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Almería

Los padres de Gabriel Cruz hicieron el papel de su vida y vivieron con la asesina

  • Disimularon como héroes para que actuara con libertad, bajo la directriz de los agentes

Ana Julia Quezada.

Ana Julia Quezada.

La mala del cuento finalmente resultó estar en casa. Los padres del pequeño Gabriel tuvieron que hacer el papel de su vida, guiados por la estrategia de la investigación que estaba llevando a cabo la Guardia Civil para que Ana Julia Quezada no supiera que ya estaba bajo lupa. Todos los focos se dirigieron hacia ella el día que fingió encontrar una camiseta del menor entre unos matorrales, pero que en realidad puso ella misma para desviar la atención de los agentes.

Ana Julia falló. Cometió error tras error y su nerviosismo por evitar que nadie encontrara el cadáver del pequeño

Un movimiento con el que consiguió todo lo contrario a lo pretendido. Su estrategia malévola fue la que puso sobre la pista a los investigadores, y también al padre del pequeño, que desde el primer momento sabía que no era una prenda que vistiera el niño cuando desapareció. Y que además, el punto donde supuestamente apareció la camiseta, ya había sido rastreado en numerosas ocasiones durante los cuatro días anteriores.

Tanto Ángel Cruz como Patricia Ramírez, los padres del pescaíto, fueron en esta historia unos auténticos héroes y una pieza clave para el esclarecimiento del caso. Y es que contra todo pronóstico y con una fuerza difícil de mantener durante tantos días, tuvieron que convivir con la asesina de su hijo sin flaquear en ningún momento, sin que se les notara que sospechaban de ella, pese a las férreas evidencias que tenían de que ella era la principal sospechosa. La investigación dependía de ello.

Tuvieron que convivir con la asesina de su hijo sin flaquear en ningún momento

Aguantaron por su hijo. Y lo hicieron dando además una gran lección al mundo, sobre todo cuando pedían a los ciudadanos que no se ensañaran con la asesina, una vez conocido el fatal desenlace, que recordaran a Gabriel con amor y dejaran a un lado la rabia, para que fuera la justicia quien juzgara a la mala del cuento que arrebató la vida a un ángel de ocho años.

Ana Julia falló. Cometió error tras error y su nerviosismo por evitar que nadie encontrara el cadáver del pequeño, que ella misma enterró en una zanja que hizo al lado de un cortijo propiedad de su pareja y padre de la víctima, hizo que apresuradamente sacara el cuerpo y lo introdujera en el maletero de su coche. El objetivo era buscar otro escondite más seguro, alejado de Las Hortichuelas, donde miles de personas lo buscaban.

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