Cádiz

Vender la diferencia

  • En el último año son muchos los emprendedores que han decidido sumar la estética a la calidad de su oferta en diferentes establecimientos del casco histórico

Vender la diferencia

Vender la diferencia / El empresario Jose Moreno en La Cápsula, en la calle José del Toro.

A los viajeros consumados siempre nos han fascinado las pequeñas lucecitas que adornan las terrazas del Trastevere en Roma, las plantas estratégicamente colocadas para abrazar con gusto las coquetas mesas que salpican al animado barrio de Montmartre de París o el colorido de las tiendas que se hilan en un loco pantone en la Victoria Street de Edimburgo. Porque el flechazo es, queramos o no, con los ojos y porque en los pequeños detalles reside la personalidad. Y la diferencia. La ansiada diferencia en la dictadura del mainstream... Los viajerodependientes siempre nos hemos preguntado, ¿por qué esto no se puede hacer en Cádiz? Y, cierto es, que en la transformación de la ciudad en los últimos años han ido floreciendo diferentes rincones con encanto (¿se acuerdan de los bares que cambiaron la estética del Barrio del Pópulo o de las apuestas que marcaron tendencia del grupo de Raúl Cueto?) que, podríamos decir, han encontrado su mayor explosión a lo largo de estos últimos 12 meses. Y es que no han cumplido un año (o acaban de hacerlo) algunos de los muchos establecimientos que están embelleciendo el casco histórico de la ciudad.

Uno de los más recientes, y más llamativos, es el Verde Pistacchio con el que la napolitana Amalia Spagnoli y el gaditano Carlos Rafales pintan la calle Ancha. Y sorprenden... Y es que la pareja que se instaló en el corazón señorial de la ciudad el pasado 9 de junio atienden a sus clientes tras una original y vintage vitrina de helados: una Volkwagen T2, modelo pick-up de 1972.

Una furgoneta que la pareja encontró a las afueras de Florencia y que mandaron a restaurar a imagen y semejanza de la que reina en el Verde Pistacchio de la Via Nazionale de Roma, convirtiéndose Cádiz en la primera extensión de la gelateria de la Ciudad Eterna que aúna tradición y modernidad. Un nuevo Verde Pistacchio con el que Carlos cumple su sueño de ser heladero (para el que se ha preparado en Italia) y en el que Amalia vuelca sus dotes creativas e informativas (pues la napolitana trabajaba en Milán en un gabinete de Comunicación) que han cristalizado en una heladería artesanal preciosa y con productos de calidad. Para muestra, sus helados de pistacho salado, rosa y cardamomo o crocante con guinda, muy demandados en este arranque que según Spagnoli "está siendo muy bueno".

No muy lejos, en José del Toro, la calle que, posiblemente, mejor puede llevar por bandera la diferencia y el gusto en la ciudad, tiene abiertas sus puertas desde hace cinco meses La Cápsula. Al frente, un emprendedor sobradamente conocido en Cádiz, Jose Moreno, vulgo Jose el del Indiegena. Doce años le valieron para ganarse el sobrenombre con su anterior proyecto de moda y complementos de lo más variado con el que se convirtió en pionero en la comercialización en la ciudad de las marcas que realizaban aquellas primeras camisetas de series y películas de culto con simpáticos mensajes o de ropa para aquellos que buscaban un estilo diferente.

Con La Cápsula, Moreno ha extendido el alcance de su proyecto anterior pues su en establecimiento encuentra acomodo para ropa, música y libros, todos ellos, procedentes de sellos independientes, convirtiéndose así, de nuevo, en la primera tienda de estas características en la ciudad. La diferencia y el espíritu underground del dueño no sólo se refleja en los productos que en La Cápsula se ofrecen, también en la estética de la propia tienda, donde los aires vintages coquetean abiertamente con el indie y con algún guiño al diseño industrial. Un ambiente que no desentona con el aire que ha cogido en los últimos años José del Toro donde apuestas como Pancracio, Calvichi's, la tienda de moda infantil Neverland, la cafetería-librería La Clandestina o las tiendas de cómics y juegos Player versus Player y Tierra Media crean una especie de discurso abierto, cosmopolita y divertido.

"¿Y ya has ido a Nena Melenas?". En su consabida bonhomía, Jose Moreno recomienda a la competencia. Y no es para menos, pensamos cuando atravesamos las puertas de la pequeña tienda de la calle San Pedro puesta en marcha hace unos 10 meses, con buen gusto y buen criterio, por Raquel Humanes y Marta Porcel (y sus envidiables melenas).

Moda bonita y ecológica, sostenible, de marcas y showrooms que aseguran el sueldo digno a los trabajadores que participan en cada uno de los procesos del producto, ilustraciones de diseñadores, complementos que buscan el respeto al medio ambiente y la puesta en valor de la belleza en cada coqueto rincón del establecimiento son algunos de los pilares en los que se basa el proyecto de estas dos amigas que también se preguntaban, "¿por qué no hay tiendas así en Cádiz?", cuando iban de compras a Madrid o a Sevilla.

