Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

De poco un todo

enrique / garcía / mÁiquez /

Una propuesta en el puente

Quizá usted, lector, también haya sentido algún desconcierto este fin de semana alargado por los cabos. Basta un pequeño -y delicioso- juego de manos con los días de fiesta para que uno no termine de saber del todo en qué día vive. La bromita, tan vieja ya, del "hoy es juernes" no está mal: expresa bien el suave mareo de la semana.

Aprovechando el ligero vértigo y el puente, voy a hacer puenting opinativo. Quiero lanzarme al vacío de promover un cambio en los días de descanso. No soy tan ingenuo como para proponer fines de semana de cuatro días, como estará usted pensando. Sólo pretendo acudir al rescate del domingo con urgencia, ay, inútilmente.

Por motivos sentimentales, por supuesto, y también religiosos, lo reconozco. El domingo fue siempre un día solar, alegre, superior, dedicado al descanso, a la contemplación, a la familia y a lo sagrado. Eso ha cambiado desde que se generalizó que el sábado fuese también fiesta. Por leyes psicológicas fáciles de entender, el peso de la alegría se desplazó: el viernes se convirtió en el día de la esperanza, el sábado en lo máximo y el domingo en el de la frustración y el fracaso del fin de semana. Se nos ha convertido en un día melancólico, de dolor de cabeza y corazón, de presentimientos oscuros, que se van ennegreciendo a medida que pasan las horas.

Si quisiéramos devolver al domingo el timbre que le corresponde por tradición, por etimología y por la fe -de quien la tiene-, sería bien sencillo. Bastaría pasar la fiesta del sábado al lunes. El sábado apenas perdería nada: se convertiría en un viernes, o sea, en el día de las altas ilusiones. El viernes sí vendría a menos, pero se lo merece, que anda últimamente muy crecido con eso tan hortera de "san Viernes", sólo equiparable a lo de llamar a Casillas "san Íker". El domingo ascendería inapelablemente a lo que le corresponde: al día de la plenitud. El lunes devendría en fiesta tristona, lo que, en su caso, supondría un ascenso y un ascenso, además, con justicia poética, pues "lunes" invoca a la melancólica luna. El martes sería el día de empezar el duro trabajo, pero para eso está bajo la protección de Marte, dios de la guerra: más apropiado imposible. Al miércoles y al jueves, les daría igual.

Para animar a mi reforma (soñada) lo digo hoy, en un domingo que, gracias a la Inmaculada, vendrá seguido de una fiesta. Podemos comprobar empíricamente que hoy sabe a gloria.

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