La cornucopia

Gonzalo Figueroa

Encrucijada marroquí

Mulay Hicham, príncipe marroquí, en una posición destacada en la línea de sucesión a la corona de Marruecos y primo hermano del rey Mohamed VI, con quien mantiene una muy tirante relación, ha sido entrevistado en el diario El País por Ignacio Cembrero. Realmente, sus declaraciones, frente a las agudas y directas preguntas del periodista, no tienen desperdicio. El momento resulta de máxima tensión, ya que las revueltas populares en el norte de África, que han soliviantado el falsamente manso panorama de las dictaduras de Túnez, Egipto, Yemen, Mauritania y otros Estados de la región, muestran por vez primera que sus pueblos, hartos de sus corruptos líderes autoritarios, se atreven a salir a las calles y pedir a gritos la democracia como único sistema respetable de gobierno.

Con habilidad y demostrando su conocimiento de la política regional, Mulay Hicham, que reside en París, un hombre culto y autor de sesudos artículos sobre el mundo árabe, estima que, tras la caída del tunecino Ben Alí, el curso de la historia de ese territorio ha cambiado para siempre. Convencido demócrata de formación europea, este académico marroquí estima que, cualquiera que sea el desenlace de la crisis egipcia, "Marruecos no será probablemente una excepción", ya que, si bien "disfruta de un mayor grado de mediación social entre el poder político y el pueblo…esa mediación está ampliamente desacreditada. Lo corrobora la bajísima participación en las elecciones…El abismo entre las clases sociales socava la legitimidad del sistema".

Ello me recuerda las lecciones de ese maestro filósofo italiano que fue Gianbattista Vico, a caballo entre los siglos XVII y XVIII, autor de la teoría de los "corsi" y "ricorsi" que, simplificada, viene a significar que "la evolución de las civilizaciones" supone que el lenguaje, las costumbres y los gobiernos humanos nacen, se desarrollan y decaen, cíclicamente, lo que hace de la historia una ciencia "espiral", ya que debe cubrir un desarrollo que surge, se afianza y luego declina, para volver a renacer con nuevas formas. De todo lo anterior se desprende que lleva razón Antonio Navarro cuando, en su artículo de ayer en este Diario de Cádiz, manifiesta que Marruecos se compone de una ciudadanía "políticamente desarticulada y socialmente imposibilitada". Es una visión catastrofista, pero con visos de triste realidad. Concluyo que, tal como lo afirma el príncipe Mulay Hicham, atendido "el mar de fondo que recorre el sur del Mediterráneo, Marruecos no será la excepción".

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