Cádiz, que tiene muchos más años que Bizancio, puede acabar superando a la antigua capital del Imperio Romano de Oriente en el tenor y virulencia de sus discusiones, que con el nombre de bizantinas han pasado a ser una categoría de debate inútil y absurdo desde su raíz hasta su conclusión pasando por todo su enrevesado desarrollo. Del trascendental asunto de la fecha fija del Carnaval pasamos casi sin solución de continuidad a la bronca extrañamente animalista a cuenta de unos mulos que al parecer son la esencia insustiuible de una fiesta religiosa. Y, sin darnos tiempo a sobreponernos de tal choque, nos vemos de nuevo enredados en la idoneidad de conceder una distinción tan civil (de cives, ciudad) como es la concesión de una medalla de oro del Ayuntamiento a una imagen cristiana. Desde luego, no esperábamos que la expresión "los ayuntamientos del cambio" se refiriera a esto. Ni ellos, seguro.

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