que algunos jóvenes que regresan de la Punta siguen la fiesta a las ocho o nueve de la mañana.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios