Su propio afán

enrique / garcía-máiquez

Son de paz

MAS tiene un apellido que parece que suma, mas resta. Es un adversativo como un mas o una casa de grande. Y lo que se lleva dentro sale a las primeras de cambio. A su salida a la entrada del Palacio de la Zarzuela afirmando que acudía en "son de paz" le pasa como a su apellido: se diría conciliador y es puntilloso y redicho. Quien viene en son de paz lo hace porque tenía la alternativa de llegar tocando tambores de guerra y con la cara pintada como un comanche. Es una amenaza velada por una sonrisa condescendiente. Pocos comentarios son tan implícitamente agresivos. Imagínese usted, si no lo ve tan claro, diciéndolo en su vida diaria a cualquiera. La tensión se palpa de inmediato.

Y la grosería, desde luego. Los españoles tenemos muy interiorizado el refrán que nos asegura que "No ofende el que quiere, sino el que puede". Con su comentario Artur Mas presupone que él sí que puede. Esto es, que, si él quisiese, podría perfectamente tocarle otro son a S.M. el Rey.

El problema catalán se ha encanallado y lo del "seny" es un recuerdo arqueológico de los tiempos de Cambó. Esa es la categoría que queda tras la anécdota del comentario. "Dos no se pelean si uno no quiere" es otro refrán, tan clásico como el anterior, aunque éste no termina de convencerme. Más bien basta con que uno quiera para que al final la pelea acabe resultando inevitable. Todos los gobiernos centrales han sido muy indulgentes con el nacionalismo catalán y nos han traído a esto: al son de paz, por ahora y porque Mas lo concede.

Para analizarlo todo tendríamos que preguntarnos: pero, ¿qué podría haber dicho? Lo cierto es que, tras su recalentamiento del desafío soberanista, la lista única y las autonómicas transformadas en plebiscitarias, no le quedaba margen ni para un pulcro papel institucional. Por eso, tendría que no haber hecho declaraciones: "Vengo a ver al rey y no a una rueda de prensa. Disculpen". Lo que ignoro es si Artur Mas ha rechazado esa opción, más respetuosa con Felipe VI y, encima, más honesta, porque no se las piensa y no calla ni bajo agua o porque quería echarle un guiño a su parroquia como se echó unas risas entre dientes con los pitidos del Nou Camp. Sea lo que sea, le aconsejaría que al menos no usara metáforas militares, ni sensu contrario. El nacionalismo arrastra un largo historial de espita de conflictos como para andar jugando con frases hechas belicosas; mas no me oirá.

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