Camellos

Enfoque de domingo · drogas en las calles

Es una forma de vida. El narcotraficante no ahorra para su jubilación, juega al gato y al ratón con la Policía como si estuviera en sus genes. En los últimos tiempos se está produciendo un aumento en la oferta y la demanda. La droga se ha socializado, su precio ha subido pero las dosis que se ponen en circulación son más pequeñas. Esta es una crónica de cómo luchan los agentes de la Unidad de Pequeño Tráfico contra los camellos.l El rebujito, la mezcla de heroína y cocaína, es lo que más se demanda

Los pequeños traficantes compran en Sanlúcar y sacan 70 euros por cada 90 invertidos

Un agente de Policía durante una redada antidroga en Sanlúcar.
Un agente de Policía durante una redada antidroga en Sanlúcar. / Fito Carreto
Pedro M. Espinosa

05 de noviembre 2017 - 02:03

A las nueve de la mañana la ciudad entra en ebullición. Niños al colegio, adultos al trabajo, tráfico denso, ruido de obras, barajas que se levantan en los comercios, camiones de reparto... y droga. Mucha droga. Los camellos se despiertan temprano. El negocio manda. Porque, en contra de la opinión general, el menudeo funciona más a plena luz del día que en la noche silenciosa. Los traficantes se camuflan mejor entre el bullicio, en las esquinas gaditanas, y, además, saben que si son detectados por la Policía pueden escapar en motocicletas por las estrechas calles de barrios como Santa María, que preocupa especialmente a los miembros de la Unidad de Pequeño Tráfico de la Udyco de la Comisaría Provincial, precisamente por las particularidades de su callejero. De noche todo está más despejado y los cazadores vestidos de azul detectan más fácilmente a sus presas de toda la vida.

La lucha por echarle el lazo a los camellos del siglo XXI es intensa. También lo era en la década de los 80, cuando el caballo impregnó con su veneno a barrios como Guillén Moreno o el Cerro del Moro, dejando a su paso un ejército de caminantes blancos desdentados y de mirada perdida.

Actualmente el escenario ha variado. La droga se ha socializado. Los precios han subido, pero los camellos venden el chute a diez euros, el gramo a cien. Esas papelas de microgramos las compran a seis en Sanlúcar, el gran supermercado de la droga de la provincia, adonde llega la heroína de buena calidad desde Dos Hermanas a través de las rutas que dominan los grandes clanes turcos. Porque, si la cocaína viene de Colombia, la heroína llega del Este.

En Cádiz lo que más se vende actualmente es rebujito, la adictiva mezcla de cocaína y heroína. Según fuentes de la Unidad de Pequeño Tráfico de la Udyco, todavía hay puntos muy activos en la ciudad. Y eso que en los últimos tiempos han desarticulado algunos importantes. Por ejemplo el que regentaba en los Callejones de Cardoso el conocido como El Argentino. "No tenía antecedentes por tráfico de droga, aunque sí por robo. Su pareja sí que los tenía", cuentan desde Comisaría. El Argentino centró la atención de la Policía al comprobar que cada vez abandonaba más su negocio de venta de cachivaches frente al Carrefour para centrarse en el trapicheo. Sobre todo vendía rebujito y heroína, hasta que la Policía puso fin a las transacciones y lo metió entre rejas. Porque cuando hay polvo de por medio, el delito siempre se juzga en la Audiencia. Son dos años como mínimo, y eso si no hay antecedentes. En caso de existir, se entra en prisión. Mala cosa. Porque ahí pueden ir acumulándose las condenas.

No obstante, no ha sido El Argentino la mayor preocupación de la Policía Nacional en los últimos tiempos. El pasado enero detuvieron a uno de los traficantes más peligrosos que han pisado Cádiz en los últimos años, El Lebrijano. "Había instalado un despacho de 24 horas de venta de rebujito y heroína al estilo de los que existen en Sanlúcar, todo el día abierto, todo el día dispuesto a vender". "Este era malo -nos asegura un agente-, decía que iba a reventar el negocio en Cádiz. Atemorizó a mucha gente a base de palizas y los puso a trabajar para él. Aún sigue en prisión. Tenía una recortada con dos cartuchos lista para usarla en cualquier momento", afirman fuentes policiales.

En Adolfo de Castro, en el centro histórico, operaba hasta que fue detenido El Maito, que también era consumidor habitual y que viajaba a diario a Sanlúcar para conseguir un dinero con el que pagar su adicción y sacar algún dinerillo extra con el que seguir tirando.

