Quitahambres. Por Fernando Santiago

QUITAHAMBRES

Antes de que llegase la pastelería francesa con su crema pastelera, sus canastillas, sus milhojas, en Cádiz se compraban dulces grandes que llamaban quitahambres, donde la panadería de los Bustelo en la calle Compañía era líder imbatible. Allí te comprabas una caracola o un chamaco y te quitabas todas las penas . En aquellos tiempos lo más refinado que había en Cádiz era La Camelia de la familia Gamero con tiendas en Ancha, Canalejas y la Avenida con unas tartas de San Marcos y otras de manzana de categoría internacional, eran los tiempos donde reinaba el Anteojo, el bache Nicanor, el Pedrín y similares. Casa Hidalgo puede ser el único superviviente de aquella época gloriosa de la pastelería tradicional . En el Horno de La Torre vendían unas palmeras y unas empanadillas de cidra que quitaban toas la tapaeras del sentío. Orcha quizás , más fina . La gente no había aprendido todavía eso de las esferificaciones, no sabía de añadas de vinos ni de pagos del Duero,Cádiz salía de los años del hambreretratados por el tango “De La Habana llegó un fulano”, los tejeringos de nuestra tierra y las tortillas de La Guapa no habían alcanzado la categoría de delicatesen, el Manteca no salía en la televisión , Gonzalo empezaba a freír pescao en La Viña. En la calle Compañía la familia Bustelo tenía su impronta con los pasteles enormes que fueron santo y seña junto a Serafín y Los Gallegos Chicos. Días pasados se murió Paco Bustelo, siempre tan interesado en la política desde posiciones de izquierdas. Su hermano Lolo todavía hace en su casa la bollería que hizo famoso al establecimiento de la familia. Una desgracia, que vino acompañada de la muerte del Nano, del Labra. Lo conocí hace 47 años, cuando era un chavalillo de 18 años que ayudaba a sus padres, Ignacio y Pepa, en el bar. Cuando se muere la gente de tu generación te vas quedando huérfano poco a poco, se fueron Julio Malo, Leopoldo, Calleja, Emilio, Manzorro y tantos otros a los que me niego a dar de baja en la agenda del móvil, rebeldía que me obliga a recordarlos .Los que no creemos en otra vida no nos queda más que mantener vivo el recuerdo , que es como otra vida en la memoria de los amigos. Los recuerdo a todos periódicamente, cito sus anécdotas, si paso por la calle de Emilio o de Juan me vienen a la memoria sus anécdotas. Al Labra voy todos los días, allí siguen los hermanos del Nano manteniendo viva la herencia de sus padres. Cuando pase por Compañía o cuando vea al Lolo me acordaré también de Paco y de esos bollos que tantas alegrías nos dieron durante otra época .

Fernando Santiago

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