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Cádiz

Pequeño tráfico, gran problema

  • Agentes policiales de la Udyco Bahía de Cádiz luchan diariamente con los traficantes que mueven droga a pequeña escala en una labor colosal por la cantidad de zonas a cubrir

En Cádiz se mueve mucha droga. El paraíso que algunos venden, el de las playas y la buena calidad de vida, esa que muchos confunden al sumar las horas de sol al año, tiene sus puntos negros, sus bajos fondos y una economía sumergida que hace que haya quien subsiste gracias al menudeo, al pequeño tráfico de sustancias estupefacientes, a invertir los 400 euros de una pequeña pensión en comprar droga para venderla y triplicar sus ganancias. Porque en la capital gaditana, en contra de lo que algunos quieren creer, no sólo se trafica con hachís, con la bellotita, el porrito. Cádiz vive un auge en el consumo de drogas como la heroína, la cocaína, el rebujito (la mezcla de ambas) o drogas psicotrópicas y de diseño. El negocio es lucrativo y requiere un descomunal esfuerzo por parte de la Policía para vigilar todos los frentes. Porque, contrariamente a lo que se ha dicho en alguna ocasión, la droga no ha bajado su precio, lo que ha cambiado es el formato en que se ofrece a los compradores. Si antes el gramo de cocaína se vendía a 60 euros y nadie preparaba dosis de menos de un cuarto, ahora los traficantes venden papelas de 100 miligramos por 10 euros. Esto quiere decir que en realidad están vendiendo el gramo a 100 euros, pero es más fácil acceder a la mercancía, porque cuesta menos trabajo conseguir 10 pavos para meterse dos rayitas o para una dosis de rebujito que calme el potente mono de la heroína.

¿Y de dónde viene esa droga? Vayamos por partes. El jefe de la Unidad de Pequeño Tráfico de la Udyco de la Comisaría Provincial nos cuenta que las drogas duras (cocaína, heroína y rebujito) llegan a Cádiz desde Sanlúcar de Barrameda. Carlos, por llamarlo de alguna manera, relata como los clanes más arraigados, que operan desde hace años en la Desembocadura del Guadalquivir y en los que siempre queda alguien en pie para seguir con el negocio, venden papelas a bajo precio que luego son puestas en el mercado a 10 euros. Algunos van con 90 euros a Sanlúcar y se vienen para Cádiz con 16 papelas, por lo que se ganan 70 euros limpios. Si llevan 900, pues sacan 700. Es un tráfico constante que necesita de muchos efectivos policiales, un esfuerzo que sólo se consigue con profesionales que aman lo que hacen, ir a por los que no cumplen la Ley a pie de calle.

La Policía ha detectado que se ha exportado de Madrid otra costumbre. Algunos toxicómanos con coche propio se prestan a llevar a los compradores a Sanlúcar a cambio de que le paguen la gasolina y le regalen un par de papelas. "Los autobuses de línea también van llenos de gente que sale de Cádiz hacia Sanlúcar a comprar". Algunos van cada día y vienen cargados con pequeñas bolsitas selladas con hilos de colores que varían según sea el producto que guardan. Los agentes los esperan, los siguen, los vigilan para cogerlos con las manos en la masa, en un pase de droga, para que no puedan decir que esas dos papelas que llevan son para consumo propio. Porque así funciona esto. Nadie sale a la calle con mucha cantidad. "Llevan dos, tres papelas envueltas en papel film y metidas en la boca, por si los paramos tragárselas rápidamente", dice Carlos. Recientemente una chica fue interceptada pero consiguió tragarse de golpe todas las pequeñas papelas que llevaba envueltas, lo que puso en riesgo su vida. Como se negaba a que le hicieran radiografías para detectar la droga, fue ingresada en el Puerta del Mar por orden del juez. La Policía la custodió y esperó a que evacuara a la mañana siguiente para rebuscar las papelas y enviarlas al laboratorio de toxicología de Sevilla. Es sólo un ejemplo. "Otras veces, durante las vigilancias, oímos como los vendedores recomiendan a los compradores que lleven la droga en la boca y se la traguen a la menor sospecha".

