de todo un poco

enrique / garcía-máiquez

Tenemos que mirárnoslo

EL triunfo electoral de Angela Merkel ha sido unánimente aclamado en la prensa. Impresionaba ver su enorme foto en todas las portadas de los periódicos, aunque no extrañaba nada. Europa, y su locomotora o corazón es Alemania, se percibe como nuestro mercado laboral -la emigración-; Europa, como centro de decisiones -política económica-; Europa, como campo de batalla de los grandes principios -la iniciativa One of us contra el aborto y en defensa de la vida se presenta allí, mientras que aquí se escamotea la prometida ley, que ¿dónde anda?-, e incluso Europa, como la única defensora tajante de nuestra unidad nacional, parando en seco al nacionalismo, al que ha dejado grogui. Es lógico, pues, que la elección de Merkel nos interese tanto.

Los términos, en cambio, no son normales. Fíjense cuánto se ha repetido que Merkel "arrasa" o "arrolla", con esas dobles erres que arrastran una rugiente metáfora militar. Los medios tendrían que tener más cuidado con las palabras que gastan, porque transmiten la impresión de que las elecciones, más que el mecanismo por el que se expresa la voluntad libre de un pueblo (¡oh, aquellos viejos tiempos en que se hablaba de "fiesta de la democracia"!), son un enrabietado duelo sin cuartel.

Otro golpe bajo al sistema se está perpetrando con fruición estos días tras las elecciones alemanas. Consiste en afirmar, tranquilamente, que ahora que ha ganado Angela Merkel ya podrá cambiar su política europea. Como tiene los votos en la buchaca, puede hacer con ellos lo que le venga en gana. Hasta ayer, tenía que engañar al electorado, pero a partir de mañana, tras el éxito del trampantojo, hará lo que le pete. Esto -con otras palabras- es lo que argumentan los serios analistas internacionales y los sesudos especialistas económicos. ¿Dónde queda la mínima honestidad de los políticos y la credibilidad de los programas electorales y el mandato representativo de los diputados y la soberanía popular y todo lo que fundamenta la noble idea de la democracia?

Quizá a alguien le preocupe más una resurrección siglo XXI de la democracia censitaria del XIX: votan sólo los ricos alemanes un gobierno que nos afectará a todos; pero ni la subconsciente terminología militar ni los cínicos análisis maquiavélicos son cosa menor. Son unas décimas de fiebre en nuestra salud política, pero alertan de una enfermedad de fondo muy grave. Habría que ir mirándoselo.

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