Nos hemos acostumbrado a la ley de lo políticamente correcto, a que nadie saque los pies del tiesto, a buscar la dialéctica del confort para no meter el dedo en el ojo a nadie. El otro día el primer teniente de alcalde del Ayuntamiento de Cádiz, Martín Vila, trataba de naturalizar las críticas de unos socios de gobierno a los otros tal y como son todas las relaciones humanas. A la gente que no dice nada le va todo mucho mejor porque no se acerca al toro ni de lejos. Sin embargo, cuando hay alguien que se sale del guión establecido, se expone a que le caiga una catarata de críticas. Las frases hechas, los guiones establecidos son muy aburridos y previsibles. Sin embargo, no estamos acostumbrados al que tiene su pensamiento propio y lo expresa en voz alta pese a que sea contrario a lo que la mayoría ha decidido que es lo permisible. La mayoría prefiere la autocensura para no ser reprendido.

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