Alfonso XIII y las Murallas de Cádiz

HISTORIAS DE CÁDIZ

En 1915 el entonces Rey de España bajó a las brechas del Campo del Sur para ver el efecto de los temporales

Obligación de conservar las Puertas de Tierra

Construcción de los arcos que unen la muralla con las Puertas de Tierra.
Construcción de los arcos que unen la muralla con las Puertas de Tierra. / Archivo de Refu Grosso

Alfonso XIII fue un monarca que conocía profundamente Cádiz, ciudad que llegó a visitar en nueve ocasiones. La primera de estas visitas tuvo lugar en 1892, siendo niño y bajo la Regencia de su madre la Reina María Cristina, con motivo del cuarto centenario del Descubrimiento de América. La última visita, unos meses antes de partir hacia el exilio y con motivo de la jura de bandera de su hijo Juan, guardiamarina en la Escuela Naval Militar entonces situada en San Fernando. Estas numerosas visitas no se quedaron en lo estrictamente protocolario ya que don Alfonso siempre quiso conocer la realidad de la ciudad, sus problemas y posibles soluciones.

Un tema que preocupó especialmente al Rey Alfonso XIII fue el de la conservación de las murallas de Cádiz. En 1915 acudió personalmente para conocer con detalles las obras de reparación y mantenimiento que se llevaban a cabo. En aquellos años, unos durísimos temporales habían causado enormes boquetes en las murallas y hasta una letra de Carnaval, muy popular en la época, decía: “Salpicón, salpicón/la brecha cada día/ se va poniendo mayor/ hasta que llegue el momento/que ya sea tan atroz/Salpicón Salpicón, que se críen almejas/ en la calle Mirador”.

Don Alfonso presidió el Consejo de Ministros que aprobó la financiación de las obras y vino a Cádiz para visitar las obras en el Campo del Sur, llegando a bajar al enorme boquete que el mar había provocado a la espalda de la Catedral.

Por aquellos años comenzaron los planes de ensanche de la ciudad, que tropezaban con la muralla de las Puertas de Tierra, ya que la única salida y entrada era el pequeño túnel central por el que ya circulaba el tranvía. No eran pocos los que opinaban que dichas murallas con su torreón central debían ser derribadas por completo. En esos años las Puertas de Tierra presentaban, ciertamente, un aspecto desolador. Por la parte del casco antiguo, las murallas tenían adosados dos decrépitos cuarteles de Infantería con destartaladas viviendas junto a la puerta principal. Por la parte externa, los glacis con un camino complicado y polvoriento con chabolas a ambos lados.

El Rey Alfonso XIII en sus viajes a Cádiz o cuando en Madrid recibía a alguna comisión gaditana siempre insistía en que el ensanche de la ciudad debería contemplar la necesidad de conservar las Puertas de Tierra, como monumento histórico y artístico.

En efecto, uno de los últimos decretos firmados por el Rey Alfonso XIII, en enero de 1931 fue el relativo a la cesión a la ciudad de Cádiz de las Puertas de Tierra y de los glacis adyacentes. Este decreto comprendía “los fosos y glacis del frente abaluartado de tierra en la parte comprendida desde Puerta de Tierra hasta Corona, así como los cuarteles de San Roque y Santa Elena”. Añadía el decreto que la cesión se realizaba para “el ensanche, urbanización y ornato de la ciudad”.

Siguiendo las directrices del monarca, este importante decreto imponía como condición indispensable la conservación de las Puertas de Tierra, como recuerdo histórico y de la arquitectura militar de la época.

Por su parte, la ciudad de Cádiz se comprometía a pagar 1.500.000 pesetas por la cesión de los glacis. La mitad de este dinero sería destinado a la construcción de los nuevos cuarteles y la otra mitad para la construcción de viviendas militares ya que elas que staban junto a las Puertas de Tierra deberían ser derribadas.

Las Puertas de Tierra, separadas de la muralla.
Las Puertas de Tierra, separadas de la muralla. / Archivo de Refu Grosso

El Ayuntamiento de Cádiz también se comprometió a la cesión al Estado de 7.000 metros cuadrados en los terrenos del antiguo Velódromo de la Huerta de la Cerería, lugar donde serían levantados los cuarteles para sustituir al de San Roque y Santa Elena.

Durante la Segunda República fue estudiado un proyecto del arquitecto Rafael Hidalgo que contemplaba dejar la parte monumental de las Puertas de Tierra exentas de la muralla y con dos grandes avenidas de 20 metros cada una. Este proyecto fue desechado por falta de presupuestos.

Tras la Guerra Civil y la demolición de los viejos cuarteles adosados a la muralla, el Ayuntamiento de Cádiz continuó en principio con el proyecto de Hidalgo de dejar la Puerta de Tierra exenta en una gran plaza. Sin embargo esta idea ocasionó una fuerte polémica en la ciudad ya que muchos abogaban por la conservación de la muralla unida a las Puertas de Tierra. Este era el caso de destacados gaditanos como José María Pemán y Álvaro Picardo. En la polémica intervinieron las direcciones generales de Arquitectura y de Bellas artes motivando que todo quedara paralizado.

Finalmente y tras la explosión de 1947, en la que la muralla sirvió para frenar la onda expansiva, el Ayuntamiento presidido ya por José León de Carranza retomó el proyecto, de acuerdo con las directrices de Bellas Artes.

José León Carranza aprovechó que las Puertas de Tierra quedaban dentro del perímetro de la zona siniestrada por la explosión de 1947 para que la Dirección General de Regiones Devastadas asumiera íntegramente el costo de su arreglo y urbanización y encargó la nueva obra al arquitecto Antonio Sánchez Esteve.

El nuevo diseño contemplaba la unión del monumento central con las murallas a través de dos grandes arcos que permitieran la circulación y la modificación del aspecto exterior del torreón.

En este último proyecto también se llevó a cabo la demolición de un trozo de muralla de San Roque y la construcción de una carretera desde la Cárcel Real a la playa de Santa María del Mar sin necesidad de cruzar las Puertas de Tierra.

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