Un derrumbe

Es difícil poner los ojos en cualquier sitio de España y no ver que estamos perdiendo categoría como nación

Sentí mucho que mi artículo de ayer fuese costumbrista, literario y alegre. El periódico de papel, con toda su belleza romántica, impone unos límites mínimos de tiempo y lo había mandado antes de la desgracia de Barbate. Ahora, dos días después, y con la misma pena, la misma rabia y el mismo luto, escribo estas palabras que no serán originales, porque todos los españoles de bien sentirán lo mismo.

Cuánto honor en esos dos guardias civiles asesinados en cumplimiento de su deber, a pesar de tanto incumplimiento del deber de los políticos, que los dejan vendidos, sin medios, y todavía peor, sin respaldo moral. Son agentes de la autoridad, pero si no hay autoridad, quedan desagendados. Cuando la ley se convierte en un instrumento al servicio de las ambiciones de poder, los delitos se indultan y luego se amnistían y después se cambia la ley de enjuiciamiento son los defensores anónimos de la ley y el orden los que quedan en medio de un desorden y sin referentes firmes que sostener y que les sostengan.

Esto no quita responsabilidad a los asesinos concretos ni tampoco a los que jaleaban a las narcolanchas. Sobre ellos, que caiga todo el peso de la ley. Sin sociologías, políticas o recovecos.

Sin embargo, en una columna de análisis hay que añadir que nada ocurre por casualidad. Cuando se nos invita a no sacar conclusiones tras un asesinato, se propicia que éste sea aún más absurdo. Las conclusiones también se las debemos a las víctimas. El deterioro de la seguridad pública, de la moral ciudadana, de la educación, de los servicios públicos, del clima de convivencia y de la responsabilidad de los políticos es absolutamente alarmante. Es difícil poner los ojos en cualquier sitio de España y no ver que estamos derrumbándonos. Perdemos categoría como nación. Todos lo vemos.

Hay muchos homenajes que prestar a los dos guardias civiles caídos en acto de servicio y todos serán pocos. Los que podemos –y, por tanto, debemos–, una oración. Y todos tenemos que exigir más medios y, también, mejores fines de la política. Gobernar no es llegar al poder, servirse de él y sostenerlo mientras se pueda. Necesitamos un cambio muy enérgico de dirección, si no queremos resultar un Estado fallido.

No se trata ahora de poner caritas compungidas y entregar una limosna (a cargo del presupuesto) de dotaciones un poco menos ridículas. Hay que exigir más respeto a las instituciones y al bien común.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios