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Tribuna

Gabriele Vestri

Sector público e inteligencia artificial

Dagmar Monett Díaz compartió una revelación impactante: había recopilado quinientas definiciones de IA. Esta diversidad ilustra la complejidad del campo

Sector público e inteligencia artificial

Sector público e inteligencia artificial / rosell

Alan Turing dijo en una ocasión: “Solo podemos ver poco del futuro, pero lo suficiente para darnos cuenta de que hay mucho que hacer”. Estas palabras resuenan hoy, mientras nos adentramos en un territorio donde la inteligencia artificial (IA) se perfila como protagonista que ayuda a leer el futuro. Sin embargo, su misteriosa esencia crea un desafío: ¿realmente comprendemos hacia dónde nos dirigimos?

En un reciente encuentro titulado Inteligencia Artificial en la Administración Pública, la profesora Dagmar Monett Díaz compartió una revelación impactante: había recopilado quinientas definiciones de IA. Esta diversidad ilustra la complejidad del campo. Así, aquí, nos limitamos a entender la IA como un sistema capaz de tomar decisiones que tradicionalmente requerirían un cerebro humano.

Establecidas estas bases, surge espontánea una segunda pregunta: ¿Para qué sirve la IA? Incluso un niño de nueve años –concretamente mi hijo– proporciona una respuesta intrigante: “Para crear imágenes que no son verdaderas”. En esta definición, se reflejan las características fundamentales de las inteligencias artificiales generativas actuales, donde las máquinas dan vida a escenarios irreales. Ahora bien, ¿estamos dispuestos a interactuar con estos escenarios? ¿y son estos escenarios realmente necesarios? Este cuestionamiento nos sumerge en la reflexión sobre el propósito y las implicaciones de la IA en nuestro día a día.

En la tarea de adoptar tecnologías que simplifiquen y mejoren nuestras labores cotidianas, surge la imperante necesidad de hacerlo con un enfoque ético, siempre orientado a agregar valor a nuestras acciones. Esta interrogante debería resonar con especial fuerza en el ámbito público, donde la apuesta por la digitalización es innegable, pero lamentablemente, no se está llevando a cabo con la profundidad y la ética necesarias.

En el escenario actual, es innegable que la IA ha adquirido una relevancia imperiosa, convirtiéndose en un fenómeno viral que ha cautivado a muchos. Sin embargo, es crucial reconocer que esta fascinación ha llevado a que la IA se perciba, en ciertos casos, como una mera moda.

Bajo un enfoque crítico y reflexivo, la implementación de sistemas de IA por parte de la Administración pública debería someterse a un riguroso “test de evaluación de impacto”. Este procedimiento implica evaluar si la entidad pública está preparada para adoptar una herramienta que, en la actualidad, representa una considerable disrupción. Además, se debe asegurar que la organización tenga la capacidad de gestionar las decisiones, incluso las de naturaleza instrumental, generadas por estos sistemas tecnológicos.

En este contexto, es imperativo que la entidad demuestre su habilidad para responder de manera efectiva a las dinámicas que introduce la IA en su funcionamiento.

Solo si todas las respuestas arrojan resultados positivos, cobrará sentido la implementación de sistemas de IA en el entorno público. En caso contrario, la decisión más prudente sería abandonar la idea de apostar por estos avanzados sistemas o por lo menos suspender la implementación hasta estar preparados.

La capacitación de los empleados públicos y la adecuación de la estructura organizativa para integrar la IA se revelan como pilares cruciales que aseguran la proactividad de la entidad en cuestión. Así, es esencial que las entidades ponderen cuidadosamente la adopción de la IA, asegurando una preparación integral que respalde el pleno aprovechamiento de sus beneficios y evite riesgos innecesarios.

Nos encontramos en el umbral de una era tecnológica que redefine el panorama. Aprender a coexistir con esta revolución se erige como un desafío crucial, siendo el desconocimiento y la desconfianza los obstáculos predominantes que tanto individuos como organizaciones deben superar. En este contexto de transformación, la adaptación a las innovaciones tecnológicas emerge como una tarea ineludible para garantizar un desarrollo armonioso y eficaz en este nuevo escenario que se presenta ante nosotros.

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