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Cádiz

San Carlos respira ya tranquilo

  • Vecinos del barrio azotado por el humo del incendio en el muelle se quejan de la falta de información Garganta reseca, dolores de cabeza e irritación ocular, principales afecciones

Ojos irritados, gargantas secas, cristales sucios. Pero, sobre todo, malestar ante la desinformación. San Carlos sufrió durante dos días, martes y miércoles, las desagradables molestias del humo generado por el incendio de la nave de Pleamar, que cruzaba el muelle y, ayudado por la dirección, del viento, azotó el barrio. En la mañana de ayer, los vecinos respiraban, nunca mejor dicho, más tranquilos. "Olía a barbacoa", señalaba Julio Navarro, de la farmacia de República Argentina, uno de los comercios de la zona de las Tres Carabelas donde se improvisaban tertulias en las que los vecinos cruzaban quejas. "Venía todo el mundo asustado, especialmente los mayores. La gran preocupación era si el humo era tóxico. Incluso hay quienes decían que era cancerígeno". Navarro achacaba las dudas, y las exageraciones, "a la falta de información". Según él "una mujer llamó desde la puerta de la farmacia a la Policía Local y le dijeron que era competencia de la Autoridad Portuaria y de los bomberos, que podrían haber, digo yo, tranquilizado a la población".

El calor que aún padece la ciudad se alió con el humo. Ventanas y terrazas abiertas para refrescar invitaban a entrar a tan molesto visitante. Antonio Plaza, trasteando en su plaza de garaje, reconocía que en su bloque habían llamado al 061 para preguntar por la posible toxicidad del humo. "Tengo una nieta que ha padecido laringitis por culpa del humo, con una enorme tos perruna. Pero entre los vecinos, lo común ha sido el dolor de cabeza", aseguraba. Desde su casa, que da al muelle, el edificio de Pleamar "ni se veía".

En Alimentación Las Tres Carabelas su propietario, Paco Cortés, ha escuchado estos días tras el mostrador la crónica vecinal. Ayer, en un rincón del ultramarinos, Enrique, asiduo parroquiano, contaba cómo "un polvo blanquecino" se había pegado a los cristales de las ventanas de su casa, en la Alameda Apodaca. Decía esto mientras entraban en el establecimiento estudiantes del cercano instituto Cornelio Balbo. Sara Neto estudia y vive allí. Es la hija del conserje. "El martes por la noche al llegar a casa la calle no se veía", relataba. Su clase, la de 1º de CAE (Cuidados Auxiliares de Enfermería), se encuentra "justo enfrente" de la nave incendiada. "Con el calor no podíamos cerrar la ventana y acabamos todos con la garganta reseca. Olía tan fuerte que el jefe de estudios nos mandó a casa media hora antes el miércoles", explicaba Sara. En el colegio Celestino Mutis, dos profesoras en hora de recreo reconocían que se habían "asustado" ante el "denso" humo, pero que afortunadamente no había afectado a los escolares

El humo, que se dejó notar en la otra punta del casco histórico, La Viña y El Balón, afectó a todo el frente del puerto gaditano. Dolores Gómez, que regenta el puesto de helados en la parada de autobús de la plaza de España, estuvo dos días "dándole al ventolín porque padezco de los bronquios". Decía haberse encontrado "asfixiaíta y con la garganta seca". Dolores aseguraba haberse levantado en la noche del miércoles en su casa, en el Campo del Sur, creyendo que había fuego en su cocina. "Al momento me di cuenta de que el olor venía del muelle", añadió.

Un crucero no dejaba ver ayer desde San Carlos el edificio siniestrado, del que salía escaso humo. Curiosamente, ni el martes ni el miércoles hubo escalas en el muelle. De haberlas habido, hubiera sido un gran contratiempo para los turistas.

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