Cádiz

Hermanos que regalan vida

  • Carlos Carrillo está vivo gracias a la generosidad de su familiar, que decidió donarle un riñón

  • En los casos de Alberto Carmona y Javier Córdoba fue la médula ósea

Emilio José Carrillo de las Heras lo tiene claro: la mayor satisfacción de su vida ha sido poder donarle un riñón a su hermano Carlos. Asegura que esta satisfacción es mayor incluso que la de ser padre, "porque para ser padres estamos preparados, pero para ser donantes no". En su opinión, "no hay mejor sensación que saber que tú has salvado la vida a alguien. Para mí es un motivo de agradecimiento. Tengo que darle gracias a la vida por haberme dado la oportunidad de ser donante, porque hay muy poca gente que tenga la oportunidad de serlo". Por eso, aconseja que todo el mundo que pueda sea donante.

Su hermano Carlos padece enfermedad de Crohn y, además, tenía quistes en los riñones. Nunca le habían dado problemas, pero en febrero de 2014 sufrió una obstrucción intestinal por la que tuvieron que operarle de urgencia en el Hospital de Villamartín, ya que él vive en Arcos. La operación salió bien, pero los médicos le dijeron a su mujer que existía el riesgo de que se infectaran los quistes. Efectivamente, unos días más tarde, empezó a orinar sangre y a tener dolores: se habían infectado los quistes de los dos riñones.

No hay mejor sensación que saber que tú has salvado la vida a alguien"

Tras permanecer 15 días ingresado, le dieron el alta y estuvo dos días en casa con fiebre. Acudió al Hospital de Jerez y estando en Observación, la doctora Myriam Eady -a la que él llama su ángel de la guarda-, informó a su familia de que Carlos estaba muy mal y había que ingresarlo. Tenía septicemia, es decir, una infección grave generalizada en todo el organismo. "Estaba hinchado y tenía los riñones también hinchados", afirma Carlos, quien recuerda que en ese momento "empezaron a dializarme y a tratar la infección tan grande que tenía". Cuenta que con la diálisis fue remitiendo la hinchazón pero los riñones no mejoraban. Lo llevaron al Hospital de Puerto Real para realizar la embolización del riñón derecho, que es el que tenía peor, pero la infección no remitía y "vieron que la única solución era quitarme los riñones. Pero estaba en tan mal estado que los urólogos dijeron que así no podían meterme en quirófano porque mi vida corría peligro".

En ese momento entró en juego de nuevo su ángel de la guarda, que aconsejó a la mujer de Carlos que hablase con el jefe de Urología para que lo intervinieran. Entonces, "mi mujer firmó un consentimiento para que me operaran bajo su responsabilidad y el Miércoles Santo de 2014 me operaron para quitarme los riñones. No daban un duro por mí, pero al final salió todo bien".

Comenta que cuando salió del hospital, "pesaba 43 kilos y no podía andar ni mantenerme recto, porque me había pasado tres meses en la cama".

Al quitarle los riñones, su vida dependía de la diálisis, a la que se sometía cada dos días en el Hospital de Jerez. Al principio, iba en ambulancia, pero luego en su propio coche. Volvía exhausto a su casa. Afirma que lo más duro de los dos años que estuvo en diálisis fue que no tenía fuerzas para poder disfrutar de su hijo.

Durante ese tiempo, los tres hermanos de Carlos empezaron a hacerse pruebas para ver si alguno era idóneo para donarle su riñón. Uno de ellos no podía por tener un grupo sanguíneo diferente y la hermana sufría una afección urinaria, por lo que tampoco podía ser donante; así que sólo quedaba Emilio. "Me hice pruebas para comprobar que todo estaba bien y podía donar", afirma.

Emilio asegura que todo el proceso fue para él "muy ilusionante" y que nunca tuvo dudas ni temores. "Cuando salí del hospital, la gente me preguntaba cómo estaba y yo siempre respondía: ¡Feliz!".

Ambos hermanos recuerdan que el día de la donación fue una fiesta para ellos. Desde un mes antes, conocían la fecha -"fue el mes más largo de mi vida", en palabras de Carlos-, y la jornada del ingreso se reunió toda la familia a comer para celebrarlo. Carlos cuenta que el último día de diálisis fue "emocionante" porque había hecho muy buenas relaciones en el Hospital de Jerez con los profesionales. El trasplante se llevó a cabo el 17 de febrero de 2016 en el Hospital Puerta del Mar.

Emilio señala que sólo estuvo ingresado "cuatro o cinco días", y lo que peor llevó tras la operación fue "que no me daban de comer". Carlos estuvo ingresado una semana -los primeros días en aislamiento- y dice que pasó muchos dolores en el postoperatorio. El reencuentro de ambos fue "en un bar para celebrarlo".

