de todo un poco

enrique / garcía-máiquez

La transición intransitiva

ESTO no es un artículo sobre Adolfo Suárez. He leído algunas extraordinarias necrológicas a la altura de la reflexión nacional y el examen de conciencia colectivo que estamos haciendo los españoles. Textos que jamás podría haber escrito yo, pues viví aquellos años instalado en el paraíso de la niñez y la preadolescencia. (Paraíso en el sentido estricto de gallinero de teatro, porque no seguía de cerca las vicisitudes de la vida pública, más allá de una vaga curiosidad por las apasionadas conversaciones de los mayores). Sin embargo, sí quiero sumarme y me sumo a las condolencia general. Y quisiera analizar el denominador común de las columnas y crónicas de estos días.

Se valora la Transición (con mayúsculas) de una forma muchísimo más unánime de lo que se estima la estación terminal a la que nos ha traído. No deja de ser curioso y, si se piensa, triste. La Transición, como todo tránsito, tendría que ponderarse según el éxito o el fracaso de su final. Cualquier transición es intrínsecamente transitiva y depende de su resultado. Nuestra Transición, sin embargo, se juzga con independencia de su, digamos, culminación o, todavía peor, a su pesar, o incluso más grave, por alarmante contraste con ella.

Cierto que casi nunca se expresa con esta crudeza, pero basta una mirada atenta y un oído sensible para percibir que eso es lo que bulle de fondo. Y lo que sale a la superficie cuando se echan de menos hombres como aquéllos, de aquel temple, o el talante político de entonces y su perdido espíritu conciliador y sentido de Estado.

Pudiera estar dándose, subrepticiamente, una inversión de los términos, pues siendo la tan mentada Transición un camino, y resultando tan decaída y problemática esta actualidad político-económica nuestra, se puede pensar -más allá de los juicios de valor- que el interés radicaba en el otro cabo del sendero. Quizá eso explique el misterio de por qué el franquismo sigue tan presente en nuestro imaginario colectivo a pesar de los simétricos casi cuarenta años desde que empezara la Transición.

La larga enfermedad impidió al menos que un hombre tan sagaz como Suárez asistiese a la ironía sofoclea de ver que su figura se engrandecía a la par que crecía el desencanto con el fruto de sus ímprobos y probos esfuerzos. Quizá el homenaje pendiente y auténtico consista en construir otro final más digno y pleno, coherente con las expectativas de entonces.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios