Cádiz

El Cádiz más real

  • Los borbones han tenido una especial relación con Cádiz, desde el apoyo al comercio con América de Felipe V a los choques con los liberales de Fernando VII

De Felipe V a Juan Carlos I. Desde 1700 a 2014. Nueve reyes y una reina todos pertenecientes a la dinastía de los Borbones. Han sido más de trescientos años, con periodos republicanos, especialmente intensos para la historia de Cádiz que ha vivido su máximo esplendor y, a la vez, su decadencia. Más allá del reflejo local de los cambios socio-económicos nacionales e internacionales, reyes y reina han tenido una relación especial con Cádiz, con mayor o menor incidencia.

Lo cierto es que la dinastía no empezó mal para nosotros. Rey desde 1700, con Felipe V llegó "la etapa dorada para Cádiz", como constata Manuel Bustos, catedrático de Historia Moderna de la UCA. "A su firma se debe, en mayo de 1717, el decreto del traslado a la ciudad de la Casa de la Contratación y el Consulado de Indias", sobre la que se asentó el desarrollo más importante de Cádiz, similar al que logró durante la dominación fenicia. El nuevo Rey se rodeó de ministros con gran ascendencia con la Bahía, como José Patiño, José Campillo y Andrés de Pez. "Eran políticos con gran poder y con vínculos con Cádiz, de la que les constaban la importancia que tenía en el desarrollo del comercio y la relación con las colonias. Eran también hombres con una experiencia en temas de la mar y sabedores de la relación de ésta con Cádiz".

En cierta manera se buscaba recompensar "a quien a pesar de las dificultades, se había portada con tanta fidelidad para la causa de Felipe V", citando el apoyo gaditano a la candidatura de Felipe de Borbón durante la Guerra de la Sucesión.

Nada habitual en la época, Felipe V sí realizó visitas a la ciudad. En 1729, tras vivir Cádiz un largo y complicado proceso de lucha política contra Sevilla, que pretendía hacerse con la Casa de la Contratación, fue recibido en la ciudad con grandes muestras de júbilo. Aquí asistió a la preparación de la flota que iba a salir para las Indias unos meses más tarde. Aprovechó la visita para la botadura del navío Hércules, construido en los astilleros de Puntales.

Con Carlos III llegaron aires liberales en el comercio que fueron en contra de los intereses de la ciudad. En todo caso, será una liberalización controlada que se traduce en dos decretos, de 1765 y 1778, que abren las relaciones comerciales a otros puertos de la Península. A pesar de ello, Cádiz siguió liderando el comercio con las Indias, pues cerca del 80% de las mercancías pasaba por la Bahía.

El reinado de Carlos III fue especialmente beneficioso para la villa de la Isla de León, entonces aún integrada en el término urbano de la capital. Hasta aquí se trasladó, con la firma del rey, el Colegio de Guardia Marinas, se levantó el barrio militar de San Carlos, se procedió al remozado del arsenal de La Carraca y, sobre todo, se concedió la capitalidad del Departamento de Marina.

En la provincia, durante el reinado del que se denominó como el "mejor alcalde de Madrid", se refundó también la población de Prado del Rey.

Si el siglo XVIII la relación fue fructífera, los borbones del siglo XIX chocaron con los aires liberales y revolucionarios latentes en la sociedad gaditana.

Fernando VII no olvidaría nunca que aquí es donde se redactó la Constitución de 1812, que restó poder absoluto a la monarquía. Es cierto que en cuanto recuperó la corona, tras la derrota francesa, derogó el texto constitucional, pero el mismo estuvo sobrevolando todo su reinado.

El que es considerado como uno de los monarcas más nefastos de nuestra historia volvió a toparse con Cádiz. La ciudad más liberal de toda España se convirtió en sede de la Corte, y residencia forzada de Fernando VII, durante el periodo comprendido entre mediados de junio de 1823 y diciembre de 1823, cuando concluyó trágicamente el trienio liberal, como recuerda el historiador José María García León.

"Huyendo de las tropas del duque de Angulema, los Cien Mil Hijos de San Luis, que pretendían reinstaurar la monarquía absolutista, el Gobierno llega primero a Sevilla y después se ve obligado a trasladar al Rey a Cádiz. Como éste se negaba a venir se le declaró en "situación de delirio momentáneo", lo que le impedía para gobernar". En la ciudad se alojó en el Palacio de la Aduana, (la actual Diputación), acompañado de varios de sus hermanos.

"Era muy desconfiado y apenas se movía del Palacio. Lo cierto es que fue recibido de forma muy fría por la población". Recuperado el poder gracias a las tropas francesas de Angulema, no dudará en ordenar una dura represión contra los liberales, entre ellos los gaditanos.

Curiosamente, a pesar del evidente rencor que guardaba, no dudó en conceder a Cádiz la categoría de Puerto Franco en 1829, algo que se venía reclamando desde una década antes aunque no tardó más de dos años en derogar esta decisión adoptando además otras medidas que provocaron el despoblamiento de la ciudad y el inicio de un periodo de grave crisis.

Su hija, Isabel II, tendrá una intensa vinculación con la ciudad, que visitará en varias ocasiones. El salón regio de la Diputación experimentó una profunda reforma, que ha llegado hasta la actualidad, hasta el punto de denominarse como salón isabelino, para recibirla con todos los honores durante su estancia de 1861.

Una parte del reinado de Isabel II coincidió con una época dorada para la burguesía gaditana. Más actividad comercial, más industria, más desarrollo de las entidades bancarias... Sin embargo las fuerzas liberales seguían activas. Y de nuevo será Cádiz el epicentro de la revolución política y ciudadana, impulsando en 1868 el levantamiento de la escuadra que llevaría al exilio a la hija de Fernando VII.

Aunque la decadencia económica era evidente, y con ella la social, durante el último tramo del siglo XIX, Cádiz aún tendrá un papel relevante en lo que se refiere a líderes políticos. Sin embargo Alfonso XII, hijo de Isabel II, apenas si prestó atención a la ciudad en su breve reinado. Y eso que con apenas cinco años visitó Cádiz acompañando a su madre para ingresar en el Regimiento Inmemorial del Rey, en un acto celebrado en el cuartel de Santa Elena, en el complejo de la Puerta de Tierra. El pequeño tuvo que desfilar con sus compañeros, acudiendo después a comer el rancho junto a la tropa. Eso sí, su bandeja era de plata. Su catre, además, tenía un retrato suyo en la cabecera.

El siglo XX se iniciará con el Alfonso XIII como monarca español. Al contrario de sus predecesores, será un rey viajero por todo el país aunque su capacidad por acercarse al ciudadano de la calle chocará con una época, sobre todo la última etapa de su mandato, con importantes conflictos sociales. No por ello dejará visitar Cádiz y parte de su provincia y no por ello la beneficiará con su impulso, como el desarrollo urbanístico de la capital más allá de las murallas, defendiendo la permanencia del torreón de la Puerta de Tierra y, sobre todo, la consecución primero del Depósito Franco y, después, de la Zona Franca, cuyos terrenos visitó al igual que participó en la puesta en marcha de la planta de Construcciones Aeronáuticas en Puntales, o la inauguración del Parador Hotel Atlántico.

Esa especial relación con la ciudad la mantuvo su nieto, Juan Carlos I. Su apoyo al Doce fue su último servicio a la ciudad como Rey.

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