La conclusión de las obras de rehabilitación y reforma en el Cristo Viejo no acaba de ser una realidad. El personal de la escuela taller del mismo nombre que acometía dichos trabajos -subvencionada por la Junta de Andalucía- no percibe el salario acordado desde finales de año y la cofradía crucera carece de los recursos necesarios para seguir con un proyecto que esperaba culminar esta primavera.

El conflicto surge de una falta de entendimiento entre las partes respecto al funcionamiento de la escuela taller en la cuestión económica. Problemas con la documentación exigida a la hermandad para justificar la actuación; complicaciones justo en ese momento de la Junta para disponer del dinero que debía abonar a la entidad y cubrir así el total de la subvención; y, finalmente, falta de liquidez de ésta para pagar a los integrantes de la escuela taller y proveedores han provocado que la reforma de la capilla de la Vera Cruz haya quedado incompleta. Un sinfín de calamidades que abocan a la cofradía a un futuro incierto.

La resolución de la Consejería de Empleo establece el compromiso de la Junta a abonar el último porcentaje de la subvención -un25%- "una vez alcanzada la ejecución del 50% del proyecto y justificada mediante la documentación concerniente". Ya antes le había entregado el otro 75%. Pero cuando la hermandad completó de manera adecuada el proceso administrativo de la auditoría la Administración andaluza no disponía del dinero para desembolsarlo. Eso creó un problema a la hermandad para hacer frente a los pagos restantes, puesto que carecía del dinero suficiente para ello.

Hablamos de una cantidad total de 168.247 euros imposible de financiar por la hermandad, ya que la misma no genera ingresos suficientes para hacer frente a la cuota de un hipotético préstamo bancario que, por otra parte, sería inviable debido a la falta de bienes que lo avalen. El 30 de junio fue la fecha tope para aportar la liquidación de dicho importe, que, al no ser presentada, otorga a la Junta la capacidad de suprimir la subvención. La hermandad crucera queda así en una situación desoladora con riesgo de ver embargados parte de sus bienes.

El párroco del Santo Cristo, Salvador Rivera, destaca la implicación de los hermanos, equiparable a la gravedad de un problema difícil de resolver: "No sé qué solución puede tener, la verdad". Por su parte, Manolo Rivera -presidente del Consejo de Hermandades y Cofradías- opina que bajo la correcta situación legal subyace un grave perjuicio hacia la cofradía y la ciudad de San Fernando. "Es necesario que ambas partes lleguen a un entendimiento, tanto por la situación personal de los trabajadores pendientes de cobro como por la propia hermandad que se ha visto envuelta en un problema de gran envergadura", indica.

Según Rafael Valverde, hermano mayor de la entidad, la bicentenaria corporación está adoptando diversas medidas para bloquear esta situación de riesgo: desde negociaciones con el gobierno local -que siempre se mostró volcado con el proyecto- hasta la creación de una plataforma cuyo objetivo es la defensa de la hermandad y su sede canónica. Dicha plataforma, surgida de la iniciativa de hermanos y cofrades de renombre, está pendiente de consolidarse en próximas semanas y focalizará su labor hacia la búsqueda de diálogo con la Junta y otras instituciones. Así mismo incentivará la implicación de la ciudadanía en este problema que afecta a uno de sus bienes patrimoniales con más solera.

La capilla de la Vera Cruz es uno de los iconos más señeros de la ciudad. Sus orígenes se remontan a finales del siglo XVIII, cuando Juan de Madariaga -marqués de Casa Alta- donó unos terrenos para construir la iglesia Del Salvador en lo que hoy conocemos como plaza del Cristo Viejo. El proyecto nunca se concluyó pero sí una capilla levantada en el lugar con vistas a cubrir temporalmente las necesidades espirituales de los vecinos del floreciente barrio del Cristo mientras duraba la citada obra. Dicha capilla ha podido conservarse durante más de dos centurias gracias a la perseverancia de los hermanos cruceros y así ha de seguir, como testigo mudo de cara a futuras generaciones de isleños.