Desde que a finales de la década de los 70, la Cátedra de Flamencología promoviera la recuperación de la zambomba, una tradición que se extinguía tras el cambio social generado en Jerez (cambiando las calles y patios de vecinos por las nuevas barriadas), se ha producido una importante evolución en ésta.

Al arraigo cultural y folclórico de esta festividad, se ha añadido un toque turístico y económico, gracias a la denominación como Bien de Interés Cultural en diciembre de 2015, donde se inscribía en el Catálogo General del Patrimonio Histórico.

Hoy, esta manifestación cultural de interés etnológico se ha convertido en un atractivo comercial que de no salvaguardarla como se debe, corre peligro de perder su esencia.

De la zambomba debemos destacar, por encima de todo, su colectividad pero también su espontaneidad y carácter popular. Sus principales focos se ubicaban antaño en espacios donde la colectividad se hacía patente, es decir, patios de vecinos, corrales y corralones de casas grandes, plazas y las propias calles en las que el pueblo recordaba textos aprendidos por tradición oral y de temáticas diversas.

Hoy en día, por contra, estas manifestaciones son escasas y sólo se pueden encontrar en situaciones muy concretas. Actualmente priman las zambombas organizadas, donde asociaciones, establecimientos de hostelería y otros tipos de agentes se encargan de su preparación.

Actualmente priman las zambombas organizadas, donde asociaciones, establecimientos de hostelería y otros tipos de agentes se encargan de su preparación

En ellas se cantan villancicos y coplas de Navidad con el acompañamiento musical de elementos como la pandereta, almirez, la propia zambomba e incluso la guitarra, que en las últimas décadas ha conseguido hacerse un espacio.

Su fecha de comienzo ha sido históricamente la de principios del mes de diciembre, ya que los antiguos respetaban el mes de noviembre, el llamado mes de los muertos, algo que en los últimos tiempos se ha modificado, produciéndose algunas a finales de noviembre.