RECIENTEMENTE tenemos en mente la imagen de los operarios limpiando las basuras de los bloques del Campo del Sur, o la que se repite todos los años de los voluntarios submarinistas en la Alameda. De siempre, el mar ha sido la cloaca universal. Evidentemente todo tiene un límite. Y el ejemplo más paradigmático es nuestro Mare Nostrum, más parecido en muchas zonas a un estercolero que a la imagen idílica que tenemos de un entorno marino. Si bien los buques no son la fuente principal de contaminación por basuras en el mar, que lo son los núcleos urbanos costeros, el transporte marítimo es un elemento de riesgo y por ello existe una normativa internacional al respecto que trata sobre los diferentes tipos de residuos y la distancia a la que puedan ser vertidos al mar, endureciendo las limitaciones en algunas zonas, como el Mar Mediterráneo.

En la actualidad se empiezan a dar pasos importantes para endurecer esa normativa sobre basuras. Y los principales cambios incluyen la inclusión de un nuevo requisito especificando que la descarga de toda la basura en el mar está prohibida, excepto cuando se indique expresamente lo contrario, la ampliación de los requisitos de carteles en los buques y planes de gestión de basuras, no solo en los buques sino también en las plataformas fijas y flotantes dedicadas a la exploración y explotación de los fondos marinos. Lo último que se ha aprobado es la propuesta de inclusión de requisitos de descarga sobre restos de animales muertos. Todo parece indicar que la norma se va a endurecer y que unido a un mayor control desde las administraciones redundará en el deseo de todos de mares más limpios.