NOTAS AL MARGEN
David Fernández
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IR sin corbata se ha convertido ya en algo más que en una forma de vestir. A la tendencia ya se le ha bautizado como sincorbatismo, lo mismo que España ya vivió hace muchos años el sinsombrerismo. Atreverse a pasear por las elegantes calles de Madrid sin sombrero fue todo un acto de valentía. La peor parte se la llevan ahora los fabricantes de corbatas que parecen verla venir. Ahora la corbata, ese accesorio burgués con pinta de babero, parece vivir un momento de rigor simbólico más que singular, si no apocalíptico. Pedro Sánchez ya protagoniza sus mítines e intervenciones públicas sin corbata. Y si él lo hace, lo hacen sus aplaudidores, tal y como dicta el borreguismo. A Rajoy le pasa como le pasaba a Rubalcaba, que se les pone mala cara cuando se quitan la corbata, por lo que mejor será que dejen a un lado ese símbolo del pseudoprogresismo. Pero ninguno de ellos me preocupa como usted, señor corbatero.
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