Otra zona caliente de venta de droga en la ciudad es la barriada de la Paz. En la avenida del Perú con la confluencia de la avenida del Guadalquivir sigue habiendo varios puntos activos de venta de rebujito. Son históricos del menudeo. Uno de ellos lo comanda con brazo de hierro una mujer heredera de una saga de narcos muy conocida en la zona y escurridizos como ellos solos. "La ventaja con que contamos los policías es que la droga hay que moverla y, tarde o temprano, los cogemos. Y con una papela de polvo se va a la Audiencia y se exponen a dos años de cárcel", dice un veterano de la Policía.

A la Udyco le preocupa especialmente el barrio de Santa María, porque realizar una vigilancia efectiva en sus calles estrechas es muy complicado. Los camellos aprenden rápido, papela a papela, se quedan con los coches camuflados que utilizan sus guardianes, con sus caras, aunque vayan de paisano, con sus nombres, es el eterno juego del gato y el ratón. Arriba de la calle Botica se controla todo, al que sube del barrio y al que llega de la Cárcel Real. En Teniente Andújar hay dos puntos activos, y otro más en Botica. La Policía los vigila para cazarlos al primer error. "Los vecinos se quejan y hay que ponerse en la piel de las personas. Hay que tener mucha empatía y tratar cada denuncia como si la señora que está al otro lado del teléfono quejándose de que debajo de su casa se mueve droga fuera de tu familia", dice un agente.

En La Viña ahora está la cosa más tranquila, sobre todo desde que arrestaron al ya citado Argentino y también al conocido como El Panadero, que traficaba en la esquina de la calle La Palma con San Félix. "Vendía a través de una ventana, como se hace en Sanlúcar, pero desde que entró en prisión está todo más relajado", afirman los policías.

Sin embargo, ninguno de ellos se acerca al volumen de negocio que llegó a mover Fernando El Ruso, considerado por la Udyco como el hombre que más droga ha movido en Cádiz en la historia. El Ruso sigue en la cárcel después de que el propio jefe de Pequeño Tráfico le echara el guante en su esquina de la calle Alcalde Blázquez. Escondido tras los cristales de una furgoneta de la UPR, abrió la puerta en el momento en que El Ruso llevaba varias papelas en la mano y lo trincó, impidiéndole que se las tragara y poniéndole los grilletes. Fue un duro golpe para El Ruso. Aún sigue en la cárcel. El Ruso, que ahora tiene 54 años, vivía en la avenida de la Bahía y en su juventud fue atracador. Se ha pasado media vida en prisión y sabe perfectamente los códigos de honor de los bajos fondos. "Jamás delata a nadie, no es violento, es listo como nadie, de vista larga. Podría ser millonario si hubiera gestionado bien lo que ganó, pero se lo tiró todo", dice la Policía. Los agentes más veteranos recuerdan que El Ruso llegaba a hacer dos viajes diarios a Sanlúcar y que en cada uno de ellos se traía 460 papelinas de rebujito y 150 de heroína. "Era muy escurridizo, traía la droga dentro de su cuerpo o en las manos, y a la más mínima señal de peligro las tiraba para que no se le encontraran encima o se las tragaba", cuentan.

El problema con que se topan a veces los agentes es que los narcos traen las papelinas introducidas en el ano. O directamente se las tragan envueltas en bolsas de plástico. Si los cogen se niegan a hacerse pruebas ecográficas que las detecten, así que a veces hay que procurar que sea un juez quien ordene la realización de esos exámenes médicos.

En ocasiones la Policía se aposta en las afueras de Sanlúcar para intentar pillarlos con las manos en la masa. Allí hay ofertas varias, por ejemplo, por 90 euros te dan 15 papelas y te regalan una. Al venderlas en Cádiz, se obtiene un buen dinero. Por cada 90 euros de inversión se recoge un beneficio de 70, que se multiplican conforme se va extendiendo el negocio.

En Sanlúcar sigue funcionando a todo tren el conocido clan de La Pinilla. La matriarca está en la cárcel pero la Policía asegura que el negocio, el entramado familiar, prosigue. "No es el único clan, hay otro par de ellos más, pero este es el más activo. Nuestro problema gordo es Sanlúcar", reconocen los policías.

Porque a Sanlúcar llega la heroína desde Dos Hermanas, donde los clanes gitanos dominan el negocio gracias a sus contactos en la Cañada Real de Madrid, que tienen nexos comerciales con los turcos.

