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Cádiz

Demasiado jóvenes para la nostalgia

  • La Redacción del Diario ha encadenado experiencia, ilusión y formación en unas vivencias llenas de anécdotas que son algo más que historias de un periódico local y mucho más que centenario

La redacción del Diario, a mediados de los años 70 en la calle Ceballos, la histórica sede del periódico.

La redacción del Diario, a mediados de los años 70 en la calle Ceballos, la histórica sede del periódico. / juman

"Sí, sí, a mí las pibas me decían cosas", admite con una sonrisa Jesús Collantes cuando el observador resalta el aire de galán que tiene en esa foto, vieja por el tiempo y muy joven por el aspecto y la sonrisa abierta que tienen todos sus integrantes. "Ya sabes, yo tenía los ojos claros, y eso no era muy normal por aquí... estaba moreno hasta en invierno...". La foto está tomada en la redacción del Diario que estaba situada en la mítica sede de Ceballos, 1, y datada en los albores de la moderna democracia española. La actitud distendida de los periodistas, tal vez la casi totalidad de los que trabajaban entonces en el Diario, parece reflejar una relajada y absoluta confianza en su trabajo, en lo que están haciendo o a punto de hacer, pese al escenario grave y solemne que presenta la oscura biblioteca de caoba fotografiada al fondo.

Esa foto no representa, sino que es en sí misma un cambio de época. Pasada la mitad de la década de los setenta, en la imagen aparecen Higinio Sáinz León, buscador de noticias de sucesos en los cabarets y encargado de las taurinas; Paco Perea, que se movía entre la música más moderna y el deporte; Eduardo Moyano; Antonio Pérez Sauci, casi recién llegado; Augusto Delkáder, al que algunos gaditanos cambiaban el apellido por 'Del Carmen'; Lalia González Santiago, que llegaría a ser la primera mujer subdirectora del Diario; el ya nombrado galán Jesús Collantes; Fernando Orgambides, muchos años periodista de El País; Gabi Cañas, actual corresponsal de este mismo periódico en París; Ana María Rodríguez Tenorio, gran periodista de tantos años en esta casa; Agustín Merello, maesro de todos; y Eduardo Patrón, fotógrafo.

En ese tiempo esperanzador y tembloroso, entre las paredes de Ceballos 1 aún se movían y mezclaban el peso y la sabiduría de un oficio antiguo representado por nombres históricos (lo que podría representar la otra foto que ilustra esta página, con la plantilla en los años cincuenta) con la ilusión y la formación de jóvenes, entre ellos las primeras mujeres, aún estudiantes o recién salidos de las novísimas Facultades de Ciencias de la Información. Franco ya había muerto y su herencia más clara también, o estaba a punto de hacerlo. Ni siquiera se sabía dónde pararía todo aquello.

Los protagonistas de la foto venían o bebían de una historia antigua, llena de historias, de nombres, de sucedidos que ya empezaban a parecer imposibles pero que figuran entre los mejores y más divertidos recuerdos que nos quedan. El Diario acababa de cumplir, como quien dice, 100 años y Collantes dibuja una redacción "nebulosa" porque entonces todo el mundo fumaba , y fumaba mucho ("mi madre sabía cuando yo venía del Diario por el olor en la ropa"). Una redacción "tórrida en verano", cuando el aire sólo era movido por un ventilador de pie que hacía lo que podía, que era poco, contra el calor y el humo. "Y además, casi pegado a esas habitaciones, estaba el taller con todo el plomo caliente, fundido para la tipografía. Entonces rezábamos para que no se fuera la luz, porque se producía un doble efecto pernicioso: que se apagaba el ventilador, y que el plomo se solidificaba y luego había que esperar un buen rato a que se volviera a fundir".

En aquellos cuartos ya se recordaban anécdotas que han ido pasando de una generación a otra de periodistas. Por allí se movía Fernando Fernández, gran cronista que escribía cada día una sección de información local muy recordada, 'De Cortadura a la Caleta'. Fernández recogía bien el espíritu de Cádiz, pero había días en los que se ponía en pie y decía a todos sus compañeros: "Hoy voy a escribir una Cortadura comercial", como avisando de que en su escrito iba a pagar o cobrar algunos favores. Collantes describe con precisión literaria a ese periodista, al que llama "Hemingway local": "Era gran bebedor; recuerdo el temblor en sus manos, un temblor como sólo había visto a Jack Lemmon en la película Días de vino y rosas.Él llegaba al Diario con una gabardina raída, y en el bolsillo un botellín de cerveza lleno de vino, que tenía que durarle toda la noche. De rato en rato, se levantaba, quitaba el tapón al botellín y le daba un sorbo, nada, mojarse los labios, y seguía escribiendo. Era un gesto repetido, yo diría que casi como una comprensión con él mismo. Era un hombre bohemio, pero muy querido".

