De poco un todo

Enrique García-Máiquez

Haiku power

EL semi anónimo político belga Herman Achille Van Rompuy contaba entre sus hasta ahora desconocidos y por tanto innumerables méritos con las diecisiete frágiles sílabas del haiku. Habrán sido claves para alzarse con la presidencia de la UE; pues, como avisamos aquí hace poco, el ascenso del haiku es imparable. Aunque no nos atrevamos a decir lo mismo de un democristiano, alguien que ama esos leves poemas japoneses, hechos apenas de atención y amor y un poco a veces de ironía, no puede ser mala persona. No voy a desaprovechar esta oportunidad que se me presenta de unir la actualidad poética y la eternidad poética. Además, tal vez les ofrezca a ustedes una primicia y sea ésta la primera columna española que traduce la obra del haijin Van Rompuy. Disfruten, pues, de un haiku del flamante presidente europeo: "La mosca zumba,/ da la vuelta, se pierde/ sin hacer daño"; y otro: "Mi pelo al viento.../ Años después, al viento/ pero sin pelo".

Lo que sí les pido, por favor, es que resistan la tentación de extraer de estos poemitas la visión política de Van Rompuy. Es una tentación insidiosa a la que yo mismo he tenido que hacer frente, porque no les negaré que el de la mosca inofensiva no parece presagiar grandes inversiones en materia militar; y el del pelo podría sugerir cierta resignación melancólica ante uno de los mayores problemas de Europa: el envejecimiento de su población. En realidad, esos haikus suyos sólo demuestran buen gusto y sensibilidad, además de un talento mediano, lo que, teniendo en cuenta el nivel de nuestra clase política, ya es bastante más que la media. Que alguien que tendrá que tomar difíciles decisiones en política de defensa se muestre temperamentalmente incapaz de matar a una mosca, tranquiliza; y, por otro lado, que sea consciente de cómo nos luce el poco pelo que nos va quedando, tampoco viene mal. Muchísimo peor, adónde va a parar, son aquellos que se creen jóvenes perpetuos y rompedores, ay.

Aunque a primera vista estos pequeños poemas le expongan a algunas bromas y guasas, recordemos que delicadeza no es debilidad. Si el político belga hace gala de sus sentimientos, eso, en el fondo, no demuestra más que vida interior y confianza en sí mismo. O sea, una fuerte personalidad, que sumada a su fama de sutil negociador y a su impecable trayectoria como pacificador del avispero belga, nos permiten hacernos algunas ilusiones.

Falta nos hacen. Razones europeístas aparte, la política nacional lleva bastante errada la derrota, por usar términos náuticos que nos traigan a la memoria el desastre de la gestión del Alakrana o el hundimiento titánico del empleo o el ametrallamiento inglés de una bandera española frente a Gibraltar. El último salvavidas a mano para España sería una UE fuerte y eficaz. Que su máximo responsable sea un hombre gris de finos gustos literarios a mí, naturalmente, me parece un buen augurio.

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