Santiago Moreno

Al grito de ¡Viva España!

El comerciante Mariano Alba murió el 19 de julio de 1936 en el balcón de su casa, Valde-Iñigo esquina a San Francisco, por disparos de las tropas moras

SE cumplen 79 años del golpe de Estado del 18 de julio de 1936, el cual provocó el inicio de la Guerra Civil. A lo largo de los últimos años he encontrado multitud de episodios que la historiografía franquista ocultó. La apertura de archivos militares o la historia oral han facilitado con creces dicha labor. Para el caso que tratamos en el presente artículo, en un principio, nos basamos en la oralidad. Hace un lustro, aproximadamente, me entrevisté con el gaditano Constantino Gutiérrez López. Autor de algunas publicaciones e hijo de asesinado por los golpistas, mantenía en sus recuerdos multitud de terribles historias relacionadas con la toma de la ciudad por parte de los sublevados entre los días 18 y 20 de julio, así como de la brutal represión sucedida en aquel verano, otoño e invierno de 1936. Al rememorar la llegada de las tropas Regulares al puerto de la ciudad al amanecer del 19 de julio indicó lo siguiente:

"Yo creo que los moros no sabían ni a lo que venían, cogieron por la calle Ramón y Cajal, donde está hoy el Centro Cultural Ramiro de Maeztu de Unicaja y frente a él había un establecimiento de tejidos, donde salió un hombre, un tal Alba, y salió diciendo "¡Viva España!", pensaría él ya está aquí nuestra salvación, y lo moros ni cortos ni perezosos lo dejaron allí frito, le pegaron dos tiros. Después llegaron hasta la Plaza de San Juan de Dios que ellos iban una fila por una acera y otra por la acera distante. Los de la izquierda apuntando a balcones, ventanas y tejaos de la derecha y viceversa. Luego rindieron el Ayuntamiento y luego siguieron por la calle Pelota donde asaltaron y arrasaron la relojería de Francisco Rendón".

La rendición del ayuntamiento, donde se encontraban concejales del Frente Popular y algunos guardias municipales, a la vez que el asalto a la platería La Central son hechos constatados. Sin embargo, la historia del comerciante que al ver llegar a las tropas que apoyaban a los golpistas salió al balcón a saludarlos y terminó fulminado a base de fuego de fusilería, resulta cuanto menos que mítica. No obstante, la siguiente historia nos hace comprender que a veces la realidad supera toda leyenda. Esta es parte de la historia del comerciante Mariano Alba.

En febrero de 1891 nacía en San Fernando un futuro vendedor de tejidos cuya injusta muerte fue silenciada por los golpistas del 18 de julio, aun cuando su situación familiar entroncaba con las cunas conservadoras y burguesas de la ciudad. Contrajo matrimonio con la gaditana María Luisa Garcés Natera, nacida a su vez en 1902, localizándose su domicilio en la finca número 1 de la calle Marqués de Valde-Iñigo esquina con calle San Francisco. La planta baja, en su totalidad, correspondía al establecimiento. En la parte superior se distribuían las distintas dependencias de una casa burguesa de Cádiz. En la misma vivían Mariano y María Luisa, las dos pequeñas hijas de ambos -Rosa María nacida en 1927 y Mercedes en 1929-, así como la cuñada del comerciante, Rosa, y la sirvienta: Ángeles Maza.

La noticia de la sublevación de los mandos militares en los territorios españoles en el norte de África, la tarde del 17 de julio, contra la II República puso en marcha a toda la 'reacción' gaditana. No en vano, algunos llevaban preparando el golpe algunos meses. El general Varela, por orden gubernamental, había sido ingresado en la prisión del Castillo de Santa Catalina el día antes. El gobernador militar López Pinto había jurado lealtad al gobierno, legalmente establecido, y a su representante en la ciudad, el gobernador civil Mariano Zapico. Parecía que la situación quedaba tranquilizada. No obstante, el movimiento de guardias civiles por la calle Ancha alertó a muchos ciudadanos, como así ocurrió con el joven Joaquín Fernández Revuelta:

"...estaba yo en la Academia de mecanografía recibiendo clases. Debería ser las tres de la tarde, cuando vi a mi padre, que había venido a la Academia y estaba hablando con las profesoras. Momentos después, mi padre me llevó con él a la calle y en dirección a nuestra casa. Mi padre iba a pasos aún más rápidos que los de costumbre. Traté de saber por mi padre qué era lo que ocurría; pero mi padre casi no hablaba, y lo único que yo le observaba era que estaba preocupadísimo. Me di cuenta de que algo grave había pasado o estaba pasando, porque no sólo mi padre y yo, sino todo el mundo por la calle iba [...] prácticamente corriendo".

Y, como no podía ser de otra manera, con Constantino Gutiérrez:

"Mi padre estaba durmiendo la siesta y yo en la calle esperando que abriera un establecimiento de café Saimaza para comprar cinco kilos y luego llevarlo al despacho del bar. Serían las cuatro o cuatro y media de la tarde y estaba yo en la calle Ancha cuando veo subir a la Guardia Civil y la gente empezó a correr y yo hice lo mismo hasta llegar a mi casa. Le conté a mi padre lo que había visto y dijo textualmente: 'Ya tenemos el resultado de la sublevación de ayer en Ceuta y Melilla'. Salimos a la calle para ver qué ocurría y dimos la clásica vuelta gaditana de San Francisco, Columela, Ancha, Compañía y Catedral y vimos cómo colocaban la barricada en la calle Arbolí desembocadura en calle Compañía".

