La batalla de Santa María contra la droga

La pelea de todo un barrio contra la droga

  • En septiembre de 1994, los vecinos de Santa María se echaron con valentía a las calles para hacerles frente a los camellos y erradicar este problema

Manuel Chacón, Pepe Rodríguez, Josefa Torres y Antonio Gónez posan en la Merced, uno de los puntos neurálgicos del barrio de Santa María.

Manuel Chacón, Pepe Rodríguez, Josefa Torres y Antonio Gónez posan en la Merced, uno de los puntos neurálgicos del barrio de Santa María. / Joaquín Hernández 'Kiki'

Una placa en la fachada del número 14 de la calle Santo Domingo recuerda un pasado aún muy presente del barrio de Santa María. En ella, la AVV Las Tres Torres agradece a sus vecinos el coraje que le echaron al lanzarse a las calles para que la droga se marchara de ellas. "La Asociación Las Tres Torres del barrio de Santa María acordó en Junta colocar esta placa de homenaje a todas las personas que con su presencia y esfuerzo consiguieron recuperar el barrio", reza el azulejo que mantiene viva la batalla que ha permitido que dejara de ser el "perro sarnoso que de miseria se muere" al que Pedro Romero, su poeta, le cantó en 'Con gancho'.

Por suerte, la sarna se curó y Santa María reluce gracias al empeño de sus vecinos. La droga –el maldito caballo que tanto daño hizo en los años 80 y principios de los 90– desapareció, el Plan Urban funcionó y la rehabilitación del barrio hizo que sus habitantes cuenten con viviendas dignas.

El punto de inflexión se produjo en septiembre de 1994, momento en el que los habitantes de Santa María se rebelaron y comenzaron a visibilizar de manera pública un problema con el que estaban conviviendo a diario sin encontrar una solución. Comenzaron las guardias en las casapuertas para ahuyentar a los camellos y a los compradores, los termos de café para calentar el cuerpo durante las noches frías, las manifestaciones y las rondas por todo el barrio, y el reparto de pegatinas y pancartas por Santa María para advertir de que allí se vendía droga y la juventud se estaba muriendo por su culpa. Los vecinos perdieron el miedo al apoderarse de ellos el hartazgo ante una situación que ya era insostenible.

Ahora, 25 años después, los habitantes de Santa María muestran el orgullo de lo que consiguieron porque de esa pelea ha renacido su barrio, aunque se mantienen expectantes para que la historia no se vuelva a repetir. Pepe Rodríguez, Josefa Torres, Manuel Chacón y Antonio Gómez son cuatro vecinos que vivieron en primera línea todo lo que se hizo para que la droga se marchara.

Aunque el problema estaba presente "desde que entró la democracia", tal y como apunta Antonio Gómez, no fue hasta ese año de 1994 cuando los vecinos alzaron la voz para gritar que no podían seguir viviendo así. "Había miedo de que te señalaran como chivato", reconoce Antonio.

Santa María se llenó de pancartas en 1994 para luchar contra la droga. Santa María se llenó de pancartas en 1994 para luchar contra la droga.

Santa María se llenó de pancartas en 1994 para luchar contra la droga. / Joaquín Hernández 'Kiki'

Fueron las mujeres de la calle Santo Domingo las que lanzaron la alerta. Ya no podían ver más a las personas que acudían a Santa María a por su dosis de heroína para acallar el mono. No soportaban las broncas en la calle. No querían que sus hijos vieran a las personas que estaban enganchadas a la droga y que ellos también quedaran atrapados en sus garras.

Pepe Rodríguez, actual presidente de la AVV Las Tres Torres, recuerda que el día que el barrio estalla "los miembros de la Junta de la asociación de vecinos estábamos reunidos. Había ocurrido un problema en la calle Santo Domingo y se colaron allí ocho o diez mujeres diciendo que así no se podía vivir. Entonces, Juan Landi –por entonces presidente de la asociación de vecinos– fue el que dijo que había que empezar a moverse, meter a todo el mundo en el ajo y buscarle una solución al barrio".

El detonante, tal y como explica Pepe, fue una pelea en el número 16 de la calle Santo Domingo, en donde estaba el Bar El Abuelito, que posteriormente pasó a ser el Bar Batalla. "Allí era donde estaba todo lo más grande. Era un supermercado lo que había allí. A partir de ahí, fue cuando la asociación de vecinos y los vecinos empezaron a moverse", resalta Rodríguez, a lo que añade que "ya empezaron a venir también los vecinos de Mirador, Teniente Andújar y Botica". Este no era el único punto caliente, ya que estos cuatro vecinos son capaces de recordar con una memoria fotográfica otros que estaban en calles como Mirador o San Juan de Dios.

