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Análisis

RaFAEL dUARTE

Canaricultura

Es una afición terriblemente cara y pensionada por la dedicación que conlleva

Si yo escribiese en un poema algo así: Amarillo intenso nevado, marfil rojo, blanco recesivo, mosaico ágata topacio, satine jaspe, bruno opal, negro cobalto, verde junquillo timbrado... No estaría definiendo colores de la paleta de Pepiño ni de la de Urréjola, no, estaría hablando de canaricultura, ese arte que lleva a través de las razas y colores al disfrute del canto y la belleza.

Manolo Fernández Mora lleva muchos años con esa afición. Afición terriblemente cara y pensionada por la dedicación a las aves que conlleva. Manuel Fernández Mora, tiene todos los premios de España de canarios de canto y de color. También los tiene de canto silvestre. Con las aves pasa como con las ganaderías de bravo o con los gallos de pelea. Se reproducen por compensaciones de tamaño buscando el fenotipo o por consanguinidad, como en los encastes ganaderos que transmiten los valores positivos de la raza pero también los secundarios que son menos deseables.

Trescientas aves cantando. Manolo pone la radio y los estimula. En los jaulones de cría se ve el pequeño milagro del polluelo mínimo, ciego, indefenso, entre huevos claros, para que cuando la madre o la nodriza se echen, no se produzca el aplastamiento de la cría mínima que duerme.

Trucos que aprendes con el tiempo, dice Manolo. Veo los brunos jaspe amarillos, la pluma tan pastel, tan elegante. Veo los jilgueros silvestres, carduelis, carduelis, los mismos que en los carrizos de la playa oyes cantar cuando estás paseando o pescando. Pero también ves al Carduelis Caniceps, del Himalaya o cardellino, aquí con la pluma elegante del mismo y perdida la boinita negra del autóctono. También tiene ejemplares del jilguero canario o jilguero amarillo o jilguero norteamericano o canario salvaje o cadernera americana o pardillo americano, carduelis tristis. Y luego están los mixtos, el cruce de canario con jilgueros, que algunas veces son criados por nodrizas, pájaros que no pican los huevos o no abandonan a las crías, igual que en la torada cuando los becerros son introducidos en la tranquilidad de los cabestros.

De pronto, cuando el canto se estira con su milagro íntimo, te viene a la cabeza el verso, soneto de Gerardo Diego, el gran poeta del veintisiete, "Súbito, ¿dónde?, un pájaro sin lira, /sin rama, sin atril, canta, delira, / flota en la cima de su fiebre aguda."

Y recordamos ambos a Juan García Cubillana que como criador, llegó a ser campeón del mundo de canto malinois, con premios internaciones en Breda, donde las lanzas fueron vencidas por el canto y en Pordenone en Italia.

El presidente de la tertulia, José Acosta Martínez también fue criador hace algún tiempo.Y el secretario Carrillo tiene un gorrión y un loro. Pero sigo oyendo esa espiral sonora que se alza en el reino de aves de Manolo Fernández Mora y de nueve viene el verso de Gerardo: "Vivo latir de Dios nos goteaba/ risa y charla de Dios, libre y desnuda. / Y el pájaro, sabiéndolo, cantaba."

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