Los héroes de la palabra

Dos agentes de los grupos de atención al ciudadano salvan a un hombre en el nuevo Puente tras convencerle de que no se arrojara al vacío

Los dos agentes de policía que ayudaron al hombre, ayer ante el nuevo puente. /Joaquín Pino
Los dos agentes de policía que ayudaron al hombre, ayer ante el nuevo puente. /Joaquín Pino
Cristina Rocha

31 de julio 2013 - 01:00

Ser policía es una profesión arriesgada de por sí. Además, en situaciones límite como la vivida el lunes a las 14:45 horas en el todavía inconcluso Puente de la Constitución, no sirven las armas. El único medio del agente de policía en ciertas circunstancias extremas es la fuerza de la palabra, la empatía, y el poder de convicción. Estos han sido los ingredientes empleados por los dos policías pertenecientes a los Grupos de Atención al Ciudadano que fueron los primeros en llegar al lugar de los hechos.

Y es que ya lo dijo el filósofo Gorgias en el Encomio de Helena: "El discurso es un gran soberano que con un cuerpo pequeñísimo, lleva a cabo divinísimas obras. Puede, en efecto, hacer cesar el terror y quitar la pena y producir alegría e incrementar la compasión". En el gremio que ahora nos incumbe esta habilidad puede salvar vidas. Y ayer estos dos funcionarios lo hicieron. En lo policial a veces se olvida que, como en todos los trabajos hay personas con vocación de servicio. En esta ocasión, los que la sociedad a veces trata de malos, se visten de superhéroes.

Los agentes, que prefieren que no se sepa sus nombres, relataron: "Tuvimos que dialogar con él alrededor de unos treinta minutos para convencerle. Pasamos miedo, pero tenemos que transmitir confianza y, sobre todo, escucharle". Mediante la escucha activa los agentes consiguieron que se desahogara, salvándole la vida. "Hay que dejarle hablar, también nosotros nos pusimos en su lugar y le contamos nuestros problemas, casi lloramos, y hacemos sentirle cómodo", confesaron los agentes. Revelaron que al inicio el hombre, de 49 años, se encontraba sentado justo en el borde de la parte más alta del puente. "Es la zona más peligrosa en la que hemos tenido que intervenir, sobre todo, por la altura y los hierros de la estructura inacabada".

La llamada de alerta la dio uno de los obreros que se percató de las intenciones del hombre e intentó ayudarlo, a lo que el respondió "me voy a fumar un cigarro y luego me tiro", según consta en el parte.

Al principio hay que tener muchísimo tacto con la persona en cuestión, no acercarse físicamente "cuando nos acercamos se puse de pie y se agarró a la barra de hierro", detallaban.

Una vez ganada la confianza y superada la tensión inicial, los policías tiraron del humor para convencer le e incluso le hicieron reír con comentarios como "hoy no que la mar está muy revuelta, déjalo aunque sea para otro día", a lo que el hombre respondía siempre positivamente. Estos dos agentes, pese a no ser psicólogos, recibieron un periodo de formación en la Escuela Nacional de Policía, sita en Ávila, donde se instruye a los futuros policías en desarrollar ciertas habilidades sociales en la relación de ayuda en situaciones como ésta.

"Teníamos miedo, aunque no lo pudiéramos hacer ver, por la elevadísima altura a la que nos encontrábamos, era un auténtico precipicio. Nos dimos una buena carrera hasta llegar al final del puente". Y por fin, después de treinta largos minutos, consiguieron sujetarlo del brazo y llevarlo a una zona menos peligrosa. El hombre tenía un fuerte ataque de ansiedad del que se ocuparon los compañeros del 061. Al final , fue el propio protagonista quien tuvo el valor de agradecerles su profesional actuación.

Profesión de riesgo constante que salva vidas en cuestión de segundos. Como decía aquel comisario en la serie televisiva Canción triste de Hill Street: "Tened cuidado ahí fuera", que, aunque ficción, corrobora los peligros a los que está sometida esta, para muchos ingrata profesión de ser agentes de policía. La del martes será para ambos una experiencia inolvidable.

stats