La Policía cuenta que hay tres tipos de heroína: la que se obtiene en Afganistán con el cultivo del opio, cuya producción se está incrementando en los últimos años; la llamada heroína blanca, que llega desde el denominado triángulo de oro del sudeste asiático, en la zona de Thailandia, Laos o Birmania, y la más común en España, la brown sugar turca, que llega a nuestro país en camiones o escondida en contenedores, y de donde se surten primero los clanes de Sanlúcar y posteriormente todo el narcotráfico de la provincia.

LA COCAÍNA

El tráfico de cocaína está más diversificado. La Policía tiene contrastado que se mueve mucha en Chiclana, y que hay narcos que van a Málaga a por cocaína, "gente muy joven con poder para hacerse con unos kilos".

En Cádiz destacan la figura de Manolito Rocambole, que en los 80 era quien más coca pasaba en la Viña. "En sus buenos tiempos llegó a tener contactos con los cárteles colombianos, solía vender por su barrio y vivía a todo tren", recuerdan.

Ahora la gente que intenta pasar cocaína se mueve en una franja que va de los 20 a los 30 años de edad. "En muchos casos se arriesgan a algo más que una pena de cárcel, porque compran dos kilos de cocaína fiada, pero si los pillamos primero tienen que pagar su deuda con la justicia; y luego con los dueños de la droga, que quieren su dinero. Así han habido muchos ajustes de cuentas que han acabado con gente muerta en una cuneta".

Actualmente, según la Udyco, un kilo de cocaína de buena calidad, con entre un 80 y un 90% de pureza, puede comprarse en Cádiz a 33.000 euros. "Pero una vez cortada puede sacarse hasta dos kilos y medio, incluso más si se es avaricioso". Ahí entra el denominado corte dominicano, cuyos clanes venden una farlopa muy suave, con poco porcentaje. También hay gente que prefiere vender la cocaína por gramos, a 60 euros, y de esta forma le saca más beneficio.

La Policía ha detectado que algunos consumidores de los camellos roban ropa en grandes tiendas de la Bahía que venden para poder tener acceso a su dosis diaria. "En casas del Cerro del Moro hemos encontrado que se ofrece ropa robada hasta a la carta. Les llegan pedidos de tal o cual traje de tal marca, o de algún bolso en concreto y ellos se los consiguen.

Pero el trapicheo no se limita a barrios como los citados, también existe en el Paseo Marítimo, aunque en esta zona más que de pequeño tráfico habría que hablar de mediano. La última operación de calado tuvo lugar hace algunas semanas, cuando la Udyco detuvo a un traficante que tenía un trastero cercano al Paseo Marítimo que era su auténtica base de operaciones. Allí guardaba el dinero, la droga, la balanza, las sustancias de corte, anotaciones de las deudas de sus compradores... Hasta que le pillaron.

LA MARÍA

Pero la Unidad de Pequeño Tráfico tiene un nuevo enemigo. Cada vez son menos las bellotas de hachís que se ven por las calles y más las bolsitas con marihuana. Ahora cualquiera puede ser un traficante en potencia. En ciudades como Granada o Córdoba hay gente que vive únicamente de cultivar en sus casas las plantas. La Policía lo confirma. "Ha descendido la venta de hachís y muchos traficantes históricos de esta droga se han pasado a la marihuana, que les evita los grandes traslados, los alijos aparatosos en lanchas por las costas. Actualmente hay quien se encarga de venderles las semillas, las lámparas de calor, los extractores, los aparatos de aire acondicionado... se lo dan todo hecho para que ellos se monten en sus propios domicilios las pequeñas plantaciones donde a veces pueden haber 200 o 300 plantas".

El kilo de marihuana de buena calidad vale tanto como el kilo de hachís, y cuenta con una ventaja: la pena de prisión es menor si te cogen la primera vez. De hecho, a no ser que haya reincidencia, no se suele pisar la cárcel.

Los agentes reconocen que en el centro histórico de Cádiz hay algunos pisos donde se cultiva marihuana. En la mayoría de los casos suelen realizar una acometida eléctrica ilegal, con lo cual, al delito del cultivo de la droga se une el de estafa a la compañía eléctrica y robo energético, pero al menos de esta forma evitan el cante que dan los contadores. "Hemos llegado a detectar casas que, teóricamente, estaban desocupadas y que gastaban 3.000 kilowatios al mes, una barbaridad".

A todo esto se enfrenta la Unidad de Pequeño Tráfico de la Udyco, con pocos medios materiales y humanos pero con una capacidad de trabajo y un sentido del deber que no tienen precio.

stats