La conciencia medioambiental también se respira en La Virreina, un ultramarinos que se queda con lo mejor del pasado y lo mejor del futuro. La Virreina es la casa de aire colonial que las hermanas María José y Blanca Treviño abrieron el pasado 4 de diciembre en la calle Compañía, que en el siglo XVII suponía uno de los tramos de la larga calle Virreina, llamada así porque en ella residía la Virreina de Chile. Ésta y otras muchas más historias puede contar María José Treviño sobre su establecimiento donde todo, absolutamente todo, tiene un sentido, desde el cartel del antiguo almacén de aceite La Virreina de 1655 (con el que dio tras una búsqueda en el Archivo Histórico de Cádiz) a la solería que también nos traslada a las casas de la ciudad de época colonial.

Los productos (desde las legumbres al té, pasando por las especias hasta el aceite) también nos llevan a la época del floreciente comercio con América. Buscando, eso siempre, la calidad y la frescura del producto que en muchos casos son de kilómetro 0 y ecológicos, al igual que el packaging (embalajes) donde prima el papel reciclado, los sacos e, incluso, las Treviño animan a su clientela a traer sus propias bolsas donde ellas, sin problemas, les embalarán el producto. Hay hasta quien ya se ha hecho su propio saquito para las legumbres, según cuentan.

Los tés, las hierbas medicinales, gominolas artesanas y especias también han encontrado su lugar en otra calle de la ciudad, San Francisco, donde el producto se nos mete por los ojos, y por la nariz. Porque es extraño que alguien no frene el paso ante los colores y los olores del Herbolario Titi & Carpi que en poco tiempo también se ha hecho con una clientela fija en la ciudad.

Clientes que tampoco le faltan a otro comercio que nos asalta por las fosas nasales, Sabores de antaño. Esos peroles trabajando en la garrapiñada mañana y tarde son buena parte del motor de este establecimiento de la calle Columela que desde que los cordobeses Rafael López y Rafael Toledano decidieran abrir en Cádiz el 9 de febrero no ha parado de conquistar a los gaditanos y, sobre todo, a los turistas, que no dudan en llevarse para sus lugares de origen el Pan de Cádiz, el turrón del duro o la popular garrapiñada de la tienda.

De antaño y de más ahora que nunca es Casa Torres, el almacén y bache con medio siglo de antigüedad en la calle de la Rosa que desde el 13 de agosto de 2017 disfruta de una segunda, y vigorosa, vida como tasca con encanto. Marisa Torres de la Barrera, hija del fundador de la casa, Pepe Torres, decidió con mucha nostalgia y pena en el cuerpo dar un giro al negocio de su padre. Renovarse o morir. No quedó otra. Pero, hasta ahora, su apuesta resulta ganadora. Conservar la antigua estantería con una mano de pintura, tirar la pared que separaba los dos ambientes, lustrar la barra, dejar a la vida las estructuras de madera originales... Autenticidad. La misma que en la mesa. Buenas conservas y buenas chacinas. El que va, regresa.

También buscan las delicias gastronómicas que ofrece nuestra provincia dos nuevos almacenes abiertos recientemente, La Cuesta Recaño, en la calle Sacramento, y La Charcutería del Barrio, en Los Callejones, una calle que sería el antónimo estético de José del Toro con algunas logradas excepciones como esta apuesta con cuatro meses de vida del joven Jesús Baro, que viene a poner el buen gusto a la turística vía que une La Viña con La Plaza, al igual que la algo más veterana peluquería La Bien Peiná de Desirée Orihuela.

Y acercándonos al barrio de la Viña, en ese mar de sombrillas sobre el que un balón podría recorrer la calle botando de una a otra sin tocar el suelo (versionando la leyenda de Hispania, sus bosques y la ardilla) encontramos un remanso de paz y modernidad llamado La Granja que junto con Divinas son las apuestas estéticas más potentes y diferentes de la concurridísima calle de la Palma.

Mientras que Divinas es la reinvención que Maripaz Gómez ha hecho del mítico bar El Gallego, de su padre Pepe Gómez (con una agradable carta y un coqueto ambiente), La Granja es el sueño de Juan Pérez Gómez, que ha regentado el establecimiento Don Pan de Bahía Sur (propiedad de la familia Ordoñez a la que pertenece su esposa) durante 25 años y que ansiaba tener un negocio propio.

Ese negocio es una cafetería y heladería elogiada ya por la variedad y calidad de sus zumos naturales, pastelería y helados que tiene el sello a medio camino entre el diseño industrial y rústico del interiorista Bruno Bermúdez, diseñador, entre otros espacios, de La Vaca Atada en la calle Nueva. Estética que se une a la vocación de calidad de los productos donde también se apuesta por el kilómetro 0 (productos de la zona) y por los productos ecológicos.

Porque nunca dejaremos de viajar pero, ¿quién no quiere la sorpresa y la belleza en su día a día? ¡Dónde mejor que en Cádiz!

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