Una de las imágenes que hablan por sí sola del Cádiz de otros tiempos, de esa ciudad brillante muchas veces añorada, es el monumento que cada Jueves Santo se levantaba en la Catedral y que estaba compuesto por piezas en algunos casos de alto valor artístico. Cuatro de esas piezas, firmadas por La Roldana, fueron precisamente objeto de unos polémicos hechos el pasado verano, cuando el restaurador José Miguel Sánchez Peña denunció la desaparición y posteriormente fueron localizadas en San Fernando.

Este incidente evidenció el olvido al que se había sometido aquel brillante monumento efímero que se levantaba cada Jueves Santo, y que tenía esculturas repartidas por la propia Catedral gaditana o por la iglesia de San Paulino de Barbate.

Pero precisamente a raíz de aquello, el Cabildo ha trasladado que está planteando la recuperación parcial de este monumento para que pueda ser expuesto al público. En concreto, Ricardo Jiménez Merlo ha anunciado el planteamiento de habilitar uno de los brazos de la cripta como sala en la que se expondrían aquellas piezas más destacables del conjunto artístico que se utilizaba en Semana Santa.

La noticia, en caso de llevarse finalmente a efecto, vendría a recuperar parte de la historia de la ciudad y de la Catedral, poniendo en valor aquel monumento que el Cabildo encargó en 1886 y que lleva una firma tan destacada como la de Luisa Roldán La Roldana.

Por el momento no se ha avanzado más en este proyecto de los canónigos, que precisamente devolvería las piezas del monumento al espacio que ocuparon durante muchos años (la cripta) hasta que fueron trasladadas a los depósitos de la Casa de la Contaduría. No se ha concretado, por ejemplo, si antes de habilitar esa sala expositiva en la cripta se procederá a la restauración de las piezas, algunas de las cuales (incluidas las cuatro que estuvieron desaparecidas) presentan un mal estado de conservación.

El monumento fue trazado por Torcuato Cayón y se realizó en madera policromada imitando ricos y variados mármoles, con las bases y capiteles de sus columnas doradas, a lo que se sumaban unos bajorrelieves que realizó el pintor de cámara del infante Antonio Pascual de Borbón en 1782 y que representaban pasajes de la vida de Jesús.