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Entrevista a Lola Callealta, presideta de la Asociación de Familiares de Enfermos Duales

“Considerar el hachís como droga blanda le ha dado mucha permisividad”

  • Después de 19 años esta asociación ha conseguido que Salud Mental asuma patologías derivadas de adicciones. El nuevo reto de este grupo ahora es centrarse en la prevención

Reunión de representantes de Afedu en el Puerta del Mar

Reunión de representantes de Afedu en el Puerta del Mar

–Llevan 19 años demandando que los enfermos duales, con adicciones, dependan del sistema de salud. Al final lo han conseguido. ¿Cuáles son ahora sus expectativas?

–En buena medida era nuestro gran objetivo como asociación y al final hemos sido escuchados. No es que pensemos que los centros de tratamiento de adicciones de Diputación funcionaran mal, sino que era un tratamiento incompleto. Ahora esperemos que realmente se realicen tratamientos integrales con un mismo dispositivo y que se doten esos dispositivos de profesionales suficientes para que se logren resultados eficaces.

–¿Qué enfermedades mentales se desarrollan entre las personas adictas a las distintas sustancias?

–No se sabe qué es lo que fue antes, si la adicción o la enfermedad mental o si en unos casos se produjo de un modo y en otros de otro. Sabemos que los enfermos duales tienen la adicción y, además, otra patología mental, que puede ser esquizofrenia, alguna psicosis, depresión... Es posible que exista una predisposición y la droga sea un detonante, que no siempre se da, igual que no todos los fumadores padecen cáncer, pero si se fuma tienes más posibilidades desarrollarlo. Lo que dicen los estudios es que el consumo de determinadas sustancia es un factor de riesgo y un desencadenante de la enfermedad mental.

–No les gusta que se emplee la palabra toxicómano. ¿Por qué?

–Queremos cambiar el lenguaje porque el lenguaje es lo que hace que observemos una realidad de una manera determinada. La sociedad tiene estigmatizada a la persona que sufre estos problemas. Drogadictos, enganchados, toxicómanos... Son palabras que se relacionan con unos miedos sociales y que, a día de hoy, no tiene relación con los datos. Estas personas no son violentas ni los datos de delincuencia nos dicen que haya un número significativo de delitos provocados por estos enfermos. Más bien todo lo contrario. El problema es que esa percepción social hace que el propio enfermo se vea como un delincuente, que se sienta culpable y se avergüence de su enfermedad, que es algo que no sucede con casi ninguna otra enfermedad. Eso no ayuda mucho a su mejora. Nuestro objetivo ahora es luchar con esa discriminación.

–Es posible que en la memoria social se asocie la adicción a las drogas con los años de la heroína, que fueron años de incremento de la delincuencia.

–Estos enfermos no se parecen en nada a ese estereotipo ni hay una sustancia concreta, ya que muchos son politoxicómanos y otros no. No es sólo un perfil. Lo que nos asusta, por ejemplo, es la banalización del hachís. Y es evidente que el hachís viene de una planta que puede tener propiedades, igual que la anestesia que nos dan en el dentista no tiene nada que ver con la misma planta de la que sale la cocaína. Pero sabemos que el uso recreativo del hachís es un peligro para los jóvenes y los padres tienen que estar informados.

–Es la terminología de droga blanda.

–Esos calificativos han hecho que hubiera mucha permisividad con estas drogas y que permitiera que nuestros jóvenes tuvieran mucha facilidad para conseguirlo. La información y la prevención es fundamental y yo creo que se está abandonando un poco.

–Llevamos años haciendo programas de prevención por parte de las administraciones.

–Siempre se dice que no se puede medir si un programa de prevención es efectivo, pero yo digo que sí. Si teníamos 200 personas en un programa y pasan los años y seguimos teniendo a 200, aunque sean distintas, es que algo no está funcionando.

–¿Y qué proponen?

–Hay un modelo que ha demostrado su éxito como es el caso islandés. Y su éxito se basó en la colaboración de toda la sociedad, una sociedad comprometida. A los padres se les obligaba a asistir a estos programas y se incidía en la escuela mucho en las asignaturas relacionadas con la salud. Es un ejemplo de una sociedad que detecta un problema y se une para atajarlo.

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