La tarde del 18 de julio López Pinto dio la orden de liberar a Varela, que se puso al frente de la tropas allí acuarteladas. Marcharon dirección plaza de Argüelles, donde ya muy cerca de la plaza España y al edificio del gobierno civil -hoy Diputación-, se leyó el bando de guerra el cual fue recibido con abucheos por los gaditanos y gaditanas allí concentrados. En aquel lugar ya se registraron los primeros disparos que trajeron el golpe. Mientras tanto, hoy sabemos que en el gobierno civil se preparaba la defensa de la ciudad. Se telefonearon a municipios de la provincia solicitando ayuda, así como se montaron barricadas en lugares estratégicos. A lo largo de la tarde y noche del 18 de julio se produjeron algunos incendios en el centro de la ciudad. Hoy algunos historiadores piensan que fue producto de un plan desesperado de defensa para atraer a los militares al centro de la ciudad dejando libre del asedio al gobierno civil y ayuntamiento.

Aquella noche la familia Alba Garcés la pasaría, como tantos otros, encerrados en su casa. Aunque, a día de hoy, desconocemos si el comerciante Mariano Alba tenía actividad política, los recuerdos de sus hijas nos hablan de intranquilidad y nerviosismo. Si bien algunos comercios del centro estaban ardiendo, en los bajos de su finca, como vimos, se encontraba toda una tienda de telares que, como bien es sabido, son altamente inflamables. No sería muy descabellado pensar que aquella noche la pasara nuestro protagonista, con ayuda de algún dependiente, reforzando puertas y ventanas del establecimiento. Al amanecer, el vigía del gobierno civil avistó en el horizonte al Churruca y al Ciudad de Algeciras que traían tropas moras, así como abundante material bélico. Lo que haría, finalmente, inclinar la balanza a favor de los golpistas. Una vez rendido el gobierno civil, las tropas Regulares, con la ayuda de los falangistas dirigidos por José de Mora-Figueroa, se dispusieron a avanzar hacia otro foco de resistencia republicano: el ayuntamiento. El recorrido lo dibujó, con sus recuerdos, Constantino Gutiérrez. Entraron hacia la calle San Francisco, por Ramón y Cajal, y doblaron a la izquierda dirección plaza de San Juan de Dios. Tan sólo doblar la esquina, una persona, desde un balcón haría señales o daría algún saludo o por qué no, gritaría "Viva España"... y sin pensarlo dos veces se hizo fuego sobre él, muriendo en el acto. Ahora cobran más sentido las palabras de Mora-Figueroa cuando en su libro sobre la Falange gaditana, si bien no indica nada del comerciante Alba, bien es verdad que señaló que los moros se dedicaron a "correr la pólvora" por la calle San Francisco.

Los recuerdos familiares hablan del nerviosismo de Mariano Alba por su establecimiento. Pero también recuerdan como, posiblemente, sus pequeñas hijas presenciaron el asesinato de su padre, puesto que Rosa María y Mercedes se encontraban jugando cerca del balcón. Fuera como fuese, la muerte del comerciante fue rápidamente silenciada. Según los documentos del cementerio y Registro Civil, Mariano fue enterrado, como tantos otros, de manera atropellada y casi a espaldas de la familia. Fue inhumado el 21 de julio cuando la ciudad se sumía en el caos y los cadáveres se apilaban en el cementerio, desconociéndose en muchos casos incluso la identidad de las personas. El cuerpo sin vida de Mariano Alba llegó al camposanto desde su casa de la calle Marqués de Valde-Iñigo. Su certificado de defunción no pudo ser rellenado con más celeridad. Faltan varios datos como el nombre de sus padres o su oficio. Y lo peor, se mintió en el motivo de su fallecimiento. Mientras se sabe que fue asesinado por varios disparos motivados por la actitud golpista, se indicó "hemorragia cerebral". Este hecho debe poner en alerta a los historiadores, puesto que ¿cuántos casos más de defunciones de aquellos días fueron inscritos como muertes sin violencia, cuando realmente sí lo son?

La muerte de Mariano Alba del Cerro es un ejemplo más de la violencia inusitada que desplegaron los golpistas del 18 de julio de 1936 sobre la población civil. Pero no queda ahí la cuestión. A partir de entonces comenzaría el calvario de la familia Alba Garcés. Una madre viuda y su hermana tuvieron que sacar adelante a dos niñas pequeñas, Rosa María y Mercedes, a las que siempre se les contó que su padre había fallecido por motivo de la guerra. Una 'piadosa' mentira. A lo que hubo que sumar que el lugar de enterramiento de Mariano terminó hundiéndose y con él varios restos de otros fallecidos. Va por ellas este artículo que sólo pretende arrojar algo de luz a una historia demasiado oscura, a pesar de que han pasado casi ocho décadas.

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