Con la venia

Fernando Santiago

fdosantiago@prensacadiz.org

Referéndum capilla

Mientras el mundo contiene el aliento por Holanda, en Cádiz no dormimos solo de pensar a qué hora saldrá el Perdón

Hasta 1989 en el cantón suizo de Appenzell funcionaba la democracia directa. Una vez al año se reunían en la plaza del pueblo los varones mayores de edad, provistos de una espada, y votaban todo lo concerniente a la política local. Estuvieron 500 años haciéndolo hasta que ellos mismos acabaron con la tradición y decidieron dar participación a las mujeres. Atacados por la fiebre de la democracia directa que recorre el mundo (Reino Unido, Italia, Colombia) los capillitas deciden ahora todo mediante votación entre sus hermanos. Creo que se llama cabildo. A qué hora salen, cuál es el itinerario, si llevan banda de música, de qué color son las flores, cómo se van a gastar su dinero. Asuntos de especial trascendencia. Contenemos el aliento ante tamaño esfuerzo democrático en las hermandades. La Iglesia lleva 2.000 años y se adapta con lentitud al paso del tiempo. Mientras el mundo contiene el aliento por las elecciones americanas, holandesas o francesas, en Cádiz no dormimos solo de pensar a qué hora saldrá el Perdón, por si a los capillas gaditanos les dará tiempo de ir a Sevilla a ver la Madrugá, que es lo que en realidad les gusta. Se parten la camisa por Cádiz 364 días al año y uno se lo toman de asueto en Sevilla, Madre y Maestra. Si hasta el Altísimo descansó al séptimo día, los capillitas gaditanos pueden descansar uno al año. Así toman nota del señorío sevillano y lo trasladan a la ciudad.

Estaba pensando en estos asuntos trascendentales cuando leí que la Policía Local había incautado una bolsa con 100 crucifijos a algún vendedor ambulante durante el carnaval. ¿100 crucifijos? ¿Se venden símbolos religiosos en carnaval? Comprendo que se requisen todos los productos, perecederos o no, que se incautó la policía, incluso un artefacto denominado "cubo de pedos" que no se sabe qué función tiene, si es como las bombitas fétidas de nuestra infancia, un lugar para aligerar la presión gaseosa o un homenaje al pasodoble del Yuyu. Esta ciudad es muy misteriosa con sus cosas. Yo me había quedado en los martillitos y la Tere con su Tartana. En carnaval se venden crucifijos y los que defienden las tradiciones se van de Cádiz. No me extraña que al Ecce Homo le costara tanto dar entrada a mujeres entre sus filas, aunque fue por la mínima y en el tiempo de descuento. Eso pasa por acabar con tradiciones centenarias así, sin ton ni son. Se empieza dando entrada a las mujeres y se termina cargando a costal. No somos nadie. El Kichi tiene la culpa.

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