Por lo que refiere a las drogas blandas, el hachís sobre todo, sigue llegando de Marruecos. Actualmente se ha notado un aumento de jóvenes que viajan a Ceuta o a Tánger, a través de Tarifa, para comprar bellotas de hachís de 10 gramos. Allí las pueden adquirir por menos de 10 euros, son más baratas cuanto más se penetra en territorio marroquí, y aquí las venden a 50 euros. "El margen de beneficio nunca es menor de los 25 euros por cada bellota", nos cuenta Carlos, que dice haber presenciado como algunos culeros pueden llegar a tragar hasta 160 bellotas. Algunos actúan por su cuenta, pero otros se meten en este peligroso negocio, que puede acabar con su vida, por encargo. "En Chiclana murió un chaval por una obstrucción intestinal", recuerda, a la vez que apunta que "en Cádiz hay pisos donde estas personas llegan para soltar la carga que llevan en su interior".

Eso sí, a más viajes, más riesgos. Hay que pasar fronteras vigiladas y los que han tragado más de 100 bellotas dejan a la vista síntomas como el abultamiento de su abdomen o el blanquecino color de la lengua. "Se les pone blanca de tanto beber leche o yogurt líquido para poder tragarlas. Es una práctica muy peligrosa", dice Carlos. A estos jóvenes que traen la droga desde Marruecos les pueden dar entre 400 y 500 euros por viaje, pero su propio pasaporte los delata. "Hay gente que viene de Bilbao y en el pasaporte pone que han pasado un día en Marruecos. Un viaje tan largo ¿para qué...? Es sospechoso por lo menos ¿no?". También saben estos traficantes que no es lo mismo que te pillen en Ceuta que en Tánger, porque no es igual una cárcel española que una prisión marroquí, donde decenas de presos se hacinan en pequeñas celdas en condiciones infrahumanas.

La Policía advierte de que hay personas que piensan que con decir que la droga que le encuentran es para consumo personal tienen resuelto el problema, que todo se puede quedar en una sanción administrativa. Sin embargo esto no es así. "Cuando cogemos a alguien con poca cantidad, pero tiene antecedentes por tráfico de estupefacientes y, por ejemplo, lleva la droga escondida en sus partes, y dividida en diez bolsitas, lo más normal es acusarlo, porque se tratan de indicios que lo inculpan. O si alguien lleva medio kilo de cocaína y dice que es para su consumo de los dos próximos años. No tiene sentido".

Normalmente, los traficantes que son sorprendidos evitan ir a juicio y aceptan una condena que suele ser de dos años de prisión. "Nosotros tenemos una efectividad del 95% de condenas", dice Carlos.

Además de la cocaína o la heroína, en los últimos tiempos ha entrado en Cádiz una nueva droga: la ketamina (clorhidrato de ketamina), que llega exportada de países del centro de Europa. En el mercado ilícito, la ketamina puede presentarse de muchas formas: líquido incoloro, polvo blanco (cristales blancos), comprimidos o cápsulas, por lo que es posible utilizarla por distintas vías de administración: intravenosa, intramuscular (líquido), rectal (líquido), nasal (polvo), pulmonar fumada (polvo) y oral (líquido, comprimido, cápsulas), y mezclada con cocaína es denominada Special Calvin Klein, convirtiéndose en un potente alucinógeno. A dosis bajas los efectos se parecen a una borrachera por alcohol o sedantes, con pérdida de coordinación y dificultades para hablar y pensar, visión borrosa. Ya a dosis altas, puede producirse un viaje psicodélico muy fuerte, pudiendo aparecer delirios y pseudoalucionaciones, perdiéndose la noción de quién se es y de dónde y con quién se está, con pérdidas de la noción del tiempo y del reconocimiento de lo que pasa alrededor. Algunas personas se ven fuera de su cuerpo o piensan que han muerto o se van a morir. La ketamina provoca una dependencia psicológica muy alta y una rápida tolerancia.

Para vigilar todo Cádiz la Udyco cuenta con algunos efectivos que trabajan día y noche con buenos resultados. Porque el pequeño tráfico provoca grandes problemas.

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