Hora y media esperaron algunos (bueno, en realidad muchos) gaditanos para poder comerse gratis tres pestiños el pasado sábado. Lo mismo se repitió al día siguiente en busca de erizos y ostiones de gañote. Y qué felices se les veía. Debe ser eso la felicidad: conseguir las cosas gratis. Digo yo, por la cara que se les veía a los que enseñaban su trofeo a las cámaras, que era una de las mejores cosas que les había pasado en su vida. Uno creía que la época de las colas para conseguir comida había pasado afortunadamente a la historia, que era cosa de tiempos pretéritos, de penuria y escasez. Pero en esta época de abundancia, unos años en los que la mayoría de la gente no soporta sin protestar cinco minutos de espera en la consulta del médico, o que la cola del banco les tenga de pie más de la cuenta, resulta de lo más soprendente la santa paciencia de la que se hace gala para coger unos dulces por la cara o para conseguir unas entradas del Falla.