Si hay un nombre de una vecina que todos repiten por la labor que realizó en aquellos días, ese es el de Adelina Hidalgo. "Ella fue la promotora de que esto saliera adelante", comenta Josefa Torres. A él también añaden el de Manuel Chacón como una de las personas que más se expuso en la pelea frente a los camellos. "Él fue quien cogió el megáfono", cuenta Rodríguez.

El propio Chacón narra que "todas las tardes cogía el megáfono y dábamos una vuelta por el barrio. ¿Tú te acuerdas de cuando en Jerez murió un chaval porque le dieron polvo de ladrillo? Yo le decía a los chavales: "Tened cuidado que por mil pesetas os están dando polvo de ladrillo y os están matando". A mí me llegaron a sacar una pistola en la calle Mirador. Yo me la jugaba en nombre de todo el mundo, igual que todo el mundo se la jugó”.

Josefa Torres, que en aquel momento era vicepresidenta de la AVV Las Tres Torres, aún guarda de recuerdo las pegatinas que se hicieron. “Son las únicas que tengo”, se excusa Josefa, aunque son muy significativas al apelar a mensajes como "Drogas no. Camellos fuera. Por un barrio sin drogas", "Porque queremos un barrio limpio de drogas" o "Luchamos por el futuro de nuestros hijos". Porque, principalmente, además de reclamar que el barrio no podía seguir así, los vecinos de Santa María miraban por sus hijos. "No queríamos que los niños vieran esas cosas, aunque nunca se metieron con los niños del barrio", afirma Josefa. De hecho, una de las cosas que repiten es que los problemas los provocaban las personas que llegaban de fuera de Santa María. "Los de aquí siempre han respetado no solo a la mujeres, sino a los niños y a todos”, recalca Josefa, a lo que Antonio aporta que "es que todos nos conocíamos desde chicos". "Los problemas venían con la gente que no era del barrio. Los que vendían que eran del barrio te respetaban", remata Rodríguez.

La batalla se libró en varios frentes, ya que además de en el interior, también había que enfrentarse a la llegada de la droga desde el exterior para que se pudiera vender. Así, indica Chacón que "los hombres nos íbamos todos los días a las Puertas de Tierra porque por allí venía siempre una que traía el cargamento, una tal Isabel. Ella nos veía a nosotros y no entraba en el barrio”. Una presión popular que hizo efecto a pequeña escala al mostrar por dónde entraba la droga a Santa María.

Vecinos del barrio de Santa María hacen guardia hace 25 años en la esquina entre las calles Botica y Teniente Andújar. Vecinos del barrio de Santa María hacen guardia hace 25 años en la esquina entre las calles Botica y Teniente Andújar.

Vecinos del barrio de Santa María hacen guardia hace 25 años en la esquina entre las calles Botica y Teniente Andújar. / Joaquín Hernández 'Kiki'

A pesar de esto, la lucha más importante estaba en el propio barrio, en lo que ellos llaman "las cuatro esquinas", que son las que forman las calles Santo Domingo, Teniente Andújar, Botica y Mirador. "En aquella época, muchas personas se llevaban en la calle hasta las cuatro o las cinco de la mañana y tenían que entrar a trabajar en Astilleros a las siete de la mañana. Dormían por las tardes y bajaban desde las 11 de la noche hasta que se marchaban para trabajar", explica Rodríguez.

En las alturas también estaba presente la guerra contra la droga, ya que en muchos puntos de Santa María se colgaron pancartas para espantar a los camellos. "Yo pinté unas jeringuillas grandes y pusimos las pancartas en todas las esquinas de entrada al barrio", expone Chacón.

Con todo, en aquel momento el problema era evidente dentro de la ciudad porque hasta los propios gaditanos no querían pasar por este barrio. "El mayor parque de jeringuillas estaba en la Cárcel Real cuando estaba en ruinas. Llegaban con el mono y estaban locos por irse para allá", cuenta Antonio sobre uno de los lugares de los que se huía. "Es que no se podía pasar por el barrio y ahora puedes pasear tranquilamente", apunta Josefa sobre lo que se vivía en aquella época.

Por suerte, el barrio de Santa María ya es otro. La infravivienda está casi desaparecida, las cocinas y los baños comunitarios ya no existen, la droga no persiste en las calles, el barrio es un foco turístico de la ciudad e, incluso, cuenta con hoteles –en la calle Mirador, por ejemplo, pronto abrirá un nuevo establecimiento de dos estrellas– y albergues para visitantes.

Sin embargo, el miedo no se ha marchado. "Ahora mismo no pasa eso, pero llega un momento en el que estás viendo que el barrio se te va a ir de las manos y antes de que se vaya el barrio de las manos, pues tendremos que manifestarnos porque no nos hacen caso", sentencia Pepe Rodríguez.

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