"Gracias al trasplante, pasé de estar vivo a tener una vida, porque la diálisis te limita mucho. Tenía que controlar todo lo que comía y bebía, pesándolo antes de comer y pesándome yo después de comer", manifiesta Carlos, quien afirma: "Hasta lloré la primera vez que hice pipí después de dos años, al ver que todo funcionaba bien. Fíjate que es algo sencillo, a lo que no se le da importancia, pero yo todavía valoro el poder hacer pipí".

Carlos ha tenido que jubilarse de manera anticipada, pero por lo demás, asegura que hace vida "totalmente normal", con un pero: "Lo único que no puedo hacer es jugar al fútbol, que era mi pasión. Pero bueno, ahora juega mi hijo por mí".

Emilio sí que hace vida "absolutamente normal", sólo tiene que someterse a controles médicos anuales por el hecho de tener un solo riñón.

Carlos está muy agradecido a su hermano por su acto de generosidad, y "porque siempre ha estado ahí. No sólo en esto; siempre ha sido mi salvavidas". También a su mujer, "que tuvo la valentía de tomar esa decisión que salvó mi vida y la fuerza de aguantarme durante esos dos duros años".

Asimismo, tiene palabras de agradecimiento para todo el equipo médico, de enfermería y auxiliares del Hospital de Jerez y para el "excelente trabajo y trato" del Servicio de Urología del Hospital Puerta del Mar que hizo la extracción del riñón y el trasplante. Así como para el equipo de Nefrología y, especialmente, la doctora Teresa García, responsable del programa de donante vivo del hospital gaditano.

Alberto Carmona y Javier Córdoba también están vivos gracias a sus hermanos. Ambos padecieron leucemia y para curarse necesitaban un trasplante de médula ósea alogénico (de otra persona).

Teresa Córdoba, hermana de Javier, asegura que cuando le dijeron que era compatible con su hermano le dio "mucha alegría, porque aunque estaba con él todos los días, acompañándole en el hospital, tenía una gran sensación de impotencia por no poder aliviarle, y vi en la donación una oportunidad de ayudarle. Ahora siento una satisfacción muy grande". Cuenta que ella se hizo donante de sangre a los 18 años y de órganos a los 20, pero no era donante de médula. Se ha hecho después de haberla donado a su hermano. "Soy donante habitual de sangre porque siempre hace falta sangre y nunca sabemos si en algún momento podemos necesitarla nosotros. Hoy soy donante pero mañana puedo ser receptor", apunta.

Moisés Carmona, hermano de Alberto, asegura que cuando supo que él era compatible, "vi con normalidad el donarle la medula a mi hermano, hice lo que tenía que hacer".

La donación tanto de Teresa como de Moisés fue por aféresis (extracción de sangre conectado a una máquina que filtra las células madre y luego devuelve la sangre al donante). La hermana de Javier explica que "se trata de un proceso muy sencillo, es ambulatorio y no necesita anestesia. Dura unas cuatro horas y mientras, puedes estar desayunando", señala.

Javier considera que a ellos les tocó "el gordo de la lotería", porque tuvieron la suerte de que uno de sus hermanos era compatible y pudieron ser sus donantes. "No hemos vivido la angustia de esperar un donante, además, el éxito del trasplante con un hermano es siempre mayor al tener una compatibilidad muy elevada", explica Alberto.

Este gaditano destaca que la enfermedad que pasaron y los tratamientos son largos, "hay días muy duros y la batalla es ardua, pero se gana. Y para eso tiene un papel fundamental el personal sanitario y el apoyo de la familia y los amigos", comenta Alberto, quien coincide con Javier en afirmar que "la fortaleza física y mental llega a unos límites que no conocíamos". Javier quiere resaltar la importancia de tener ánimo y fortaleza mental: "Es esencial para salir de la enfermedad", sostiene.

Ambos consideran que tras el trasplante han vuelto a nacer. "Si no fuera por eso, no estaríamos vivos", manifiesta Alberto. Javier añade que ahora ve la vida "de otra forma, los problemas ahora son mas pequeños. Vives cada momento con más intensidad y disfrutas más de la familia y de los amigos".

Los dos aseguran que actualmente llevan una vida prácticamente normal, y hasta pueden hacer deporte a nivel competitivo. De hecho, han participado en los Juegos Nacionales para deportistas trasplantados, celebrados este año en Granada, y en los XXI Mundiales para deportistas trasplantados, que han tenido lugar en Málaga, también este año. En ambas competiciones consiguieron varias medallas en distintas modalidades. Alberto hace hincapié en la importancia de realizar actividades deportivas para la recuperación de la enfermedad y para tener una buena calidad de vida.

También llama la atención sobre la importancia no solo de ser donante de órganos y tejidos, sino también de sangre. Porque durante su enfermedad, tuvieron que hacerle casi medio centenar de transfusiones de sangre y unas 25 de plaquetas. En el caso de Carlos Carrillo, el número de transfusiones durante todo el proceso de su enfermedad fueron más, llegando a unas 70 transfusiones sanguíneas. "Gracias a las donaciones estamos vivos", insiste Alberto.

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