Y estaba ese funcionario del Ayuntamiento que traía cada semana el acta de la comisión permanente, y "entre el fragor del tecleo de las máquinas de escribir tenía que elevar el volumen de su voz para gritar ¡buenas tardes! Cambiaron las máquinas, ya no hacían ruido los teclados, pero él ya había cogido la costumbre y el hombre siguió gritando cada vez que entraba".

Collantes, nuestro guía en este recorrido por un pasado vivo, corrobora o rectifica anécdotas que son historia oficial del Diario. Y sí, parece que es verdad lo de que las páginas del rotativo local tenían la misma fuerza oficial que si las hubiera impreso un notario. "Aquella vez que el cupón de la ONCE, hace muchos años, salió con un error y algunos cobraron su premio porque lo había publicado el Diario. Al parecer, un empleado de un banco tenía la costumbre de recortarlo de las páginas del periódico y pegarlo en la ventanilla. Era su forma de comprobarlo, y cuando alguien se dio cuenta del error, ya muchos se habían llevado su dinero". A ver quién nos llevaba la contraria.

También era cierto que el fotógrafo histórico, Juan Martínez Neto 'Juman', que firma la imagen de arriba, era algo así como un monarca urbano, al que paraban los autobuses en cualquier lugar para que subiera y descendiera en sus desplazamientos laborales, sin cobrarle. Y es verídico que los actos se interrumpían o se hacían de nuevo para que él tomara las fotos, y que incluso alguna manifestación repitió su salida para que pudiera quedar inmortalizada la pancarta. Ya se sabe que nada tenía carta de naturaleza hasta que no salía publicado en el Diario.

Juman era uno de esos iconos ciudadanos que representaban lo que Cádiz e incluso muchos de los propios empleados denominaban como "la gente del Diario", todo un estatus social. Como lo es ahora su sucesor, Kiki, que llegó a trabajar en el periódico porque siguió los consejos de Collantes y llevó un día un sobre con sus fotos a que las viera "Don Federico", uno de los hermanos Joly propietarios del Diario. A Federico no le gustaron, pero se convenció cuando Kiki le hizo unas fotos a sus nietos y logró tomárselas antes de que empezaran a llorar. Así empiezan las grandes historias.

Una historia llena también de grandes erratas, como aquella que informaba de que a una Miss Universo la habían operado y colocado un "calvo", en lugar de un clavo, en su espalda. "¡Qué más hubiera querido algún calvo! bromea Collantes". Y algunas cosas que en tiempos de censura y dictadura provocaron algún problema gordo. ¡Quién podía haber imaginado que aquel anuncio de corrida de toros, visto al trasluz con la página anterior, situara los cuernos justo en la cabeza de aquella altísima autoridad del Estado!

Collantes está jubilado hace algunos años, pero lo tiene claro: "No tengo ninguna vocación de vieja gloria". Y los que lo conocen saben que hace casi dos décadas apostaba por los medios digitales y auguraba una difícil situación para los periódicos en papel. "Si es que llevar un periódico a la Sierra, por ejemplo, es un triunfo; la de pasos que hay que dar para conseguir que el papel llegue al lector, componerlo, imprimirlo, distribuirlo. Y eso no es nada: en otros tiempos, el papel venía en bobinas de la fábrica sueco-finlandesa Stora, en barco navegando por el Canal de La Mancha, y había que desembarcarlas en Bilbao, transportarlas en camión hasta el centro de Cádiz... Una vez, uno de esos camiones se quedó atascado en los arcos de la muralla de San Carlos, y hubo que emplear horas en descargar las bobinas una a una con las carretillas. ¿Cómo vas a comparar todas esas dificultades y costos con la comodidad y la inmediatez del digital? ¡Puedo conocer las noticias en tiempo real! Y yo aún recuerdo mi sufrimiento el día que estuvimos esperando hasta las tantas para dar la noticia sobre la cogida de Paquirri y cuando salimos a la calle titulando que el torero estaba muy grave todo el mundo sabía que ya había muerto. Ahora con los digitales eso no ocurre ni puede ocurrir. No hay forma de luchar contra eso. ¡Es como si nosotros quisiéramos volver al plomo!".

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