Gastronomía

La Sevilla amontillada

Los empleados de la Taberna Manolo Cateca posan en la barra.

Los empleados de la Taberna Manolo Cateca posan en la barra.

Hay muchas razones que explican las relaciones entre ciudades cercanas pero no hermanas. Las envidias y los complejos de ciudad construyen vecindades inquietantes. A menudo, la historia explica el presente que nos ha tocado vivir. En la base de las relaciones conflictivas están los celos, la admiración, la competencia y los rencores no resueltos.

Entre Cádiz y Sevilla hay algo más que una relación amor-odio. Han competido en un territorio común y en la Carrera de Indias los intereses marítimo-comerciales mantuvieron una tensión por el monopolio con América. Sostiene Antonio Burgos que “hay un proceso en la historia que desplaza de oriente a occidente el eje del comercio: Constantinopla, Venecia, Sevilla, Cádiz, La Habana, Nueva York, San Francisco y Tokio son las paradas y fondas de esta ley que en un momento engrandeció a Sevilla a costa de Venecia y en otro engrandeció a Cádiz a costa de Sevilla”

Tenemos muchas cosas en común porque compartimos valores culturales de la baja Andalucía desde hace siglos. El río Guadalquivir, el origen mitológico, los cantes flamencos, la personalidad colectiva y la mirada latinoamericana. “Sevilla abarca un mundo y abraza más que un océano” sostiene Fray Tomás de Mercado en el siglo XVI.

De todo lo que compartimos, es el vino de Jerez uno de los elementos que más nos une por su enorme significación. Carolyn Korsmeyer, autora de El sentido del gusto: comida, estética y filosofía, plantea que comer y beber son acciones que atesoran un gran valor simbólico y estético en la vida de las personas. De este modo, cuando entramos en una taberna sevillana donde se venera el jerez, estamos construyendo de alguna forma el relato que une a Sevilla y Cádiz y, por consiguiente, sustentamos valores como la convivencia, el encuentro y el espacio público que nos conforma como sociedades gemelas que tienen que entenderse.

Hay un nuevo templo del sherry en Sevilla. Una taberna sencilla y escondida. Embutida en la trasera de la Campana y regida por un apasionado de la vida: Manolo Cateca. Las personas que se enamoran perdidamente casi se vuelven locas. Es esa locura la que hizo que Manuel Rodríguez Navarro se embarcara en este fascinante proyecto. Embarcarse es mucho más bonito que emprender porque quienes ponen rumbo a lo desconocido con una intuición en su pecho no se pueden equivocar nunca.

“Voy a montar el bar al que a mí me gustaría ir” dijo de manera contundente Manolo después de abandonar una carrera de veinte años como comercial. En 2013 fijó su mirada en una antigua taberna de los años cincuenta –la antigua Goleta– y abrió una ermita del vino jerezano. Los aromas de los sherries están llenos de matices que en ocasiones nos recuerdan a anticuarios porque son vinos viejos hechos para navegar, aunque también denotan la altivez del noble venido a menos.

En realidad, la Taberna Manolo Cateca viene a suplir una importante carencia. Seamos claros, los jereces se vendían en Sevilla cuando llegaba la feria. Muchos bares hispalenses tienen buenas manzanillas, las cartas de los restaurantes no olvidan estos vinos pero nadie nunca antes se había especializado tanto como lo ha hecho Cateca. 200 referencias de vinos jerezanos por copa en un mismo establecimiento no se ven ni en la ciudad de Jerez. El principal descubrimiento de Manolo es que existe un público en la capital de Andalucía que demanda el aperitivo de este vino. En tan solo veinticuatro metros cuadrados se reúnen diariamente clientes de todas las generaciones a conversar con una copa de sherry y a disfrutar de ahumados de El Coronil, salazones de Barbate y chacinas de Huelva.

La taberna es una pequeña joya con azulejos sevillanos, suelo hidráulico, venencias, jamones colgados y una grada apostada en la pared con muchas botellas de jereces apiñadas. Manolo tiene una actitud muy positiva porque solo quiere aprender, entender y comprender los vinos de Jerez. En esta taberna solo se sirven vinos y aguardientes y la idea se ha consolidado llegando a dar empleo a seis personas que atienden de manera cercana y profesional a todos sus clientes.

Aunque también tienen guisos hay que reconocer que hacen unos higaditos al amontillado que es como tener en tu boca un bombón de foie. La taberna Manolo Cateca es un auténtico ejemplo del triángulo mágico entre Cádiz, Jerez y Sevilla, un espacio común compartido lleno de personalidad amontillada extraordinariamente compleja e interesante. Cuando Sevilla mira a Cádiz se hace más habitable. Cuando en la Campana se comparte un amontillado Jerez se hace más universal.

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