Cádiz

Historias de una mili olvidada

  • Tres personas, desde tres prismas diferentes, narran los recuerdos que guardan tras cumplirse el décimo aniversario de la supresión del Servicio Militar Obligatorio por parte del gobierno de José María Aznar

El pasado 9 de marzo se cumplieron diez años de la suspensión del Servicio Militar Obligatorio. El Real Decreto 247/2001 abrió paso a la profesionalización del Ejército. El gobierno de José María Aznar, con Federico Trillo como ministro de Defensa, llevó a cabo la reforma y modernización de las Fuerzas Armadas.

Una defunción que fue tomando forma con la madurez de la democracia. En los primeros años de libertades, todavía se hacía complicado entender que la juventud no quisiera acudir a la llamada de la madre patria para estar a su servicio. Sin embargo, la lucha social propició un cambio de mentalidad.

Diez años sin la mili dan para repasar una época bonita, pero dura para los que la vivieron. Insumisos, objetores y cumplidores con el Estado, tres colectivos que guardan en su memoria recuerdos diferentes.

Tres historias para recordar un pasado que ya no va a regresar. Depende del prisma con el que se cuente, todo testimonio tiene su parte positiva y su parte negativa, pero siempre será recordada una etapa importante de la vida.

Juan Domingo Valderrama es un abogado gaditano. Dentro de su apariencia seria, fruto de su profesión, esconde una convulsa historia como uno de los insumisos que fueron juzgados en la provincia de Cádiz.

Parte activa en el movimiento pacifista gaditano a finales de los 80 y principio de los 90, Juan Domingo se hizo insumiso desde los 16 años. "Se juntaron varias circunstancias para hacerme insumiso. La primera era que ya estaba comprometido con la lucha social en grupos pacifistas y ecologistas. Esto se mezcló con el lado personal. Tenía amigos que con 17 años hicieron la mili como voluntarios que me contaban cosas que me aterraban y veía que los derechos humanos en los cuarteles no entraban".

Cuando cumplió la mayoría de edad, recibió la carta de incorporación al servicio. "Me destinaron a los Pirineos. En un acto de protesta ante la Capitanía Militar de Sevilla, unos 400 insumisos de toda Andalucía devolvimos nuestras cartas de ingreso en la mili. Desde ese momento, sabíamos que en cualquier momento podríamos ser imputados por un Tribunal Militar", relata el insumiso.

Este abogado nació en Cádiz, pero parte de su juventud la pasó en Algeciras. Valderrama se convirtió en el primer insumiso que fue juzgado en el Campo de Gibraltar. Un 24 de enero de 1995, el magistrado Manuel Estrella, actual presidente de la Audiencia Provincial de Cádiz, condenaba a Juan Domingo a cuatro meses de prisión. "Yo llevaba poco tiempo ejerciendo como abogado, por lo que una sentencia como ésta no me permitía desarrollar mi profesión". De la sentencia, recuerda que "el Fiscal pidió 18 meses de prisión, que era lo que se pedía a todos los insumisos de aquella época. El magistrado mostró en la sentencia que lo hacía por obligación legal y me aplicaba atenuantes. El Fiscal la recurrió y la Audiencia Provincial le dio la razón". A pesar de esto, Juan Domingo se libró de la cárcel tras la supresión de la mili.

Sobre el movimiento pacifista, Juan Domingo recuerda que "no estábamos bien vistos socialmente. Los partidos políticos cuando hablaban de este asunto, en su inmensa mayoría eran partidarios del Servicio Militar Obligatorio. Éramos unos marginados".

Una lucha social en la que el abogado participó activamente, con "acciones de protesta como encadenarnos en los gobiernos militares o protestar en las calles".

De su memoria, lo único que Juan Domingo borraría es "el mal trago que pasaron mis padres".

Una historia parecida, aunque con diferentes matices, la vivió José Luis Núñez, actual presidente de la ONG CEPA. En su relato, Núñez guarda una mezcla de objeción de conciencia e insumisión, aunque no llegó al extremo de Juan Domingo.

Este exfutbolista del Cádiz B, San Fernando y Sanluqueño, entre otros equipos, tuvo que renunciar a realizar el servicio militar tanto por motivos ideológicos como por otros personales. "Yo el tema de las armas y el Ejército nunca lo había entendido. Yo había sido educado en unos valores en los que el Ejército si no era profesional no tenía sentido. También, mi madre era viuda y el único sueldo que entraba en mi casa era el mío de futbolista. Además, en ese momento realizaba talleres ocupacionales en CEPA".

Su periplo fue complicado, aunque en él estuvo acompañado de su amigo Juan Jesús Cardoso. "Cuando nos hacíamos objetores de conciencia, se nos pedía información sobre nuestras afinidades. Yo pedí algo relacionados con la educación ya que estudié Magisterio. Sin embargo, me mandaron a trabajar al Archivo Histórico Municipal, mientras que a Juan Jesús lo mandaron a Cruz Roja", relata Núñez.

Ante unos destinos equivocados, los dos amigos tomaron la misma decisión: abandonar la objeción de conciencia. "Mi trabajo consistía en coger volúmenes y ordenarlos. Yo quería realizar un servicio que realmente sirviera a la comunidad y si me hubiera tocado con algo relacionado a la educación lo habría hecho", narra José Luis.

Así, en 1996, fueron declarados prófugos. Sin embargo, lo pudieron salvar gracias a todo el trabajo de voluntariado que realizaban. "Me amenazaron con mandarme a Almendralejo cuando abandoné la objeción. Pedí que se convalidara mi trabajo en CEPA como voluntariado en servicio a la comunidad. Tardaron unos siete meses en contestarme y cuando lo aceptaron me declararon cinco años en reserva", cuenta el presidente de CEPA.

Gracias a esto, José Luis Núñez pudo seguir desarrollando su trabajo en la asociación, que también se ha "beneficiado de los objetores que nos llegaban".

Por último, también hay personas que guardan un buen recuerdo de su época en la mili. Manuel Camacho estuvo 23 meses realizando el servicio militar. La instrucción, que duró tres meses, la hizo en el cuartel de Cerro Muriano, mientras que los otros 20 meses restantes los pasó en la Artillería XV en los cuarteles de Varela.

"Guardo mucho cariño de mi etapa en la mili. Me dio una formación y una madurez que en 1966 no tenía. Para mí, es un antes y un después dentro de mi vida".

Un periodo de tiempo en el que Manuel tuvo que abandonar su trabajo como vendedor de KAS en Cádiz. "En aquella época teníamos asumido que durante la mili no podíamos hacer nada. Por eso, no lo considero una pérdida de tiempo. Las empresas también lo asumían y no te hacían fijo hasta que no hicieras el servicio militar, como me pasó a mí", narra.

Manuel no lo recuerda como una época demasiado dura, ya que al hacerla en Cádiz "sólo tenía que estar en el cuartel por la mañana". Aún así, comenta que lo peor lo pasaba en las guardias en el castillo de Santa Catalina. "Teníamos que cuidar de los presos que estaban allí y pasábamos mucho miedo. Ante cualquier problema, siempre teníamos orden de disparar", afirma Manuel

Y en la memoria, muchas anécdotas que contar, como la jura de bandera en el comedor de Cerro Muriano por culpa de la nieve o un burro apresado en Santa Catalina por haber matado "de una patada a un general".

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