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Su propio afán

enrique / garcía / mÁiquez /

Mariano tiene un amigo

RAJOY no está solo. Cuando Pedro Sánchez lo había sacado de sus casillas a base de noes; cuando Rivera le sugería un paso al lado; cuando Aguirre había arrancado, tirándose ella de cabeza, una reacción en cadena de fichas de dominó; cuando Susana Díaz había dejado pasar su enésimo tren, cuando más acorralado estaba, Pablo Iglesias le echa una mano. Buena falta le hacía. Su manejo de los tiempos era un desesperado intento de salvación personal que no estaba saliendo bien.

Pero le queda Pablo. Las demandas que éste hace a Pedro Sánchez son imposibles. Ni así se presenta ninguna propuesta ni esos proyectos son compatibles con una economía de mercado de la Unión Europea ni hay partido socialista que se trague lo del referéndum soberanista sin saltar por los aires.

Es todo tan alucinante que han surgido como setas (alucinógenas) las teorías conspirativas. Unos sugieren que, como Pablo Iglesias sabe que el IBEX va a forzar de un modo u otro la gran coalición, se pone la venda utópica antes de la herida. Otros, todo lo contrario, que el pacto PSOE-Podemos está cocinado y todo es puro teatro. Yo, poco conspiranoico, pienso que Iglesias ve que Sánchez prefiere pactar con él y, consecuentemente, le pide el manso. O lo toma (o sea, o lo da todo) o lo deja, y vamos a elecciones, donde lo perdería casi todo.

En cualquiera de los supuestos, Iglesias está salvando a Rajoy o dándole, al menos, lo que él más aprecia: tiempo. Supuesto uno: echándose al monte de la utopía, Iglesias deja a Sánchez sin capacidad para presionar al PP en esa hipotética negociación auspiciada por el IBEX. Supuesto dos: si ya estuviese todo pactado entre Pedro y Pablo, con estas exigencias absolutas, asusta al electorado del PP, alerta a los barones del PSOE y alarma a los agentes económicos, todo lo cual beneficia a Rajoy. Supuesto tres: al colocar a Sánchez entre la espada y la pared, saca de ese puesto a Rajoy, que ahora puede esperar a que el líder de los socialistas acuda a él con las orejas gachas si quiere evitar, mediante un acuerdo de suma insuficiente con C's, o un pacto humillante o unas elecciones suicidas.

Algunos de mis lectores más fieles suelen afearme con admirable constancia que defienda a Rajoy sólo porque no lo critico desde su orilla ideológica, sino desde la mía. Supongo que algo tendrán ahora que reprocharle a Iglesias, último sostén del marianismo, que en él se acoge a sagrado.

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