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El turismo en Cádiz capital

Cádiz, capital del turismo

  • De pronto, la capital se ha convertido en uno de los referentes turísticos para periódicos como The New York Times o el alemán Die Welt 

  • ¿Por qué?

Turistas de visita a la Catedral de Cádiz

Turistas de visita a la Catedral de Cádiz / (Julio González)

Ayer el turismo que visitaba la provincia prefería las costas de Chiclana, El Puerto, Tarifa o Conil o el interior con las bodegas y los caballos de Jerez.

Hoy, en este selecto grupo ha entrado con fuerza, y con la intención de quedarse, la propia ciudad de Cádiz.

Sin armar ruido, en apenas unos escasos años, la capital ha subido puestos en el ranking provincial. Antes era un destino muy limitado a un turismo tradicional, el de las familias que venían a veranear a sus playas, especialmente extremeños, vascos y madrileños, aprovechando que aquí tenían, y tienen, su segunda residencia; ahora, por el contrario, la ciudad cada vez está más en boca de todos como un destino turístico de obligada visita.

Lo ha dicho The New York Times, la biblia del periodismo, que incluyó esta semana a Cádiz como destino turístico ideal entre el medio centenar de propuestas en todo el mundo. Una apuesta que se centra especialmente en la capital, de la que el cronista destaca que es poco conocida por el viajante americano, algo que, recomienda, debería de modificar.

Al hilo de lo dicho por el periódico neoyorquino, El País, el diario más vendido y leído en España, lanzaba en su edición digital una afirmación rotunda: “Cádiz, la ciudad de moda”.

Y hay más. Esta misma semana Die Welt, uno de los grandes periódicos alemanas, publicaba el reportaje “Una visita a Cádiz es la terapia más pura”, afirmando que "Cádiz tendría que darse con receta médica. La luz en la ciudad española actúa como antidepresivo. Además, hay kilómetros de playas de arena, un pintoresco casco antiguo y deliciosa comida", constatando que "Cádiz tiene que alardear de mucho".

Así, en apenas unas horas, la ciudad de Cádiz ha obtenido una publicidad exterior impagable, incluso incapaz de conseguir con la presencia en las grandes ferias internacionales del turismo, como Fitur o Berlín. Sólo hay que constatar las referencias en internet del reportaje del diario americano dedicado fundamentalmente a Cádiz.

Esta extraordinaria propaganda choca con la deficiente promoción pública que tiene la ciudad en materia de turismo, como reconocen y lamentan desde hace tiempo profesionales del sector. El propio alcalde, José María González, comentaba hace apenas unos días a este diario: “En lo turístico (Cádiz) camina sin hoja de ruta y tiene que diseñar un guión poniendo de manifiesto no solamente la belleza de sus playas, de su clima y de su luz sino también del protagonismo desde el punto de vista patrimonial, porque Cádiz es un museo al aire libre, pero eso hay que guionizarlo, y hay que venderlo, y eso no se ha hecho aún. Es uno de los grandes retos que tenemos ”.

Es cierto que Cádiz está cada vez más en boca de todos como ciudad turística, gracias al efecto que está teniendo el mensaje positivo de quienes la visitan por propia iniciativa. De aquellos a quienes la curiosidad les llevó en un momento determinado a viajar a una localidad tan lejos de todo. "¿Cómo es posible que no se dé a conocer una joya como ésta?", comentaban no hace mucho dos parejas de turistas, una francesa y otra americana, ambas con un alto poder adquisitivo, cuando visitaron el Oratorio de San Felipe Neri. O cómo es posible que se enamorasen de la playa de Cortadura, y del chiringuitos donde almorzaron, un grupo de turistas australianos, también con un alto poder adquisitivo, contando con las grandes playas existentes en ese continente. Sea como sea, son casos de grupos dispuestos a repetir visita y que no han dudado en trasladar a sus amistades las virtudes de esta ciudad tan pequeña, perdida en un extremo de España.

Hay cifras que avalan esta floreciente etapa turística de Cádiz. El año pasado se ha cerrado con récord de cruceristas: 425.000. De ellos, una media del 85% se quedan en la ciudad durante la escala del barco, cuando hasta no hace mucho la gran mayoría se iba a en autobús a Jerez o Sevilla.

La capital es, también, una de las ciudades españolas donde más ha crecido la apertura de apartamentos turísticos. Ya ronda el millar con más plazas que las que hoy se ofertan en los centros hoteleros, un sector también a la espera de aumentar su oferta.

Esta transformación de Cádiz como capital turística va más allá de la oferta de sol y playas, que ya se vendían en vistosos carteles en las décadas de los cuarenta y cincuenta del pasado siglo. Un ejemplo ha sido el pasado mes de noviembre, cuando la capital lideró el mercado del turismo nacional hotelero en toda la provincia, superando incluso a Jerez de la Frontera. Es un turismo desestacionalizado, muy importante pues afianza la marca Cádiz con mayor fuerza que el turismo puramente veraniego. Y se espera una buena cifra para diciembre, pues cada vez son más los que nos visitan para pasar aquí las fiestas de Navidad. Se supone que no por la atracción de la iluminación extraordinaria.

Tan buena imagen que damos fuera, tanto turismo en incremento, nos lleva a preguntarnos qué pasaría si tuviésemos bien redactada esa hoja de ruta de la que, el propio alcalde reconoce, adolece Cádiz. Una capital que no sabe aprovechar su legado histórico. Ahí tenemos al Teatro Romano que no acaba de despegar aunque ya sea visitado por más de cien mil personas cada año; ahí tenemos yacimientos arqueológicos desaprovechados, como el de Gadir, o abandonados, como los de Varela, o que simplemente están cerrados como todos los que están en manos de la Junta; ahí tenemos complejos como el de la Casa del Obispo cerrados desde hace años o museos, como el provincial, que acumula décadas de espera para la ejecución de su obligada ampliación.

Ahí tenemos el legado del Doce totalmente desaprovechado: apenas un triste Centro de Interpretación y el Oratorio que funciona de espaldas a este acontecimiento histórico a pesar de su papel esencial en el mismo. O el desprecio a la huella de los diputados constitucionalistas que aquí vivieron. Por no decir de las fortificaciones, murallas y castillos, o el legado marítimo y comercial.

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