Una artista gaditana entre los recuerdos y la fe
La escultora Elena Pilar Palomino-Borbón Martínez del Cerro ingresa en la Real Academia Hispano Americana con un discurso de sentimientos en el que evoca a su abuelo y a su propia inspiración creativa
La académica entregó a la entidad una escultura de un caballo de capa palomino
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La escultora gaditana Elena Pilar Palomino-Borbón Martínez del Cerro ingresó ayer como académica de número en la Real Academia Hispano Americana de Cádiz con un discurso que navegó entre los recuerdos personales, las evocaciones a su abuelo Miguel Martínez del Cerro, y la confesión de su propia inspiración creativa. ‘Sentimientos y reflexiones de una escultora ante la llamada de la Real Academia Hispano Americana’ fue el título de su discurso, pronunciado en el salón regio de la Diputación y que sirvió para clausurar el curso de la entidad. El académico Rafael Sánchez Saus fue el encargado de contestar en nombre de la corporación, mientras que el director de la academia, Enrique García-Agulló, clausuró el acto.
Palomino-Borbón, que hizo entrega de una escultura a la Academia, ofreció una sentida intervención que comenzó con diversos agradecimientos y con la obligada cita al doctor José Mira Gutiérrez, el académico que ocupaba el sillón ahora ‘propiedad’ de la escultora.
La nueva académica, que fue propuesta para su ingreso por los académicos Carmen Cózar, Rafael Sánchez Saus y Agustín Rosety, centró pronto su muy personal discurso en la figura de su abuelo Miguel Martínez del Cerro, académico de la misma institución y a quien Elena Pilar Palomino no pudo conocer al fallecer, en 1971, dos meses antes de su nacimiento.
Esta circunstancia no le impidió ofrecer una semblanza de este académico que fue catedrático de Lengua y Literatura en los institutos gaditanos Columela y Rosario, que, en palabras de su nieta, “desarrolló en Cádiz una intensísima vida cultural y académica: “En Cádiz desarrolló una intensísima vida cultural y académica. Muestra de ello es que perteneció al Instituto de Estudios Gaditanos, a la Cátedra Adolfo de Castro, a la Academia de Bellas Artes, a la Academia Hispano Americana, a la Academia de San Dionisio de Jerez, a la Academia de San Romualdo de San Fernando y a la Academia Santa Isabel de Hungría de Sevilla. En reconocimiento de esa inmensa actividad, estaba en posesión de la Orden de Cisneros, así como la Encomienda de la Orden Civil de Alfonso X El Sabio. Intervino en la fundación de los míticos Cursos de Verano de la Universidad de Sevilla en Cádiz, ejerciendo el cargo de director de Estudios. El Ayuntamiento de Cádiz rotuló una plaza (con su nombre) en el barrio de la Paz, en reconocimiento y memoria de su labor educativa”.
La escultora gaditana abundó en la figura de su abuelo apoyándose en las palabras que le dedicó el poeta portuense José Luis Tejada, quien lo definió como “un auténtico hombre de Dios. Católico ferviente y ejemplar”, y del entonces director de Diario de Cádiz Emilio de la Cruz Hermosilla, que publicó un artículo que la nueva académica leyó íntegramente como “el mejor recuerdo y semblanza que podía hacerse de él”.
También leyó el poema ‘Improntu para Miguel Martínez del Cerro’, los sentidísimos versos que le dedicó a su muerte el poeta José María Pemán, amigo de Miguel Martínez del Cerro: “Tenía verdadero cariño por abuelito”, dijo la académica.
La artista hizo caminar su discurso, a partir de este punto, en su convencimiento de que “solo el pensar en don que Dios permite a algunas personas para transmitir a través del arte, ya sea por palabras, por imágenes, por sonidos...”, en una experiencia que ejemplificó, para hablar de Hispanoamérica, en el cuadro de la Virgen de Guadalupe (“Un milagro extraordinario por el que sin duda podemos admirar la grandeza de la maestría de Dios en la pintura”), y que hizo propia desvelando la inspiración creativa de su obra. “Agradezco al Señor que me permita modelar sentimientos e ideas que representan mucho más que los que dejan ver, pues están llenos del propio sentir del corazón que los moldea”.
También explicó la artista la escultura que regaló a la Academia: un caballo de capa palomino que llegó a América gracias al ganadero jerezano Juan Palomino, compañero de Hernán Cortés en la conquista de México y a quien regaló un ejemplar.
Rafael Sánchez Saus, en su contestación, reflexionó primero en torno al papel de las Academias en el mundo actual (“como valladar frente a la contracultura que todo lo invade y casi todo lo destruye”), para después glosar la figura de la nueva académica resaltando su “personalidad humana y artística plenamente identificada con los valores culturales y morales”, su recuerdo emocionado hacia su abuelo Miguel Martínez del Cerro y, sobre todo, el reconocimiento de “la fuente más genuina de su inspiración artística es la misma que alimenta su creencia y su fidelidad”.
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Es Director territorial SurLevante de Howden Iberia.