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josé Blas / fernández

El verdadero laboratorio del aprendizaje

HUBO un tiempo en que maestro era una denominación hasta peyorativa, pues se relacionaba con alguien documentado pero de pocos ingresos económicos; de ahí la frase "tienes más hambre que un maestro de escuela". Hoy a cualquiera que sea listo y buen preparador se le dice maestro, como ocurre con quienes han llegado a algo en la vida y siempre se enorgullecen de su maestro o quienes disfrutan al decir "esa persona importante es un ejemplo de su maestro o yo fui el maestro de aquel genio". Frente a esto, el aprendiz es otra de las definiciones que se han ido perdiendo por parecer peyorativa. De hecho, tras las distintas reformas laborales la categoría de aprendiz se ha perdido prácticamente de las tablas de los convenios colectivos, cuando el haber sido aprendiz en los inicios de la vida laboral ha dado grandes éxitos al mundo del trabajo y a la sociedad civil actual, pues la formación como hoy se denomina ha parecido más exitosa y con mayor rango para así ocultar muchos fracasos de jóvenes que no han tenido soluciones a su vida de estudiante o han fracasado en unos estudios universitarios, a lo que tanta importancia se le da, sin saber si muchos jóvenes cursan los estudios de muchas carreras de parados, por lo que la formación es un conjunto de situaciones que hoy se visualizan de manera no ajustada a la realidad.

El aprendiz era aquel joven que en un comercio aprendía a limpiar los cristales, a ordenar las mercaderías o a tener las mínimas reglas de urbanidad con los clientes (hoy por cierto inexistentes), así como saber atender o despachar hasta llegar al ocaso de su vida laboral como encargado general de aquellos grandes almacenes donde hasta barrió las escaleras de las puertas de servicio, no olvidando aquel aprendiz que comenzó, igualmente, en el banco o caja de ahorros llevando las primeras cartas, aprendiendo a escribir a máquina y desarrollando actividades mercantiles para saber lo que era un cargo y un adeudo o un abono y si el "debe" estaba a la izquierda y el "haber" a la derecha de un asiento contable, para que a lo largo de su vida laboral también terminase de director o interventor de una sucursal con poderes hasta para dar y conceder préstamos, sin olvidar tampoco el aprendiz de una oficina de cómo empezaba y cómo llegaba a jefe o director, o al aprendiz de la construcción que terminaba como un gran encargado general de una obra con plenos conocimientos hasta para interpretar planos de edificios; o bien, grandes profesionales de la fontanería, de la electricidad, del encofrado, de la yesería y de tantas otras profesiones que están casi perdidas.

Todo ello, porque esa formación como hoy se llama quiere a gente que aprenda la profesión sobre papeles y ordenadores, pero nunca bajando al tajo de la faena que es como verdaderamente se aprende y bajo la tutela de ese maestro especialista que te hacía aprender con muchos sacrificios y desde pequeño. Por eso hoy sobran muchos titulados de carreras universitarias y faltan barnizadores, electricistas, camareros, plateadores de metales, ferrallistas, soldadores, carpinteros, zapateros y un gran elenco de profesionales que actúan en el mundo del trabajo solo porque la figura del aprendiz la hemos hecho fracasar por las grandes trabas y normativa que el mercado de trabajo ha impuesto para transformarla en ese grupo denominado de la formación y que a la larga nadie los contrata, pues un aprendiz es el que aprende y es enseñado por el maestro, no el que no sabe nada de nada y quiere con 16 años entrar en una empresa directamente de jefe. Así nos va y así existen muchas profesiones y oficios que están desapareciendo, porque ser aprendiz es algo que no se quiere y tener un título viste mucho pero desgraciadamente para colgarlo en la pared del salón, pues para trabajar hace falta otra dosis de aprendizaje y para todo es necesario ese maestro que tanto añoramos los que peinamos canas y al que tanto le debemos porque gracias a ellos las empresas funcionan con experiencia y con conocimiento de la materia en la que trabajan.

Ahora todo no es manejar bien el ordenador o ese móvil de última generación que sabe de todo, eso inclusive ha sido muy lesivo para muchos y sigue ocasionando grandes perjuicios como escribir con múltiples faltas de ortografía y sin ningún conocimiento de la gramática, pues da pena leer muchos e-mails y muchos mensajes o sms que pone de manifiesto el nivel de muchas personas. Hoy hace falta aprender cada día y con vocación, pues quien es un gran especialista con una vocación plena llegará donde se proponga, pero con ese aprendizaje que le ha llevado a conseguir lo que buscaba. Por eso, observamos cómo la nueva tecnología de los grandes astilleros piden gente especializada, pues ya los años del tornillo y del remache han desaparecido y por eso dejémonos de tantas y tantas subvenciones para lucrarse unos pocos y volvamos con aquellas escuelas de formación dotadas de grandes maestros, pues eso es lo que vale o, bien, posibilitar a los autónomos y empleadores de las pymes a que estos costes sean mínimos y no que para enseñar cueste tanto, ya sea a la Seguridad Social como salarios y, especialmente, no confundir lo que es formación con trabajar como si fuera un empleado más, siendo esto claramente un fraude. Lo demás solo hace que cada año nos tengamos que arrepentir de tantos jóvenes sin hacer nada y comprender claramente que ser aprendiz no es peyorativo, pues se trata de asimilar los conocimientos básicos para que el día de mañana se conviertan en auténticos especialistas y profesionales, como ya está ocurriendo en toda Europa y en especial en los países más industrializados.

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