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Eso al menos pretenden los que todavía tienen la sartén por el mango. El problema -que lo es para todos los españoles-, podría ser irresoluble si el concepto reconstruir se aplica en su exacta definición, esto es: volver a construir, sin especificar si obligatoriamente hay que utilizar materiales nuevos o si se volverán a aprovechar los de desecho y derribo; con las ideas ocurre lo mismo. Quién sabe si lo que se pretende sea restaurar ya que lo que en el fondo se pretenda sea evitar la ruina inminente; pero, tampoco, no vaya a ser que todo quede en un 'lavado de cara', que será lo más probable. En cualquier caso, obviar estos matices podría conducir a un fallo garrafal motivado por los que no quieren bajarse del carro y los que pretenden seguir en el machito. ¿Sería, pues, más correcto decir "refundar"? Ahí están los más sensatos y los que aún no han pisado alfombras.

Las ideologías que vienen de lejos tienen la obligación de adaptarse a los tiempos sin que por ello tengan que perder sus esencias. Pero adaptar es distinto que cambiar. Adaptar es una facultad de la estrategia, de la didáctica; cambiar es renunciar a los principios para sustituirlos por otros. Y en esto habría que ser muy cautos y muy honestos.

Como a ciertas edades ya se tiene demasiado camino andado y suficiente perspectiva, también se ha tenido la oportunidad barajar muchas situaciones contradictorias, vividas como renovadoras, de ahí que sea normal que cunda el escepticismo más que el entusiasmo. Consecuentemente, lo mismo que la Iglesia Católica vivió aquellos movimientos obreristas, con curas que presumían de ello -cuando en realidad no dejó de ser un sarampión comunista para vengarse de pasadas adhesiones inquebrantables-, ha pasado con la mayoría de las doctrinas e ideologías; sus fallos nunca estuvieron en sus principios, sino en los procedimientos para llevarlos a cabo.

Cuando, como ahora, el PSOE menguante aspira a detener su sangría, parece ridículo que se apunte a una somera reconstrucción en vez de aprovechar lo mejor de sus raíces y ponerlas en práctica, aunque sea sacrificando a todos los que las han ido degenerando; unos por intereses particulares, otros por seguir aferrados a la teoría doctrinaria de lo que nunca fue. El 'conmigo o contra mí' es una estupidez eterna, más propia de dictadores que de demócratas por mucho que se presuma de ello.

Pero, bueno, con las mejor de las suertes ya vendrán días y ollas. También de adaptaciones habida cuenta lo que se cuece -y de qué manera- en el mundo que nos rodea. Lo dijo un controvertido socialista francés, Jean-François Revel: "La primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira". Lo que son las cosas, aún hay quienes siguen creyendo que es el ultracapitalismo el único tirano, cuando este, en realidad, lo único que ha hecho es aprovecharse de las mentiras de todos los que nunca aunaron sus esfuerzos para ponerse de acuerdo: las izquierdas.

A todo esto España tiene un nuevo-eterno Gobierno que tratará, como siempre, de hacer una faena de aliño, aunque esta vez con el ojo pendiente en la andanada que, como siempre también, se empeñará en el cuerpo a cuerpo -cuerpo contra cuerpo- poniendo sobre el tapete las vergüenzas de los de enfrente, cosa inútil si antes no se reconocen ni se destierran las propias.

Difícil. Recuerde lo que dijo el socialista francés sobre la mentira.

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