De todo un poco

enrique / garcía-máiquez

Pistoletazo de ceniza

PASAN los años a tal velocidad que se diría que el discurso del Miércoles de Ceniza resulta superfluo. ¡Y tanto que el tempus fugit!, exclama uno, atónito, cuando se encuentra que le toca hacer de nuevo su artículo cuaresmal. Otros escritores se buscan distintos referentes temporales. Sergio Fernández Salvador, por ejemplo: "¿Otra vez? ¿Es posible que haya pasado un año? Nunca tengo una conciencia tan insidiosa del paso del tiempo como cuando llega el aviso de la ITV". Tiene menos empaque, pero va a dar a la mar de lo mismo.

Además, estos últimos meses han sido un constante recordatorio de la muerte con tantos famosos y artistas, mayores y jóvenes, dando pie, ay, a tantísimas necrológicas. Y, en otro orden, ¡cuántos negocios y locales cerrados!, ante los que también entonamos nuestro ubi sunt? Vamos por la calle, si uno se fija, con el corazón encogido. Así las cosas, se concluiría que el Miércoles de Ceniza está de más, pues esas trazas de polvo sobre nuestras frentes sólo subrayan lo obvio, como una ITV cualquiera.

Y sería verdad si la ceniza no fuese, en el fondo, todo lo contrario. Lo explica a la perfección fray Luis de León en su Oda VI, De la Magdalena. En principio el poema resuena como un Tempus fugit, un lamento moralizante a cuenta del paso implacable de la vida, con claras resonancias clasicistas: "… ya el preciado / cabello, que del oro escarnio hacía, / la nieve ha variado". Sin embargo, inesperada, brusca, feliz, cristianamente, cambia de rumbo con cinco versos que son una refutación en toda regla de toda la honda melancolía pagana por la fuga irrevocable del tiempo: "Mas hora no hay tardía, / tanto nos es el cielo piadoso / en cuanto dura el día. / El pecho fervoroso / en breve del dolor saca reposo". Un leve giro de muñeca revolea la tristeza de la cuenta atrás de la juventud que se nos va y nos lanza a una eternidad que se nos viene -gozosamente- encima.

Mas hora no hay tardía" es justo lo que la ceniza susurra, o sea, todo lo contrario de lo que parece. Es un canto de esperanza. A cuarenta días vista, eso sí: avisando, para que luego no nos ciegue la luz, si la miramos, ni se nos pase, si estamos distraídos. La advertencia sobre la fugacidad del tiempo ya nos la hacen por sí mismos los acelerados calendarios; y de la mortalidad ya nos hablan los periódicos, y de la inestabilidad. La ceniza, no, la ceniza "en breve del dolor saca reposo".

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