de todo un poco

enrique / garcía-máiquez

"Bonus pater familias"

EN Código Civil francés se acaban de cargar el concepto de "un buen padre de familia". Era el criterio para medir la diligencia exigible en el cumplimiento de nuestros deberes jurídicos. Viene de Roma, del bonus pater familias, y todavía está vigente en nuestro código. A ver si dura, porque ya se sabe que las modas vienen de París.

Aunque las modas que han acabado con el venerable concepto jurídico vienen de lejos. Que Hollande en su vida civil no sea demasiado bonus ni excesivamente familias hace menos sorprendente la supresión, sí, pero hay mar de fondo. Pater familias y, para colmo, bonus, ya sonaba a machista y discriminatorio y, teniendo en cuenta el origen patricio de la expresión, a intolerables resabios aristocráticos. Las últimas innovaciones matrimoniales le han dado la puntilla: "¡Somos incompatibles!", se habrán increpado algunos artículos del Código Civil francés entre sí. Y claro que lo son.

Quien hoy pretenda, y es mi caso, ejercer de bonus pater familias, ha de ser, para no salirnos del latín, citior, altior, fortior, porque lo tiene todo en contra, desde el lenguaje a la fiscalidad. Lo profetizó otro francés, Charles Péguy: "Sólo hay un aventurero en el mundo: el padre de familia. Los aventureros más desesperados son nada en comparación con él. Todo en el mundo moderno está organizado contra ese loco, ese imprudente, ese visionario osado, ese varón audaz que hasta se atreve en su increíble osadía a tener mujer y familia". La aventura continúa, y extremándose.

Pero hay más: la pulsión de ir arrancando las raíces de Europa. No sólo las cristianas, ya ven, sino también las romanas, como aquí; y las griegas y las judías. Es una obsesión que se nota en las grandes declaraciones, como en la Constitución europea, y en los detalles, como éste.

Y aún hay más: la expresión "buen padre de familia" es un concepto jurídico indeterminado que pone muy alto el listón al cuidado en el cumplimiento de las obligaciones, pero que no lo regula. Deja espacio, pues, a la apreciación del juez, al sentido común, a las matizaciones de las circunstancias… El Derecho respira humanidad a través de articulaciones así, que relajan su rigidez reglamentista. Que se pierda una de ellas no es una buena noticia para la libertad. Como suele ocurrir, todo -las tradiciones, la familia, la libertad y el sentido común- viene junto. Y junto, sin que nos demos cuenta, se va yendo.

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