Cuando el Drago echó raíces
Dos profesores y una antigua alumna del Instituto Drago recuerdan los primeros años de existencia del centro educativo, ahora que se cumple un cuarto de siglo de su constitución
"Empezamos de cero. El Instituto no andaba por sí solo cuando llegamos aquí. Teníamos que echarlo a andar... y lo hicimos". Quien rescata este recuerdo del año 1991 es Manuel Broullón, profesor de Geografía e Historia del IES Drago que imparte clases en él desde su creación. Aunque se fundó en 1990 como extensión del IES Rafael Alberti y bajo el nombre de Instituto de Bachillerato Número 5, fue en marzo de 1991 cuando el consejo escolar lo bautizó como Instituto de Bachillerato Drago, y seis meses después su comunidad educativa abandonó el edificio prefabricado del Alberti para instalarse en el singular equipamiento educativo diseñado por el arquitecto Alberto Campo Baeza. 25 años han transcurrido ya desde que el Drago empezó a echar raíces...
Con motivo de este aniversario, profesores, alumnos, antiguos docentes y estudiantes, y personal del centro celebraron el pasado viernes un acto conmemorativo en torno a la efemérides. Horas antes, este medio conversó con dos profesores que llevan en el IES desde sus inicios, Manuel Broullón y Marina Navarro, y también con una antigua alumna de la promoción 93-97, Lola Candón. Los tres compartieron recuerdos vividos en el Drago durante sus primeros años de existencia.
"La primera vez que entré en el instituto me sorprendió su blancura. Dios mío, ¿cuánto va a durar este blanco?, ¿cómo lo vamos a mantener?, recuerdo que pensé. Y también me llamó la atención lo pequeño que era el gimnasio. Era enano. Yo venía del instituto Rosario y las clases de gimnasia las realizábamos en el pabellón Portillo, así que imagina el cambio...", sonrió Marina Navarro, docente de Educación Física.
"En los inicios -añadió Broullón- nos prometieron que el centro contaría con unas pistas deportivas en el cementerio, una vez se desafectaran esos terrenos. Pero esa promesa se quedó ahí... Lo que sí se hizo fue ampliar el edificio con un nuevo módulo, con el que se cerró el patio y ganamos algo más de espacio. Esa obra se realizó hace unos 15 años. Era necesaria porque el centro estaba muy mafisicado. Éramos más de 60 profesores y unos 800 alumnos, mientras que ahora rondan los 600".
El profesor recordó entonces una anécdota: "Con motivo de la falta de espacio, los alumnos convocaron una jornada de huelga y se manifestaron frente a la sede de la Delegación de Educación con el siguiente lema: Queremos un drago, no un bonsái", rió.
La exalumna Lola Candón también echó la vista atrás y rememoró sus primeros días en el inmueble de la calle Marianista Cubillo. "Yo venía de Las Carmelitas y el contraste fue muy grande porque, entre otras cosas, mi colegio era femenino. No estaba acostumbrada a las clases mixtas, y me llamaba mucho la atención compartir espacios con chicos. Ese cambio me resultó muy enriquecedor, y aquí también sentí mucha libertad".
Coincidieron los tres en destacar la formación bilingüe que se imparte en el Drago. "Con este instituto comenzó el bilingüismo en Cádiz, fue el primer centro de la provincia que lo implantó en francés, y ha sido un referente en la ciudad", resaltó Marina. Eso sí, esta apuesta supuso un gran esfuerzo por parte del claustro: "Nos implicamos todos con mucha voluntad y también con mucho miedo en el cuerpo porque tuvimos que refrescar el francés, que ya muchos lo teníamos olvidado", reconoció Broullón.
Al final de la conversación, se sumó Salvador Hernández, el séptimo director que ha tenido el Drago desde su constitución. El profesor de Lengua y Literatura destacó del centro la labor de sus compañeros. Profesionales de la enseñanza que "siempre trabajan con rigor y con la mirada puesta en el alumnado. Nunca miramos hacia otro lado cuando surge algún conflicto, y justo esta implicación es lo que garantiza la buena convivencia".
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